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Presidente deslegitimizado

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Ni en los peores momentos de crisis de la economía nacional (1995, 2009), los presidentes de la República registraron valoraciones reprobatorias como las registradas por Enrique Peña Nieto (EPN) a nueve meses de su gestión. En la crisis de 1995, a Ernesto Zedillo lo desaprobó 42 por ciento de la población; a Felipe Calderón lo desaprobó 56 por ciento en 2009, y EPN tuvo dos desaprobaciones de gestión por una sola aprobación. En 1995 había 14 ciudadanos del municipio de Puebla que opinaban mal de la gestión del Presidente de la República por cada 10 que opinaban bien; en 2009 había 15 que opinaban bien por cada 10 que opinaban mal, y en agosto de 2013 había 15 opiniones negativas sobre la gestión de EPN por cada 10 positivas. Cuando Calderón Hinojosa entregó su Primer Informe Presidencial tuvo una calificación de 6.8 puntos en escala del uno al 10, cuando EPN envió su Informe a la Cámara de Diputados, la calificación del priista fue de 5.4 puntos.

Para cuatro de cada cinco ciudadanos del municipio de Puebla que disponen de teléfono residencial, ser de izquierda significa ser oposición, lucha, ideas nuevas o pensamiento liberal, y para uno de cada cinco es falsedad y engaño. Los ciudadanos tienden a situarse en el punto medio entre izquierdas y derechas; en 2007 se autoubicaron muy cerca del Presidente de la República, ahora se distancian del actual Ejecutivo federal, así como del PAN y del PRI, a quienes ubican muy a la derecha. En una escala del uno al cinco, donde uno es ser de izquierda y cinco de derecha, los ciudadanos ubicaron a Felipe Calderón en 3.7 puntos de la escala; a EPN y al PAN, en 4.2 puntos, y al PRI, en 4.1 puntos. La autoidentificación ideológica de los ciudadanos es más o menos constante en los últimos siete años, con un pequeño desliz hacia la izquierda en la elección presidencial del año pasado; hoy se ubican más distantes de las principales fuerzas electorales con las cuales se identifican.

La economía ha crecido a una tasa menor al pronóstico oficial; en el mejor de los casos, este año crecerá a 1.4 por ciento, lo cual es menos de la mitad de lo ofrecido por EPN, y menor al crecimiento de la población. El propio secretario de Hacienda y Crédito Público reconoció que en los últimos 30 años el crecimiento de la economía mexicana fue mediocre, de apenas 2 por ciento (La Jornada, 9 septiembre de 2013, página 7), lo cual es insignificante ante un crecimiento poblacional de 1.7 por ciento durante esos años. Además, ese lento crecimiento ha sido concomitante a una disminución del crecimiento del empleo y a una distribución regresiva del ingreso que  ha magnificado la desigualdad e inequidad social. La estrategia y las políticas neoliberales ejecutadas en esos últimos 30 años niegan la función de legitimidad del Estado, así como el cumplimiento de los derechos sociales, entre ellos el de la alimentación y seguridad social. Quizá por eso cuatro de cada cinco ciudadanos considera que el país está gobernado por unos cuantos para su propio beneficio: con Calderón fue 77 por ciento quien así lo afirmó; hoy, con EPN, es 83 por ciento.

Los ciudadanos no están satisfechos con el resultado económico de la política económica de EPN ni con su reforma energética: dos de cada tres ciudadanos rechaza la iniciativa privatizadora de los recursos naturales no renovables promovida por el Ejecutivo federal, uno de cada dos considera que su situación económica actual es peor que la del año anterior, y siete de cada 10 dice que la economía no crecerá este año. Tampoco están satisfechos con el funcionamiento de la democracia. Hace seis años, 68 por ciento de los ciudadanos del municipio mencionado dijo que estaba muy insatisfecho o insatisfecho con dicho funcionamiento; a fines del pasado mes de agosto, fue 70 por ciento quien así lo manifestó. No son tiempos de reformas regresivas como la energética ni la amenaza de IVA generalizado o los artículos exentos y de tasa cero; carece de las más mínima autoridad moral y de consenso EPN para promover ese tipo de reformas, que degradarán aún más la calidad de vida de la población excluida, que son casi todos.

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