Al poniente del estado de Tlaxcala y a 40 kilómetros de su capital se ubica la comunidad de Vicente Guerrero, en el municipio de Españita. Esta es una zona de laderas y barrancas, de clima templado y temperaturas extremas (heladas), con una escasa precipitación anual de 650 a 700 mm; aquí tiene origen el Proyecto de Desarrollo Rural Integral Vicente Guerrero AC, mejor conocido como el Grupo Vicente Guerrero (GVG), una organización de campesinos y campesinas que desde hace más 34 años trabaja con el objetivo de lograr seguridad alimentaria, mayor producción de alimentos y de mejor calidad con respeto y conservación de los recursos naturales; además, promueve el comercio justo y una vida con equidad e igualdad.
Alicia Sarmiento, Pánfilo Hernández, Emiliano Juárez Franco y Gabriel Franco Sánchez son parte de la tercera generación de campesinos, campesinas, promotores y promotoras de esta organización, y comparten para Saberes y Ciencias su experiencia a lo largo de más de tres décadas de trabajo constante.
Comunidad, organización y seguridad alimentaria
“La situación de la comunidad de Vicente Guerrero a finales de las década de los setentas, recuerda Alicia Sarmiento, era de extrema pobreza. La producción de maíz por hectárea era aproximadamente de 800 kilos y de 400 kilos de frijol, una producción dedicada al autoconsumo que se agotaba a mitad de año y que resultaba insuficiente para las necesidades familiares; esto obligaba a los campesinos a migrar para comprar maíz.
“La dificultad para garantizar el alimento familiar, agrega Pánfilo Hernández, llevó a un grupo de cinco campesinos a la cooperativa y escuela de Conservación de Suelos y Agua Katoqui Ketzal, en Chimaltenango, Guatemala, por invitación del ecologista Rogelio Cova. Allí aprendieron técnicas de los campesinos guatemaltecos, que en zona de ladera y con poca tierra para cultivo producían para el autoconsumo y obtenían excedentes, lo que permitía mejorar la economía familiar”.
Impactados por el trabajo y los resultados obtenidos con poca tierra, en zona de ladera, con recuperación de suelos, almacenamiento de agua, reducción de insumos químicos y el aumento en la producción, este grupo de campesinos llegó a Vicente Guerrero a implementar algunas de las técnicas aprendidas, adecuándolas al contexto de su comunidad y comenzaron a trabajar en sus parcelas. Iniciaron prácticas de conservación de suelos, retención y almacenaje de agua, recuperación de la fertilidad de suelos y la disminución en el uso fertilizantes químicos.
“En 10 años de trabajo, continúa Pánfilo, la producción de maíz aumentó a cuatro y hasta cinco toneladas de maíz, y de 800 a mil 200 kilos de frijol por hectárea; eso permitió asegurar la comida y obtener excedentes para comercializar. Además integraron más cultivos, como el frijol de mata y los enredadores, haba, calabaza y chícharo; esta diversificación y rotación de cultivos, y la incorporación de alguna materia natural como los estiércoles permitió recuperar la fertilidad en menor tiempo. Se ha reducido en más de 90 por ciento el uso de insumos químicos y hay campesinos que ya no los utilizan”, puntualiza.
“Cuando comienzas a aplicar prácticas agroecológicas, aumenta la producción y se resuelve la cuestión de soberanía alimentaria, surge una organización comunitaria fuerte, autogestiva y con muchos logros. La comunidad tiene una zona reducida de producción, algunos jóvenes no tenían tierras y estaban interesados en tenerlas, la comunidad ha comprado parcelas y ha solicitado que el gobierno aporte una cantidad para la compra. La cuestión organizativa nos ha permitido mejorar muchas condiciones de vida, Vicente Guerrero ya no aparece clasificada como una localidad con muy alta marginación y ha sido gracias a la organización, no al gobierno”, resalta Alicia Sarmiento.
La feria del maíz y la defensa de los maíces nativos
“Cuando ya estábamos viendo que la situación mejoraba —relata Alicia— tenías mayor producción, aseguramos la comida y teníamos excedentes, México firma el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y nos viene a dar en la torre porque los precios de garantía se vinieron por los suelos, resulta que el kilo de maíz en lugar de que lo pagaran a 5 pesos, ofrecían 1.80 o 2 pesos; así no sacabas ni la mitad de lo que invertías en la producción, pero más allá de la competencia desleal por la entrada de semillas, el peligro real que hoy estamos enfrentando es la entrada de los transgénicos.
Cuando te informas y enteras que el maíz transgénico sí poliniza y contamina nuestros maíces criollos y cuando escuchamos las demandas de campesinos de otros países contra empresas como Monsanto y Syngenta nos empezamos a espantar, porque si se contamina nuestro maíz criollo con transgénicos y ya tenemos esos genes en nuestra semilla, cualquiera de estas empresas puede venir a decir: estos son mis genes y esto me pertenece y me debes pagar; pero por qué, con qué derecho va a venir una empresa a decir que esto es suyo, si el maíz nativo tiene más de 8 mil años. No es posible que nos hagamos dependientes de empresas ricas, vamos a terminar trabajando y siendo esclavos de ellos y entonces ahí sí perdemos soberanía alimentaria”.
