Thomas Hobbes (1588-1679) fue un filósofo inglés que nació en una época en la que tenía poco tiempo de haberse generado la división del cristianismo con la reforma iniciada por Martín Lutero (1483-1546), marcando un momento particularmente interesante de la historia. Las razones que explican esta escisión o segmentación (que sería conocida como el cisma de la iglesia), giraban en torno a que se proponía la disolución del poder papal, como un ente que concentraba prácticamente todos los usos y costumbres; la venta de las llamadas “indulgencias”, es decir, el perdón de los pecados pagando una cantidad de dinero u obsequiando un bien a la iglesia, así como la acumulación irracional de riquezas.
Este periodo se identifica con el concepto de absolutismo en el cual, el monarca o rey, era poseedor de todo el poder del estado. Para esto, era determinante suponer que había una especie de identificación directa del soberano con dios, teniendo derechos divinos exclusivos. Bajo estas condiciones, administraban la justicia de acuerdo a su conveniencia, ejercían un control despótico sobre los funcionarios, cobraban impuestos sin beneficios sociales y ejercían una política exterior sin informar al pueblo o al parlamento algún tipo de cuentas.
Las causas que provocaron esta concentración de autoridad obedecieron, dentro de otros factores, al desequilibrio que se generó con la entrada de oro y plata desde el continente americano, provocando una baja en el precio y falta de rentabilidad en su obtención local. Además la población creció, lo que implicó una necesidad de aumentar la producción de bienes, servicios y alimentos, con un incremento en los precios y la correspondiente inaccesibilidad para las mayorías. Sin absolutismo, no podría haber control social.
En este punto, Thomas Hobbes escribió un libro al que denominó Leviatán o la materia, forma y poder de una república eclesiástica (Leviathan, or The Matter, Forme and Power of a Common Wealth Ecclesiasticall and Civil).
La palabra Leviatán hace referencia a una bestia marina que se describe en el antiguo testamento de la Biblia (Génesis 1:21), y aunque en este capítulo no se plantea el nombre, a lo largo de todo el texto es mencionado reiterativamente, como un ser vinculado al demonio, criatura infernal, ente detestable o monstruo maléfico.
El texto resulta un clásico de la literatura política pues plantea el concepto de derecho natural; es decir que la razón e inteligencia, vinculan la cultura y el universo para alcanzar un estado de armonía en el hombre. Pero como el pensamiento puede tener innumerables variantes, se justificaba la creación de un Estado.
Por otro lado, el hecho de que los bienes son limitados, obliga a que los seres humanos (que son iguales) tengan que establecer mecanismos de competencias por el deseo de querer obtener los recursos del otro. De este modo, la consecuencia es la desavenencia, pugna, conflicto y antagonismo que provocarán las guerras.
Pero como un proceso bélico va en contra del deseo de vivir y además, vivir bien, lo que se establece es un deseo de convivir gregariamente en una sociedad, bajo un pacto regido por el Estado, el cual es llamado por Thomas Hobbes precisamente Leviatán. Pero aquí se justifica la aplicación de la violencia a todo aquel que rompa con el pacto social, sin tomar en cuenta al individuo, sino a la sociedad, recayendo la responsabilidad de aplicar la justicia en una figura monárquica; es decir, un rey.
Resumiendo, Hobbes expresa que el poder político se encuentra por encima de todo. Pero estamos hablando de un libro publicado en 1651, en una época que absurdamente concentraba literalmente todo en la figura de un soberano, avalado por un poder divino que le permitía hacer lo que quisiera, desde lo más ruin y perverso hasta lo más maniático y chiflado.
Regresando al libro Leviatán, en el capítulo XXIX, titulado “De las causas que debilitan o tienden a la desintegración de un estado”, Hobbes establece una serie de analogías con las enfermedades humanas y plantea que uno de los primeros problemas que enfrenta un estado deteriorado, surge de una procreación defectuosa. La analogía con el gobierno mexicano no puede ser más ilustrativa, que en un origen fraudulento elevó a nivel de la presidencia, a un individuo iletrado, despreciado y ridiculizado por la gran mayoría, que incluye incluso a personas del extranjero.
En ese mismo capítulo, Hobbes explica que de la misma forma en la que padres enfermos tienen una altísima probabilidad de engendrar hijos defectuosos, pueden darse como consecuencias la muerte prematura (en el mejor de los casos) o bien una mala calidad de vida manifestada por “cálculos y pústulas”. La curación de estos males, implican medidas que socialmente se expresan con un mal gobierno que, ante la incapacidad de establecer un régimen pacífico, a la larga tendrá que apoyarse en países vecinos para sostenerse, a un costo de carácter brutal.
Este simple análisis aclara con una nitidez excepcional, el porqué de las reformas actuales implementadas, bajo la implacable entrega de los bienes naturales de México, para sostener a un gobierno debilitado por una infinidad —tomando conceptos de Thomas Hobbes— de enfermedades intestinas.
Pero en Puebla no solamente tenemos a un monarca que provoca enfermedades en el estado, sino algo peor de lo que pudiese describir en toda su maledicencia el mítico Leviatán bíblico, pues este individuo se encuentra enfermo y alterado de las más básicas funciones mentales.
Vinculado con represiones por todos conocidas, es un depredador cultural que, en un hecho sin precedentes, sistemáticamente destruye monumentos históricos para transformarlos en “estacionamientos”, privilegiando los automóviles a costa de las personas que vivimos en la ciudad. En una absurda brutalidad, tira árboles sustituyendo el pasto por cemento, como si esto no tuviese un impacto climático. Sin consultar públicamente lo que puede ser útil a la sociedad, ejerce un presupuesto traducido en deuda, con proyectos que en un momento llegaron a producir hilarante risa por lo incoherente y alocado, pero ahora provocan verdadero pánico por lo que cuesta y porque condicionará deudas generacionales. Exterminador del medio ambiente en función de proyectos sin una base sustentable a largo plazo, construye un gaseoducto que a la larga no será funcional por el agotamiento de este recurso no renovable, basando su estrategia de gobierno en el beneficio de lo inmediato, a costa de lo que sea.
En fin. La visión de Thomas Hobbes como un analista de lo que sucedía en los siglos XVI y XVII, a la vista de las sociedades modernas, podría parecer primitiva; pero para nosotros es más real y actual de lo que se podría imaginar. Entonces las conclusiones son obligadas.
Si un parásito es un ser vivo que se desarrolla a expensas de otro, los políticos no pueden ser más representativos. Pero cuando un parásito poco evolucionado afecta hasta el grado de provocar la muerte del ser vivo al que está parasitando, obviamente marcará su fin y el del organismo en que habita.
Desgraciadamente esto es lo que está pasando y no veo, ni siquiera lejanamente, la forma en la que se pueda resolver esta trágica situación.
El Leviatán que vivimos ahora será el infierno que sufriremos pero sobre todo, el que heredaremos a una juventud que, sin tener la culpa, deberá pagar con sangre las consecuencias de este averno, generado por un psicópata de mentalidad medieval.