Lilia Cedillo Ramírez: una vida consagrada a la ciencia que hoy dirige los destinos de la UAP

Lilia Cedillo Ramírez, rectora de la UAP por el periodo 2021-2025, es una químico fármacobióloga cuya biografía funde los caminos de transformación y modernización que vivieron la Máxima Casa de Estudios y la ciencia mexicana desde los años 70 del siglo pasado.

Formada en este semillero de conocimiento interdisciplinar que construyó el Instituto de Ciencias (ICUAP), Lilia Cedillo representa, también, un amplio conjunto de mujeres que emerge en varias disciplinas científicas y reclama su lugar en el campo de las ciencias, la tecnología, la informática y las matemáticas (STEM), un espacio tradicionalmente masculino que empezó a pluralizarse gracias a personas como ella.

Cedillo Ramírez nació en la ciudad de Puebla, estudió la licenciatura en Químico Farmacobiólogo en la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Autónoma de Puebla.

También realizó estudios de maestría y doctorado en Microbiología en la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del Instituto Politécnico Nacional, además de una estancia posdoctoral en el Departamento de Microbiología de la Universidad de Alabama en Birmingham, Estados Unidos.

Cedillo ha sido profesora investigadora del Centro de Investigaciones en Ciencias Microbiológicas del Instituto de Ciencias (ICUAP) de la UAP, del cual fue también directora, así como vicerrectora de Extensión y Difusión de la Cultura y directora del Complejo Cultural Universitario.

En marzo de 2021, Lilia Cedillo Ramírez era directora del Centro de Detección Biomolecular de la UAP e integrante de la Comisión Institucional para el Seguimiento y Evaluación de la Pandemia por el SARS-CoV-2, pero renunció a todo cargo institucional en agosto de 2021 para buscar la rectoría de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla en las elecciones del 20 de septiembre de 2021. La doctora Lilia Cedillo fue elegida como rectora de la UAP por la comunidad universitaria con 72 mil 187 votos favorables a su candidatura.

Esta es la transcripción editada, corregida y ampliada de la charla que la hoy titular de la Administración Central dictó 11 de febrero de 2021 bajo el nombre de ¿Por qué la ciencia es algo metiche? y formó parte de los eventos conmemorativos del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. El texto original fue tomado de Crónica Universitaria.

 

— ¿Por qué la ciencia es algo metiche?

 

Esto es algo que yo siempre me he preguntado y recuerdo con muchísimo cariño a uno de mis maestros, el doctor Mauricio Russek Berman (1931-1990). Decía él que los que nos dedicamos a hacer ciencia en el ámbito de un laboratorio deberíamos tener seguramente algunas conexiones cerebrales especiales y son esas conexiones las que seguramente nos hacen curiosos e inquietos.

Y eso es lo que sucede: preguntarnos qué está pasando es meternos en la vida de los demás, así como en la propia, porque es la perseverancia de la necedad. Así podemos llamarlo y la curiosidad explica que nos dediquemos a la investigación científica.

Me preguntaba yo si esas cualidades operan como defectos o todo depende del momento en el que aparecen; sin embargo, hay áreas donde se nota mucho esta influencia de nuestra propia personalidad; en el deporte, en la investigación científica y en nuestra vida diaria, esas características van a jugar un papel importantísimo y dicen, y dicen bien, que todo comienza cuando uno es pequeño.

Uno de mis primeros recuerdos de esta inquietud fue una vez que yo me preguntaba de dónde venía el hombre. Y de ahí nacen muchas cosas. Cuando uno trata de buscar esa respuesta y no las encuentras, empieza a investigar y a interesarse por la investigación.

También en alguna ocasión me han preguntado que si de niña ya tenía yo vocación para la ciencia y les digo que lo más cercano de mi vocación científica fue mezclar ingredientes para inventar nuevas cosas y jugar con eso.

De niña me gustaba mezclar todo lo que encontraba y yo creo que ahí estaba oculto mi espíritu de química y por eso me dediqué a esa carrera. La microbiología llegó a mi vida sin que me diera cuenta y uno no se da cuenta quizá porque tiene buenos mentores.

En ese sentido, nuestra institución ha sido de verdad pionera en muchos aspectos, pero también para motivar a los niños, a los jóvenes, a las jovencitas y a las niñas a hacer ciencia.

Por eso es fundamental compartir con ellos muchas de las experiencias y anécdotas que ha tenido una y eso pasó en mi caso.

