El suelo es uno de los hábitats menos conocido y al que se le ha restado importancia ecológica. México presenta una compleja historia geológica; esto ha permitido que tengamos una gran diversidad de suelos con distintas características y distintos orígenes.
Al visitar cualquier ecosistema lo primero que hacemos es fijarnos en los animales o plantas más grandes, difícilmente bajamos la mirada y le prestamos un poco de atención a un diminuto universo en espera de ser explorado. Los suelos, debido a sus características, han permitido a lo largo de los años ser el hogar y el sustento de muchos de los seres vivos; sin embargo, han sido poco valorados, llevando a que hoy en día la mayor parte de los suelos del país sufran grandes problemas de erosión, debido a la transformación acelerada de las superficies forestales en áreas para cultivo, ganado o para el crecimiento de las ciudades, siendo uno de los procesos más comunes en los últimos años en diferentes regiones del país.
A través de los años diversos investigadores han centrado sus temas de estudio en ver el cambio de la cobertura vegetal y el cambio de uso de suelo, los cuales determinan las bases para conocer las tendencias de deforestación, desertificación y pérdida de la biodiversidad en un lugar determinado. Un ejemplo de esto son los bosques templados de México, los cuales han sido estudiados ampliamente, debido a que el suelo juega un papel importante en estas zonas, como proporcionar servicios ambientales indispensables para el sostenimiento del ecosistema, así como de la vida humana. La función más conocida del suelo de estos bosques es la de soporte y suministro de nutrientes a las plantas; sin embargo, el suelo cumple con otras funciones de igual importancia, como la de tener características físicas que permitan la filtración del agua y con esto mantener la regulación del sistema hidrológico, influyendo en la retención o pérdida de agua y en su purificación o contaminación, dependiendo las circunstancias. Igualmente, constituye el medio en el cual se realizan ciclos biogeoquímicos, los cuales permiten la reincorporación de la materia orgánica del lugar. Como resultado de estos procesos se estima que el suelo capta la mayor cantidad de carbón almacenado, siendo la tercera fuente más importante de carbono en el planeta, ayudando a que la cantidad de dióxido de carbono liberado a la atmósfera sea menor. Además de estas características, se sabe que el suelo es el hábitat de una gran cantidad de organismos como insectos, arañas, reptiles, anfibios y pequeños mamíferos.
Entonces, al hablar de los bosques templados de México, no solo nos referimos a la gran diversidad biológica del lugar, sino también a una gran diversidad de suelos, convirtiéndolos en sitios importantes para la conservación.
A nivel mundial, el principal factor de degradación de los suelos es la erosión hídrica, la cual origina problemas al menos a tres niveles. El primero es a nivel de parcela, en donde se afectan las propiedades del suelo, reduciendo la disponibilidad de agua y nutrientes para la plantas. El segundo es a nivel regional o fuera del sitio, en donde la erosión de los suelos origina problemas de sedimentación e inundación, alterando la estructura y funcionamiento de otros ecosistemas terrestres y acuáticos y finalmente el tercero, es a nivel global, en donde este proceso contribuye al cambio climático, a la pérdida de biodiversidad y a la modificación de las cuencas hidrológicas tanto nacionales como internacionales.
Durante las últimas décadas los estudios de degradación de suelos en México se han centrado en la evaluación de la erosión hídrica. Sin embargo, el conocimiento del estado actual de este fenómeno es aún incipiente.
Lamentablemente a través de los años, el deterioro de los ecosistemas cada vez es más fuerte, debido a la degradación de sus suelos relacionados principalmente a las actividades antropogénicas, disminuyendo la capacidad de sostener cualquier forma de vida, inclusive la humana.
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