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El problema de la relación productividad-salarios

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En economía,  el concepto de productividad  está fuertemente relacionado con el tema del salario, teóricamente se establece una relación causal que va de incrementos en la productividad a incrementos salariales; dicho de otra forma, mientras más produzca un trabajador, mayor retribución salarial le corresponde; sin embargo, para el caso de México, la relación parece ir en sentido contrario. El segundo informe de gobierno presentado por Enrique Peña Nieto establece algunos considerandos al respecto, los cuales tratamos a continuación.

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Fuente: Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática y Banco de México

Dentro del apartado cuarto, llamado “México próspero”, se establece asegurar la generación de empleos de calidad, incrementar la productividad de los trabajadores mediante capacitación y adiestramiento, salvaguardar sus derechos y conservar la paz laboral. A este respecto, podemos decir que el gobierno reconoce que los salarios han perdido su poder adquisitivo, ya que se señala “… La actual administración para fomentar la recuperación del poder adquisitivo del salario vinculado al aumento de la productividad, se ha fijado como estrategia mejorar el poder adquisitivo del salario mínimo, reconociendo en concordancia con los organismos internacionales vinculados con el mercado laboral que los salarios mínimos son un instrumento que contribuye a elevar los niveles de vida de los trabajadores asalariados y al combate de la pobreza…”.  Sin embargo, la evidencia muestra algo totalmente diferente respecto al discurso presidencial y las estrategias planteadas por el propio gobierno para abatir la brecha entre productividad y salarios, las cuales distan mucho de ser las más efectivas.

Las estrategias que se proponen son: la convergencia salarial de las tres regiones en que se divide el país, fomentar la capacitación del trabajador mediante el uso de las TIC´(tecnologías de la información y comunicación), mejorar las competencias de los trabajadores y la vinculación entre la oferta educativa y la demanda laboral. Este conjunto de estrategias pueden parecer adecuadas para un país que ha alcanzado un nivel alto de acumulación de capital y  que ha logrado encadenar y diversificar su producción; sin embargo, la realidad mexicana dista mucho de esta posición ideal. Por todos es bien sabido que, para producir bienes (productos) se necesita, además de trabajo humano, maquinarias, equipos, herramientas, etcétera; para los economistas esto representa “capital”; para seguir produciendo año con año se debe generar la suficiente inversión para recuperar  el capital depreciado (el desgaste de las máquinas) e incrementar el capital instalado; sin embargo, en México el proceso de generación de capital no se ha dado; de hecho, los datos muestran que las tasas a las que crece el capital han ido cayendo de forma dramática en los últimos 30 años. El resultado ha sido una industria caracterizada por maquiladoras (ensamble de componentes) y medianas y pequeñas empresas (Pymes), que representan poco más de 90 por ciento del aparato industrial nacional.

Por lo que hablar de incrementar la productividad vía capacitación, competencias y uso de herramientas informáticas (internet) para un conjunto de trabajadores que se dedican al ensamble de una parte específica del producto resulta poco alentador como mecanismo idóneo para cerrar la brecha entre productividad y salario. Dado lo anterior, lo primero que tendríamos que cuestionarnos es si en verdad la productividad del trabajo en México es tan baja como los salarios indican.

Dado el panorama que hemos planteado para la industria mexicana, se podría sugerir que, bajo estas condiciones, los salarios en México son bajos porque seguramente la productividad del trabajo es baja también; sin embargo, como se puede observar en la figura 1, las tasas de productividad de los trabajadores han seguido un ritmo ascendente, mientras las remuneraciones y el costo del trabajo han ido disminuyendo; aquí se presenta la paradoja: en nuestro país con tasas de productividad relativamente altas se corresponden tasas salariales bajas, lo cual rompe con el argumento teórico sobre la relación positiva entre productividad y salarios. Por lo que la pregunta que salta a la vista es: ¿por qué en México, a mayor productividad, menor salario?

A nuestro entender, esta paradoja implica una explicación desde las bases del propio modelo macroeconómico vigente; esto es, por un lado, los salarios en México se ajustan en torno a la expectativa de inflación, y ésta a su vez la fija el Banco de México a través de la llamada regla de Taylor, la cual utiliza el tipo de interés para contrarrestar los empujes de la demanda que pueden alterar el nivel de precios; por lo tanto, podemos decir que, con el fin de mantener estabilidad en el nivel de precios, el gobierno ha utilizado a los salarios mínimos reales a la baja como una ancla antiinflacionaria cortando así el vínculo respecto a la productividad del trabajo; sin embargo, debe señalarse que estas medidas de política monetaria, si bien han logrado su objetivo de mantener la inflación controlada en niveles de entre 3 y 4 por ciento, el costo del ajuste ha recaído sobre los trabajadores vía la disminución de sus salarios reales y por lo tanto de su poder adquisitivo. Lamentablemente esto refuerza el problema de la cada vez más inequitativa distribución del ingreso, ya que, dado este rompimiento entre salarios y productividad, en los últimos años la repartición entre beneficios y salarios ha ido cada vez más a favor de los empresarios (beneficios).

Por lo tanto, dado este panorama de los salarios y la productividad en México, podemos decir que es necesario restaurar el vínculo entre productividad y salarios mediante una verdadera reestructuración productiva, donde el incremento en el stock de capital sea el elemento fundamental para el incremento de la productividad del trabajo (no es lo mismo trabajar con una pala que con un tractor), donde además la política monetaria del Banco Central deje de utilizar a los salarios reales a la baja como ancla para evitar presiones sobre los precios, la evidencia respecto a los salarios, precios y productividad sugiere que, países que pagan salarios justos mejoran el dinamismo de su actividad económica (con tasas de inflación de 7 u 8 por ciento) y que salarios más altos pueden generar incrementos en la productividad (un trabajador con mejores condiciones laborales trabaja mucho mejor y rinde más); en este caso, la relación de causalidad cambia y entonces vamos de incrementos salariales a incrementos en la productividad.

Por lo tanto, el reto para el gobierno federal es realizar verdaderas reformas que representen mejoras sustanciales en el ingreso y calidad de vida de los trabajadores, lo cual implica un nuevo enfoque sobre la relevancia de las condiciones de la demanda para el crecimiento de la economía, ya que en los últimos 30 años los trabajadores han cargado con los costos del ajuste estructural y de las decisiones económicas anticrisis en el marco del modelo económico vigente.

 

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