Diosa de la Adormidera, tomada |
Existe una estatuilla encontrada en Creta, elaborada en el siglo XIII antes de nuestra era, que se conoce como la “diosa de la adormidera” y que se vincula con la flor de la que se extrae el opio, pues tiene una corona en la que están representados los pericarpios de una planta conocida como Papaver somniferum y que siendo una variedad de amapola, está envuelta en una serie de paradojas realmente interesantes desde todos los puntos de vista.
Con una flor de una belleza excepcional, una vez que se caen sus pétalos, sobresalen los frutos inmaduros de forma esférica a la cual, se le hacen unos cortes para que destilen una especie de goma pegajosa y blanca. A medida que se seca, se forma una resina de color ámbar que ya es el opio propiamente dicho. La expresión de la diosa es particular pues refleja en una forma precisa, el gesto tranquilo y hasta embriagado de un consumidor de esta droga. Hablamos entonces de un producto natural que históricamente fue divinizado y cuya utilización data de muchos siglos.
Fue hasta el siglo I que un médico romano llamado Scribonius Largus, en el año 47 hizo una recopilación de prescripciones médicas con 271 fórmulas que denominó De Compositione Medicamentorum y en las que hace referencia a las propiedades sedantes y analgésicos del opio. Ahí se puede saber con precisión que los romanos ya lo usaban en píldoras, cataplasmas, supositorios o lavativas; uso que perduró durante toda la antigüedad lo que motivó que fuese citado por literalmente todos los médicos que documentaron su actividad.
Galeno de Pérgamo (130-200) mejor conocido simplemente como Galeno, no solamente lo describió como el somnífero y calmante más poderoso sino también planteó que su uso podía causar la muerte. Al mismo tiempo refirió que las altas temperaturas, anulaban sus efectos por lo que siempre debía prepararse en forma templada. Sin que expresara el riesgo de que generase una dependencia poderosa, este efecto secundario seguramente ya se conocía por lo notable de su frecuencia.
Pero entonces nos encontramos con una primera paradoja, pues hablamos de una planta hermosa con cualidades farmacológicas que aun ahora son insuperables, pero al mismo tiempo productora de una droga con propiedades narcóticas peligrosas cuyo consumo se considera ilegal y que en la actualidad, es una de las causas más graves de desequilibrio social.
Hay algunos países que tienen la autorización para producir esta planta y obtener los principios activos con los que se fabricarán medicamentos de un uso imprescindible en la actualidad, como son India, Francia, España, Turquía y Tasmania; aunque el mayor productor es Afganistán, que genera 90% del opio a nivel mundial. Sin embargo, en México y Colombia se producen cantidades considerables para satisfacer el consumo de los estadounidenses, condición que en la actualidad como todos sabemos, constituye uno de los componentes de la grave situación del narcotráfico en nuestro país.
La historia de esta planta en México es particularmente interesante pues hubo un tiempo en el que, específicamente en el estado de Sinaloa, no se prohibía su cultivo. No solamente se utilizaban como elementos de ornato en los jardines de las casas, sino que incluso la siembra con fines comerciales era apoyada por los Estados Unidos. A finales del siglo antepasado y principios del pasado los campesinos del norte del país aprendieron todo el proceso de producción y extracción del opio, condición que propició una mayor siembra alrededor de los años treinta, ya que en la Segunda Guerra Mundial Hitler bloqueó las vías de acceso para la comercialización de goma de adormidera, que procedía de Marruecos y Turquía, tratando de evitar la fabricación de medicamentos. Ante esta situación no es difícil imaginar que se generó un pacto secreto que implicaba incluso el financiamiento norteamericano para la siembra de amapola, lo que no necesariamente podría considerarse como malo para los campesinos mexicanos, pues suponían que el negocio era totalmente legal. No es difícil entonces considerar que, como recalcitrante repetición de desgracias, nuestros vecinos del norte tienen una buena parte de culpa por nuestras adversidades actuales.
Papaver somniferum por Susanne Hjertø Wiik en www.flickr.com |
Lo cierto es que las sustancias que se obtienen de la amapola están constituidas principalmente por alcaloides que poseen propiedades analgésicas, anestésicas, inhibidoras potentes de la tos e incluso la diarrea. Por esta razón existe en el mundo una legislación regida por la Convención Única sobre Narcóticos de Naciones Unidas; sin embargo, esto no ha impedido que subsista un mercado negro que a nivel mundial es causante de innumerables problemas sociales. Uno de los más graves se relaciona con la elaboración de una droga llamada heroína, que tiene efectos más potentes que el opio y además es más peligrosa y adictiva.
Me resulta sorprendente que en México se cultive en forma ilegal la amapola, con la que se elaboran drogas potentes, pero al mismo tiempo nuestra industria farmacéutica importe derivados del opio para elaborar medicamentos imprescindibles para aspirar a tener una salud satisfactoria. Obviamente esto nos lleva a pensar en la legalización urgente de estas plantas como una solución a los problemas a los que nos enfrentamos, pues podríamos estar generando a un aliado vinculado incluso con la economía y la salud, o también a un enemigo que complique nuestra condición actual.
Definitivamente la amapola, así como la marihuana, constituyen un motivo de debate que debemos abordar con la intensión genuina de encontrar el equilibrio entre el uso legal desde el punto de vista médico y recreativo sin que se generen peligros a los que están expuestos los jóvenes de hoy.
Si no lo hacemos, continuará indudablemente esta catástrofe social, que nos muestra ahora un panorama terriblemente desolador.