¿Quién ordena nuestras acciones?

El sistema nervioso central comanda todas las acciones que realizamos, tanto las voluntarias como las involuntarias. Dentro de las posibles acciones que realizamos de forma cotidiana, cientos de ellas pasan desapercibidas por nuestro yo consciente. Estas acciones incluyen los llamados reflejos espinales, aquellos movimientos que realizamos sin necesidad de involucrar al cerebro. Tal es el caso del reflejo patelar. Seguramente han visto la escena: un médico de bata blanca golpea con un pequeño martillo de hule al paciente y la pierna de éste se extiende (Figura 1A). Otro reflejo muy “natural” es el llamado reflejo de retirada, en el cual, al percibir una sensación dolorosa, activa los músculos adecuados para poder alejar la zona afectada por el dolor (Figura 1B). Por otra parte existen movimientos que realizamos utilizando toda nuestra atención mientras aprendemos a ejecutarlos; sin embargo, una vez aprendidos se efectúan de manera inconsciente; ejemplos de éstos son caminar, tragar saliva, nadar, andar en bicicleta. Al realizarlos de forma inconsciente no tenemos problemas con ellos; podemos efectuarlos sin percatarnos, pero tan pronto pensamos en ellos, estas maniobras se hacen patentes en nuestro sistema nervioso, y entonces comienza a realizarlos de forma consciente; por ejemplo, piensen en los movimientos de la lengua necesarios para tragar saliva; acaban de reemplazar las estructuras subcorticales que se encargaban de mover la lengua y ahora es su corteza motora la que efectúa esta tarea. Pasará un rato hasta que vuelvan a tragar saliva de forma automática… siento haberles causado esta molestia temporal.

Figura 1. A) Reflejo patelar o miotático. Al percibir un estiramiento, el huso muscular activa su musculo agonista y lo contrae. B) Reflejo de retirada. Al percibir un estímulo doloroso, la neurona sensorial activa al musculo flexor cercano al sitio de dolor y lo activa para lograr una contracción y retirar la zona dañada.

Sin embargo, lo interesante surge cuando tenemos que efectuar movimientos de forma consciente, ya que son estas acciones las que nos permiten interactuar de forma compleja con el medio ambiente.

A finales del siglo pasado, Benjamin Libet condujo una serie de experimentos para establecer la temporalidad de un movimiento voluntario y la decisión consciente relacionada con esta acción (Libet 1985a). Durante estos experimentos, a los sujetos se les pedía que decidieran, de forma arbitraria, cuándo flexionar su muñeca, mientras veían un punto moverse en forma circular en un osciloscopio (Figura 2A). Libet esperaba encontrar qué ocurría con la actividad eléctrica de la corteza del cerebro durante un proceso voluntario. Para su sorpresa, descubrió que el momento en que los sujetos reportaban el instante en que decidían mover la mano era aproximadamente 0.2 segundos antes de que lo hicieran. Esto es de esperarse, dada la propia naturaleza del retraso que existe entre una activación en la corteza motora y la contracción de los músculos elegidos. Nuestras decisiones preceden a nuestras acciones. Sin embargo y para su sorpresa, Libet también encontró un potencial lento llamado “potencial de preparación” (RP por sus siglas en inglés). Este potencial ocurre 0.55 segundos antes de la flexión de la mano. Es decir ¡0.35 segundos previo a que el sujeto marcaba su “decisión” de mover la mano! Lógicamente Libet concluyó que estos resultados entraban en conflicto con el concepto de la voluntad, ya que el RP tendría que ocurrir al mismo tiempo que la intención (Figura 2B)

Esta conclusión de Libet puede establecerse como sigue: Si un evento cerebral no-consciente fuese la causa de una acción a realizarse posteriormente, pareciera aparente que dichas acciones no forman parte de nuestras “decisiones” que nos permiten efectuar las acciones que realizamos cotidianamente, sino que se trata de un proceso completamente “involuntario”. Como si alguien existiera en los niveles más básicos de consciencia y efectuara las decisiones y acciones a realizar, y posteriormente se encargara de informarnos para que tengamos la impresión de que nosotros efectuamos dichas acciones.

