Solo hace falta echar un vistazo a las redes sociales, noticieros o periódicos para darnos cuenta de todos los problemas ambientales que se han desarrollado en los últimos años en nuestro país, problemas que requieren de atención inmediata. También podemos observar que las agendas y los discursos de los que ahora van camino a formar parte de la contienda electoral se llenan de propuestas para mitigar tales problemas ambientales; algunos con la firme intención de apoyar e impulsar leyes que, si bien al parecer no es el caso de todos, la mayoría de estos candidatos no comprenden.
Tal es el caso de la ley para evitar animales en los circos. La ley Circos sin animales, propuesta por el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), claramente no fue analizada a profundidad por sus promotores, ya que ahora se presenta un gran problema: qué hacer con estos animales; un gran número de los señores dueños de los circos, que se dicen dueños de estos animales y amarlos, al menos así lo han hecho saber, presentan problemas para mantenerlos y los van a sacrificar; de eso se ha hablado en redes sociales y hasta han existido debates en programas de radio y televisión, pero cómo no, si nadie advirtió a los eruditos del PVEM que los animales comen y si se enferman necesitan veterinarios especialistas, además de medicamentos, etcétera. Pero regresando con los amantes de los animales, no se supone que amaban a estos animales, pagaron por ellos; por lo tanto, queridos empresarios de los circos, ahora háganse cargo de ellos, o qué, ¿el amor a los animales solo existe desde la perspectiva económica?, porque si es así, podríamos pensar que son grandes amantes del capital y no amantes de los animales; entonces a secarse las lágrimas, señores, y a dejar de desgarrarse las ropas. Pero sin duda ellos, los dueños de los circos, no tienen toda la culpa; no, no, no. Analicemos el gran problema que se presenta cuando las sociedades dejan de lado ver a la naturaleza como un bien y la ven como un recurso, recurso al cual ponen precio; ahora nos podemos hacer la gran pregunta: ¿en qué momento a los gobiernos de los distintos países que cuentan con la distribución potencial de las especies más codiciadas por los circos se les dio la factura que acredita que la vida silvestre y los bienes naturales se pueden comercializar así nada más porque sí?; si bien, es importante analizar que hablando de conservación, les guste o no tanto a circos, a zoológicos y a los gobiernos, sí, por mantener permisos de comercialización y no verdaderas leyes que protejan a flora y fauna de cada ecosistema, han formado parte de la disminución de las poblaciones silvestres, ya que al tener gran demanda muchos de ellos alimentan redes de contrabando a nivel mundial que permanecen vivas a costa de gobierno y con el dinero de empresas que dicen amar a los animales, y si no, solo basta con echar un vistazo al caso de miles de delfines que llegan a los hermosos parques acuáticos. Ahora se habla de que los zoológicos y circos son reservorios genéticos de animales en peligro de extinción; claro, pues sus hábitats están muy deteriorados para que los pocos organismos que se han salvado del circo, el zoológico o la sala de algún buen cazador puedan tener éxito reproductivo; surge entonces otra pregunta, ¿hasta qué punto los pocos animales de estas especies en peligro que se encuentran en los circos pueden presentar esa diversidad genética de la que hablan los expertos de los circos?, y así, salvar a las especies en peligro de extinción. Que de eso sí, señores políticos, de eso sí tienen la culpa, ya que la falta de verdaderas leyes que conserven a las especies y sobre todo a sus hábitats, y si se pretende hacer un buen manejo de estas áreas ricas en diversidad lo mejor es respetar a las poblaciones humanas que durante muchos años han vivido ahí y conocen las zonas, lo que sin duda nos recuerda que las propuestas gubernamentales para la conservación obedecen a los grandes intereses políticos y económicos en donde están involucrados otros empresarios, si, como ustedes, señores de los circos, solo que esta vez los gobiernos han votado a favor de leyes que declaran áreas naturales protegidas y con ello se ha observado el despojo de las tierras de las comunidades asentadas en dichos lugares que durante años han vivido ahí y han hecho un uso racional de los bienes naturales, para que después lleguen las grandes empresas como Grupo México u otras transnacionales, y con un poco de dinero, como dice el dicho “con dinero baila el perro”, se llevan a cabo cambios de uso de suelo para que esas tierras sean explotadas por mineras, entre otras, con una gran bandera verde, pero eso sí: con tecnologías y proyectos de manifestación de impacto ambiental que harán del manejo de esos lugares, según dicen ellos, sustentable.
Y si esto no es poco, basta con pensar un poco en la ley de aguas nacionales, una ley que pretende entregar a manos de empresarios y extranjeros un bien nacional en donde salta nuevamente el despojo de comunidades indígenas, de donde, paradójicamente, hay agua para esto; ya se habla de un artículo, el 263, en donde a la Comisión Nacional del Agua (Conagua), se le da facultad de solicitar auxilio de la fuerza pública para hacer cumplir sus determinaciones. Por otro lado y al contrario de lo que sabemos, gracias a organismos internacionales, esta ley plantea el uso de 50 litros al día por persona y no de 100, como se maneja a nivel internacional. Lo anterior como ya lo hemos ido analizando en otras contribuciones.
Podríamos continuar con líneas y líneas en donde se aborden problemas que como decíamos al principio son de importancia y seguramente todos nos los hemos encontrado en redes sociales y hasta hemos firmado peticiones hechas en páginas diseñadas para ello; sin embargo, lo importante de esto, sin duda, es la capacidad de análisis e información que cada uno de nosotros tengamos para que cuando lleguemos a las urnas y elijamos a alguno de estos señores que prometen el cielo con todas sus estrellas, no nos quedemos mirando el cielo mientras ellos nos roban lo que tenemos a nuestro alrededor.
Ojalá, y como escribió algún día Eduardo Galeano, recién fallecido, “ojalá y llegue un día en donde nos neguemos a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria, y que llegue el día en el que amemos a la naturaleza de la que somos parte”, así nada mas, sin precio.
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