Yo recuerdo con muchísimo cariño al doctor Jorge Gómez, también al doctor Guillermo Pérez y Pérez o al doctor Arquímedes Morales Carranza. Ellos me apasionaron por este mundo, ellos me hicieron ver que la microbiología era ese mundo invisible que nosotros desconocemos en tantos aspectos.

Y todavía recuerdo, cuando en algo no encontrábamos contestación, cómo el doctor Arquímedes Morales Carranza nos proponía temas para tesis doctoral.

Y sí es cierto que todo aquello que desconocemos nos motiva a seguir buscando. Así me interesé en la microbiología y así me enamoré de los micoplasmas de las bacterias con las que he trabajado durante más de 30 años.

Aunque también debo reconocerlo: me volví infiel a los micoplasmas durante un tiempo. Lo he sido y confieso mi infidelidad hacia los micoplasmas, aunque hice mi tesis de licenciatura sobre el papel de estos microorganismos en las infecciones del tracto respiratorio.

Varias personas influyeron en mi vida y en mi pasión por la microbiología, como la doctora Silvia Giono Cerezo, a quien considero mi mamá académica. Ella formó a jóvenes investigadores y muchos de ellos se desarrollan hoy, y de manera muy muy exitosa, en diferentes partes de nuestro país y en el extranjero. O el doctor Morales Carranza, a quien yo le agradezco que me haya cobijado en su laboratorio cuando nosotros comenzamos.

Fue en un área cercana al Hospital Universitario, donde está hoy en día una parte del posgrado en Estomatología. Ahí estuvimos y el doctor Morales Carranza siempre nos motivó a que trabajáramos con muy poco. Aprendimos a optimizar cada cosa que teníamos y así empezamos con nuestras cajas de cartón.

Lo único que teníamos eran unos cuantos materiales de laboratorio y empezó así esta gran aventura con el doctor Eduardo Aguirre, que es parte también de mi formación en la BUAP y en la Facultad de Ciencias Químicas, como lo es el doctor y maestro Carlitos Pérez, a quien recuerdo siempre con muchísimo cariño.

 

De los micoplasmas al Centro de Detección Biomolecular

 

Así que mucho del trabajo que hice al principio tuvo que ver con micoplasmas, es decir, con el papel de estos microorganismos en infecciones crónicas y en particular en enfermedades de naturaleza autoinmune. Esa parte del trabajo la proseguí en mi tesis de doctorado probando en modelos animales o biomodelos el papel que podrían jugar los micoplasmas causantes de la artritis.

Y luego llegaron muchas otras cosas, producto de la investigación. Generalmente, uno va y los expone en congresos nacionales e internacionales. Yo creo que es parte de esta formación y de esa capacidad que vamos desarrollando de compartir las experiencias.

Mis compañeros de toda la vida en lo sentimental, como mi esposo, y en lo académico, como mi gran amigo el maestro Constantino Gil Juárez, siempre estuvimos trabajando codo a codo hasta que él decidió jubilarse. Y lo seguimos extrañando porque él ha sido parte fundamental de las investigaciones que realizamos en el grupo de micoplasmas al igual que el doctor Rivera Tapia.

Pero el aspecto familiar nunca se debe dejar a un lado. Yo siempre les digo a mis alumnas que la madre naturaleza a veces es un tanto cruel con las mujeres porque la etapa en la que una es más productiva desde el punto de vista académico también es la etapa en la que una puede tener hijos y puede educar a esos pequeños.

Entonces, mis pequeños se volvieron los compañeros calladitos que siempre acompañaban a mamá en las tardes cuando no había quién los cuidará y me acompañaron durante muchas jornadas dando clases y también a dar cursos o a los congresos donde asistí y creo que esto o bien inmuniza a los hijos en contra de la ciencia o bien, por lo contrario, los motiva.

En fin, poco a poco fueron apareciendo los aportes que una va haciendo a la investigación y uno de los artículos que más frutos ha dado es este artículo que publicamos en 1993 un año muy importante en mi vida personal porque fue el año en que me volví madre.

Isolation of Mycoplasma pneumoniae from asthmatic patients (enero, 1993) fue un artículo que marcó la diferencia no solamente para nosotros como grupo de investigación de micoplasmas, sino también para la investigación sobre el papel que podía jugar esta bacteria de la familia Mycoplasmataceae en pacientes asmáticos.

 

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