Los conflictos entre los padres y adolescentes sobre el consumo de drogas

El papel de la psicología en torno a las drogas es preferentemente preventivo. Una de sus funciones ha sido y sigue siendo aportar el conocimiento del desarrollo evolutivo con el fin de adecuar programas de mediación a los interesados, considerando que la adolescencia es la edad crítica, que no única, para el inicio en el consumo de drogas, y que el papel de la familia y el de iguales, junto con las relaciones que establezca el adolescente con las drogas son las premisas relevantes a tratar.

En efecto, no faltan trabajos de investigación que han abordado de distintas formas la relación entre diversos aspectos de las relaciones familiares y el uso de drogas. Una de estas líneas de investigación es la desarrollada por la psicología (cognitiva) que se ocupa del desarrollo social y moral. Sin embargo, desde esta perspectiva cognitiva y evolutiva no existe una aproximación única a esta cuestión.

Los teóricos de la socialización consideran el desarrollo como la internalización moral fruto de la influencia paterna en los niños a través de las prácticas padre e hijo, las estrategias de disciplina o estilos parentales; los teóricos evolutivos estructurales han propuesto generalmente que la naturaleza jerárquica de las relaciones entre padres e hijos constriñe el desarrollo moral de los niños.

La teoría de los dominios sociales, aunque comparte los principios básicos de las teorías evolutivo-estructurales, permite no sólo recuperar el papel de los padres sino darle un significado distinto y más adecuado dentro de las  interacciones paterno-filiales. De acuerdo con la teoría de los dominios sociales, el mundo social no es único. Las  personas tenemos interacciones sociales cualitativamente diferentes lo que conduce a la construcción de diferentes tipos de sistemas de conocimiento social (moral, convencional y personal). Por tanto, las acciones y el pensamiento sobre el mundo social se caracterizarían por la heterogeneidad y por la coexistencia de las diferentes metas, motivaciones y orientaciones socio morales ligadas a esos dominios de conocimiento.

A partir de estas ideas se ha dedicado un número considerable de investigación a la interpretación de las discrepancias entre padres e hijos. Así, se mantiene que el incremento de los conflictos paterno-filiales durante la adolescencia se deriva, en buena medida, de que los adolescentes y padres entienden de distinta manera las reglas y las expectativas  familiares e incluso el sistema social familiar. En concreto, se señala que la demanda adolescente de más autonomía se topa frecuentemente con la convicción de los padres de que tienen el deber de exigir respeto a ciertas normas básicas para el correcto funcionamiento de la familia.

Varios estudios sobre las respuestas de adultos y de niños frente a las transgresiones avalan la idea de que los padres responden de manera diferente en diferentes dominios y que las medidas de disciplina que los padres eligen dependen de la naturaleza de la trasgresión. Por tanto, mientras que algunas investigaciones relacionan los conflictos familiares con el grado de autonomía emocional de los adolescentes, otras los relacionan con la percepción de la autoridad paterna de los asuntos morales, convencionales y personales. Por otra parte, también se busca conocer cuáles son las materias objeto de las discusiones familiares. Los resultados señalan en primer lugar que las discusiones familiares se centran mayoritariamente en torno a asuntos menores de la vida cotidiana (los horarios, las tareas domésticas, los deberes escolares) y, que la frecuencia de estos conflictos familiares es baja. En segundo lugar, los padres y los hijos coinciden en la identificación de los asuntos que generan conflicto.

Sin embargo, llama la atención la ausencia de un asunto socialmente tan controvertido como el consumo de  drogas entre las materias objeto de discusión familiar. Esta ausencia puede deberse a la afinidad en la forma de abordar este asunto pero, como otros autores reconocen, quizás se habla menos de este tema porque la convivencia en el hogar genera por sí misma una importante temática de discusión relativa a su propio funcionamiento, es decir, cuestiones de índole socio-organizativas. La problemática de naturaleza social o moral no surge por sí misma con tanta espontaneidad.

