Según Steve Jenkins en su libro Sólo un segundo, una manera distinta de percibir el tiempo, en un segundo: un abejorro aletea 200 veces; en un minuto: la luna viaja 61 kilómetros en su órbita alrededor de la Tierra; en una hora: un topo puede cavar un túnel de seis metros de largo; en un día: el corazón de una persona adulta late 100 mil veces; en una semana: la Estación Espacial Internacional orbita la Tierra 130 veces; en un mes: se publican 84 mil libros; en un año: el calentamiento global ocasiona que el nivel del mar se eleve tres milímetros… y, ¿qué pasa en 10 años?
En 10 años se funda, da servicio ininterrumpido y se consolida una singular biblioteca y bebeteca: la del Consejo Puebla de Lectura, A.C., que durante ese periodo habitó una casona en el barrio El Alto, en la ciudad de Puebla, para compartir muchas y muy significativas experiencias en compañía de historias, libros y personas siempre dispuestas al diálogo, a la charla abierta, a la asesoría, al debate, a la creatividad, a la imaginación y al intercambio.
De manera muy distinta a lo que sucede en una biblioteca tradicional, llegar al Consejo Puebla de Lectura significaba dejar por un rato lo cotidiano para escuchar una lectura, un cuentacuentos, charlar con amigos, tomar un taller de ciencia o de literatura, escuchar a un especialista en una plática, mirar muchos libros, sentarse a leer cómodamente en un sillón o en el suelo, participar en un círculo de lectura, etcétera.
Hacer una lista de los muchos y maravillosos encuentros que podrían caber en esta medición del tiempo sería interminable. Por los pasillos y páginas de los libros de esta biblioteca ciudadana pasearon usuarios, maestros, mediadores, lectores, autores, ilustradores, estudiantes de servicio social, vecinos del barrio y de barrios aledaños.
Dice la mediadora Ivonne Ramírez, hablando de una biblioteca que ella misma diseñó y creó, que un espacio así, más que una biblioteca “es un refugio. Y poder refugiarse es un derecho inalienable”. La biblioteca y bebeteca del CPL en El Alto fue un refugio de palabras para los bebés, muchas veces desprovistos de éstas; un refugio para los niños, en busca de un espacio y tiempo íntimo donde compartir algo con sus padres; un refugio para los jóvenes, donde sentirse tomados en cuenta; un refugio para los adultos, para volver a soñar e imaginar a través de las palabras.
En este refugio, Pablo, de tres años, pidió leer más de 15 veces el mismo libro; Pedro, de 10, leía frente a su madre antes de irse; Yolti, de cuatro, llegaba gritando que le leyeran; Balam, de uno, se sostenía de los libreros para caminar; Andrés, de tres, no podía salir de la biblioteca sin libros para leer en casa; Brisa, de dos, se despojaba de su ropa para ponerse cómoda para leer; Aisha, de ocho, se llevaba libros para leer con otros niños más pequeños. Pero no solo los niños hicieron suyo este espacio: el señor López llevaba siempre libros para sus nietos, la señora Sara no se perdía una sesión del círculo de lectura, Rocío dice que empezó a llevarse mejor con su hija a partir de los libros, José asistía siempre con su pequeña sobrina a leer a la biblioteca y muchos jóvenes multiplicaron este refugio, formándose también como mediadores de lectura.
Las experiencias en este espacio son inconmensurables, pero el tiempo se percibía más o menos así: en un segundo: un niño se sorprendía con la ilustración de un álbum ilustrado; en un minuto: una persona observaba varios libros antes de decidir cuál leer; en una hora: un mediador leía hasta una decena de libros a un grupo de niños; en un día: 60 libros viajaban a diferentes casas; en una semana: más de 300 libros se tomaban de las estanterías; en un año: más de 3 mil personas asistían a la biblioteca. En realidad son solo números, pues las experiencias que todo esto implica en la vida de las personas, difícilmente se pueden contabilizar.
Como los caracoles, a donde quiera que vayamos llevamos con nosotros nuestra casa, que son los libros, los lectores y la palabra. Pronto daremos noticia de un nuevo lugar para seguir compartiendo nuestro refugio.
Tras 10 años de actividades ininterrumpidas, el 18 de diciembre de 2014, el Consejo Puebla de Lectura entregó al gobierno del estado de Puebla la casa que albergaba su biblioteca y bebeteca. Este lamentable hecho se debe a que el contrato de comodato se venció y no hubo posibilidad de renovarlo. Ahora buscan un nuevo espacio para continuar con su trabajo.
Informes y propuestas en:
Tel. +52 (222) 4049313 o 4049314.
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