Como el lector sabe, dentro de los múltiples viajes que este grupo de biólogos realiza, que en ocasiones son un poco más lejos de la esquina de la calle en donde viven, andanzas que llevan a este grupo a visitar lugares llenos de magia, como lo fue en esta ocasión; les compartiremos una de las experiencias más recientes que hemos tenido ya que nuestros pasos nos llevaron al Distrito Federal y entre mares de gente, vehículos motorizados y bicicletas, al fin llegamos al Antiguo Colegio de San Ildefonso, en donde podemos encontrar la que sin duda es una de las exposiciones más completas que se tienen de uno de los naturalistas más destacados del siglo XIX: Charles Darwin.
Con el objetivo de divulgar los innumerables trabajos que realizó a lo largo de su vida y poner al descubierto parte de los que fueran sus espacios preferidos para trabajar, el Antiguo Colegio de San Ildefonso en conjunto con la Comisión Nacional para el uso y conocimiento de la Biodiversidad (Conabio), la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), y el Gobierno del Distrito Federal, presentan la exposición “Darwin. Apto para todas las especies”. La muestra ha sido organizada y ha visitado varios países gracias a que el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York, en colaboración con el Museo de Ciencia de Boston, el Field Museum de Chicago, el Royal Ontario Museum de Toronto, Canadá, y el Museo de Historia Natural de Londres, Inglaterra, han unido esfuerzos para dar a conocer el trabajo del que seguramente ha sido uno de los más connotados y controversiales naturalistas.
Chales Robert Darwin, el quinto de seis hijos de Susannah Wedgwood y Robert Darwin, nació el 12 de febrero de 1809. Vino al mundo en el seno de una acaudalada familia de clase alta en Shrewbury, Shropshire, en el centro de la Inglaterra georgiana.
Sin duda los recuerdos de Darwin de su infancia revelan dos rasgos básicos y perdurables de su temperamento: una modestia sincera y una curiosidad insaciable. A la muerte de su madre en 1817, sus tres hermanas mayores fueron las encargadas de supervisar la educación de Charles y de su hermana menor Catherine. Darwin estudió primero en casa bajo la tutela de su hermana Caroline antes de asistir durante el día a un colegio. En 1818 Darwin entró interno en otro colegio situado a menos de dos kilómetros de su casa. Allí permaneció hasta 1825.
Fue un alumno extraordinario y sentía que perdía el tiempo en el colegio con el estudio de los clásicos grecolatinos. Aprendió química con su hermano mayor Erasmus, en un laboratorio improvisado en el cobertizo del jardín de su casa. Juntos investigaron la composición de varias sustancias domésticas, mezclándolas, cociéndolas, separándolas y cristalizándolas. A través de estas actividades y un estudio riguroso, Darwin aprendió los principios básicos de la experimentación científica.
En 1825, con solo 16 años, Darwin se unió a su hermano Erasmus en la Universidad de Edimburgo para estudiar medicina. Le horrorizó presenciar sangrientas operaciones que entonces se realizaban todavía sin anestesia, por lo que decidió abandonar los estudios en medicina.
Darwin aprendió más de la ciencia en su tiempo libre que a través de las lecciones recibidas. En Edimburgo acudió por primera vez a sociedades científicas. Le impresionó el mundo de aquellos hombres pertenecientes a la élite, que leían y discutían sobre artículos de revistas y libros científicos. Ahí también tuvo contacto con técnicas que le permitieron observar y conocer invertebrados y aves; cabe mencionar que durante su segundo año en la universidad asistió a la cátedra de Jameson sobre Geología y Zoología pero le eran increíblemente aburridas por lo que el único efecto que produjeron en él fue la determinación de que “jamás leería un libro sobre geología”. Para 1831 Darwin acababa de abandonar la universidad y rebosaba talento científico. John Henslow, su mentor en Cambridge era consciente de ello y animó a Darwin a estudiar geología. En contra de su anterior determinación de no estudiarla jamás, “emprendió la tarea con entusiasmo”.
Tiempo después un oficial de la marina, Robert FitzRoy, había obtenido el mando del HMS Beagle para un segundo viaje de investigación por aguas de Sudamérica; ante esto se vio en la necesidad de conseguir a un naturalista capaz de estudiar los lugares aún poco explorados que visitarían.
Preparado ya para un viaje que cambiaría su vida por completo, y tras consultar a expertos científicos y comprar el equipo necesario, Darwin subió a bordo del Beagle e inició una bitácora para registrar sus experiencias. Tras dos salidas en falso debidas al mal tiempo, se hicieron a la mar desde Davenport el 27 de diciembre de 1831. El mundo se abriría ante ellos.
Así como este breve recorrido que nos llevó a conocer un poco más de la vida de este gran naturalista, en la exposición “Darwin. Apto para todas las especies” seguramente te embarcarás junto a Darwin en un apasionante viaje que te llevará a conocer cómo fue que llegó a postular una de las teorías más importantes para la humanidad. Seguramente el lector pensará: ¿y esto qué tiene que ver con la cristalografía? Gracias a las investigaciones de Darwin y de muchos otros científicos que han continuado con los estudios sobre evolución, hoy en día y con ayuda de la cristalografía asistida por rayos X, es el principal método para la obtención de información estructural en el estudio de proteínas y otras macromoléculas orgánicas, como las de ADN, con lo que los científicos evolucionistas pueden estudiar a las diferentes especies. Todo esto y más encontrarás en las salas que albergan la exposición que te invitamos a conocer y sin más te deseamos un feliz viaje por la ciencia.
Para saber más:
Darwin, el hombre que cambió la historia de la ciencia. Editorial Tikal. 2009.
F Tras las huellas
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