Otras posibilidades son que las discrepancias en este asunto se consideren irreconciliables de tal manera que se evite su discusión; o que la complejidad que encierra su razonamiento, esto es, la necesidad de manejar informaciones procedentes de diferentes dominios, haga difícil afrontarlo; o quizás el miedo, la preocupación y la falta de información o la desinformación pueden hacer desestimar su discusión. Sin embargo, el consumo de drogas es hoy más que nunca fuente de controversia social en la que se enfrentan posturas muy diferentes, que van desde quienes defienden la legalización absoluta hasta quienes defienden a ultranza la actual situación legal caracterizada por la prohibición y penalización. Por esta razón, el hecho de no discutir sobre este asunto quizás sea reflejo no tan sólo de la coincidencia en el juicio, sino más bien de la coincidencia en la delimitación de la jurisdicción de cada uno sobre sí mismo. Así, los adolescentes otorgarían autoridad a los padres para regular este asunto en el hogar, mientras que los padres delegarían esa misma autoridad en los hijos cuando éstos están fuera del hogar. Y sólo cuando el ejercicio de esa autoridad rompe este pacto implícito emergerían con fuerza las discrepancias entre los padres e hijos sobre este asunto. En cualquier caso, a partir de la descripción general sobre las discusiones familiares que ofrecen estas investigaciones, puede ser relevante recabar más información acerca de los factores racionales que pueden contribuir a explicar cómo los adolescentes y sus padres discrepan a la hora de razonar sobre un asunto complejo y, por otro lado, tan cotidiano como el consumo de drogas.

No son muchas las investigaciones que se han ocupado del juicio y razonamiento sobre el consumo de drogas desde esta perspectiva del desarrollo social o moral y además las que lo hacen se han centran principalmente en describir las diferencias entre consumidores y no consumidores. En cualquier caso, las conclusiones de estos estudios subrayan que el uso de drogas afecta a un número importante de aspectos sociales, morales y personales tales como las decisiones acerca del daño a uno mismo y a los demás, las leyes societales, las regulaciones y la toma personal de decisiones. Muchos de estos aspectos se prestan para el estudio desde esta perspectiva cognitivo-social desarrollada principalmente durante la década de los 90. Así, la teoría de los dominios sociales reclama la consideración de los aspectos no morales implicados en el razonamiento sobre el consumo de drogas si se quiere dar cuenta de la conceptualización socio moral de los adolescentes. En este sentido, el consumo de drogas es considerado por los adolescentes como un asunto prudencial que atañe tanto a la esfera de libre decisión como a la del juicio sobre el riesgo y los daños que entraña.

El uso de drogas aparece como un asunto complejo en el que se mezclan razones morales, convencionales y personales. Por otro lado, consistentemente se consideran de manera diferente las drogas “duras” de las “blandas” y para estas últimas se adoptan formas de razonamiento similares al alcohol o el tabaco. Así mismo, la mayoría de los adolescentes considera que las drogas producen algún tipo de daño aunque esta valoración dista considerablemente de la de los padres en el caso de la marihuana y, en menor medida, de la cocaína.

Este resultado coincide con la afirmación de que los adolescentes contemplan el uso de drogas como un asunto que afecta exclusivamente a uno mismo (positiva o negativamente) y, por tanto, es una cuestión de elección personal. Como predecía el modelo, el uso de las drogas más “duras”, “peligrosas”, más reprimidas y prevenidas, como la anfetamina y la cocaína, se consideran como una trasgresión moral, mientras que el uso de drogas “blandas”, legales o no, como el alcohol, el tabaco y la marihuana, recae en una decisión personal. Así, estas tres drogas concitan el menor número de razonamientos similares, lo que coincide con la observación hecha por otros investigadores de la existencia de un gran desacuerdo social respecto al estatus legal y médico que estas sustancias deberían tener.

En definitiva, estos resultados son consistentes con los que describen los conflictos entre padres e hijos como un exponente de un razonamiento socio-moral dispar que exige el reconocimiento de la ampliación del campo de lo personal en la adolescencia así como la necesidad de que tanto los padres como los hijos adolescentes se esfuercen en coordinar lo personal, privado y prudencial con otras consideraciones socio-morales, sin perder de vista los hallazgos científicos actuales y del status legal, la jurisdicción para prohibir o permitir el uso de las drogas.

* Profesor visitante en la Facultad de Filosofía y Letras, BUAP, de la Escuela de Magisterio de Bilbao. Departamento  de Psicología Evolutiva y de la Educación. Universidad del País Vasco.