En el marco de la Metodología de Campesino a Campesino —metodología central en el trabajo de la organización y en el que los campesinos comparten saberes— en 1997 el GVG organizó la primera Feria del Maíz y Otras Semillas Nativas con el propósito de que los campesinos compartieran e intercambiaran sus semillas; esto les ha permitido rescatarlas y reproducirlas. A decir de Pánfilo Hernández, el estado de Tlaxcala tiene 12 razas de maíz y un sinnúmero de variedades, lo que representa casi 18 por ciento de razas existentes en todo el país. Inicialmente, las exhibiciones solo eran de campesinos de la región; sin embargo, la participación de expositores ha crecido y en algunas entidades del país las ferias del maíz han sido replicadas. Este año, en la edición decimoséptima de la feria participaron más de 130 expositores y contaron con la presencia de agricultores de Oaxaca, Puebla, Querétaro, Michoacán y Guerrero.
Con el propósito de identificar las razas de semillas y dada la preocupación por que las semillas híbridas y transgénicas desplacen a las nativas, la organización se acercó a científicos e investigadores que ofrecieran mayor información sobre el tema y los riesgos de la contaminación genética; de este modo, muchos investigadores de diversas áreas del conocimiento han participado como ponentes en estos certámenes.
Así surgió la propuesta de conformar un comité que buscara la manera de defender y proteger los maíces nativos aunque —señala Sarmiento— sin saber de qué forma.
Después de una serie de foros y de una fuerte presencia y participación de organizaciones campesinas, instituciones educativas, investigadores, campesinos y ejidatarios se propuso presentar una iniciativa de ley, en un proceso largo de análisis y pertinencia, que fue asesorada por el abogado René Sánchez Galindo y presentada ante el Congreso local por la diputada del PRD Ana Lilia Rivera en el periodo 2008-2011. La ley de Fomento y Protección al Maíz para el estado de Tlaxcala fue aprobada el último día de esa legislatura y ha sido severamente criticada por algunas organizaciones y el debate se mantiene vigente.
Fondos de semilla criollas nativas
“Se sabe, afirma Emiliano Juárez, que las semillas híbridas están hechas para que tengan un alto rendimiento en zonas estratégicas, con características específicas y acompañadas de un paquete de insumos químicos; este tipo de semillas no son aptas en zonas donde el agua es poca, las condiciones de suelo son pobres, estas semillas sufren y en muchas ocasiones no dan los rendimientos prometidos.
Una de las bases fundamentales de la organización, señala Emiliano, es la cuestión de la producción para llegar a lo que es la auto alimentación familiar campesina y posteriormente, una vez que se logra el aumento de la producción para la autonomía, vienen los excedentes.
Los campesinos han mejorado las condiciones genéticas de las semillas de maíces criollos y otras más, y éstas se han adaptado a las condiciones en que se producen según la altura y el clima. La implementación de algunas prácticas y cambios en la parcela, la protección del suelo de la pérdida fértil, la conservación de suelo y agua, las rotaciones de cultivo, las asociaciones de cultivo aunados con el mejoramiento de semillas a través de una buena selección en campo se complementan y esto nos da un buen resultado para poder decir que nuestros maíces criollos —dependiendo de las variedades, pues de ello dependen los rendimientos— nos pueden dar de cinco y hasta seis toneladas por año.
Nosotros como organización fomentamos los fondos de semillas criollas nativas que consisten en que cada una de las regiones vaya conservando las variedades que se adaptan a los diferentes climas, con diferentes condiciones tanto de lluvia y de temperatura como de topografía de suelo y fertilidad.
Consideramos importante poseer tres o cuatro variedades de semillas, con tres o cuatro ciclos productivos e identificar para qué las vas a utilizar; seguramente tendrás una semilla para el alto consumo porque te gusta más por su sabor, consistencia y textura, y tendrás algunas semillas que son más atractivas para su comercialización.
Nos referimos a diferentes ciclos productivos en el sentido de que hay semillas de un ciclo de tres meses, semillas de mediano ciclo productivo de aproximadamente cuatro a cuatro meses y medio, y otras de cinco a cinco meses y medio; así tenemos diferentes ciclos de producción, porque no sabes cómo viene el ciclo de lluvias, si tendrás heladas, sequía o cualquier tipo de siniestro. Esta diversidad de cultivo nos da la posibilidad de que en caso de que las condiciones climatológicas no sean favorables no pierdas toda tu producción; a esto le llamamos compartimiento de riesgos con diversidad de semillas y cultivos.
Esto no es el hilo negro; son prácticas que los campesinos realizaban antes de la revolución verde y que hoy estamos recuperando, porque esta revolución nos obligó al monocultivo”.
El Grupo Vicente Guerrero participa activamente en la Campaña de Incidencia por la Defensa de los Maíces a nivel Mesoamericano; pertenece al Comité Regional de los países de Centroamérica y Sudamérica, y colabora en la Campaña de Incidencia Política Regional, Defensa de los Maíces y la Soberanía Alimentaria y Derecho a la Alimentación del Programa de Intercambio, Diálogo y Asesoría en Agricultura Sostenible y Seguridad Alimentaria (PIDAASSA)
La organización, comparte Pánfilo Hernández, tiene en puerta varios proyectos de investigación con instituciones educativas como la UNAM, Chapingo, UAM y BUAP “para compartir experiencias, para argumentar y comprobar con datos científicos que verdaderamente lo que hacen los campesinos, las campesinas y la organización funciona y que dan resultado, con el propósito de demostrarle a los programas gubernamentales que hay alternativas y prácticas más sencillas”, remató.
El Proyecto de Desarrollo Rural Integral Vicente Guerrero A.C. ofrece talleres y cursos sobre conservación de suelos y agua, elaboración de abonos orgánicos, selección y mejoramiento de semillas criollas, fruticultura, horticultura Bio Intensiva familiar y ganadería de traspatio, entre otros.
Mayores informes en su blog:
vicenteguerrero.blogsite.org