A Libet le preocupaba mucho que la “percepción de la intención” no formara parte de la formación de una acción. Es decir que se tratara de un epifenómeno, de ser correcta esta hipótesis, podríamos olvidarnos del libre albedrío, porque asumimos que la voluntad por sí sola tendría que ser suficiente para que fuéramos capaces de actuar o realizar cualquier tarea voluntaria. Pensamos que nuestras acciones definen lo que somos… pero ¿y si no somos dueños de nuestras acciones? ¿Quiénes somos?

Figura 2. A) Experimento de Libet. Un sujeto observa un haz circu- lar en un osciloscopio y decide cuando quiere mover la muñeca. B) Registro promedio donde se observa cómo existe un potencial previo a lo que el sujeto definió como el instante en que decidió mover la mano.

Figura 2. A) Experimento de Libet. Un sujeto observa un haz circu- lar en un osciloscopio y decide cuando quiere mover la muñeca. B) Registro promedio donde se observa cómo existe un potencial previo a lo que el sujeto definió como el instante en que decidió mover la mano.

Pero no caigamos en la desesperanza; Libet también encontró que los mismos sujetos (y todos los humanos por añadidura) son capaces de “vetar” una decisión (Libet, 1985b). Es decir, impedir que la flexión de la mano se efectuara de último momento. Este “frenado de emergencia” ocurre en los 0.15 segundos previos a la acción. Esto sugiere que existe una ventana de voluntad y parece indicar que nuestras decisiones son más bien elecciones entre hacer y no hacer un movimiento. Si esta evidencia es correcta, nuestra voluntad se parecería más a un mecanismo de control preventivo que activadores del movimiento.

De forma independiente Walter (1963) pidió a un grupo de pacientes en recuperación de cirugía cerebral (no específica), que presionaran un botón para cambiar entre dos diapositivas; sin embargo, el botón era solo un señuelo, y las diapositivas eran controladas por el RP. Los pacientes reportaron una extraña sensación de que las diapositivas cambiaban como si adivinaran su pensamiento. De nueva cuenta un evento neuronal previo a la decisión de efectuar una acción parece ser el encargado de realizar la acción.

Claro, existen numerosos detractores de dichas teorías; entre ellos hay quienes apelan a la subjetividad de las pruebas de Libet y de Walter, ya que sus experimentos requieren que los sujetos reporten datos sobre lecturas electrofisiológicas, siempre existe el riesgo de que haya sesgos en la percepción subjetiva de los sujetos (Breitmeyer 1985). Incluso algunos llegaron a argumentar que la percepción visual del reloj no ocurre en las mismas regiones que el procesamiento de la ejecución del movimiento. Entonces ambos procesos difieren en su construcción mental, por lo tanto tampoco debería haber sincronización neuronal (Dennet 1993).

La hipótesis de Libet sigue vigente, así como sus detractores; sin embargo, aún falta mucho por explorar dentro del cerebro, y la respuesta aún sigue oculta dentro de esa masa de 3.3 kilogramos.

 

Bibliografía

 

Libet B., 1985a, ““Unconscious cerebral initiative and the role of conscious will in voluntary action” in Behavioural and Brain Sciences, 8(4): 529-539.

 

Libet B., 1985b, “Theory and evidence relating cerebral processes to conscious will” in Behavioural and Brain Sciences, 8(4):558-566

 

Walter G., 1963, Osler Society Presentation, Oxford University. In Dennet 1993, “Consciousness Explained”. London: Penguin.

 

Breitmeyer B. G., 1985, “Problems with the psychophysics of intention” in Behavioural and Brain Sciences, 8(4):539-540

 

Dennett D. C. ,1993, “Consciousness Explained”. London: Penguin.

 

[email protected]