Cuando realicé el examen para ingresar a la Escuela de Físico Matemáticas se decía que la escuela era un nido de comunistas; era 1969. Hoy tenemos ejemplos claros del rigor científico y del ambiente académico que impera en la Facultad; Puebla a nivel nacional es reconocida por su tradición en la enseñanza de la física.
Nuestra generación (1970) era nutrida en comparación a los años anteriores: 30 alumnos; antes, si acaso 10. Se vivía la masificación de las universidades públicas. Nuestra generación no se destacó por su participación activa en los comités de lucha, y eso que eran tiempos de una amplia participación política dentro de la universidad. Claro que hubo quienes asistían a las manifestaciones, quienes se involucraron mucho en la lucha —buenos físicos que truncaron su carrera—, también quienes nuevamente se incorporaron y terminaron.
Mi primer contacto en la escuela fue con Agustín Valerdi, joven, de trato cordial y agradable. Mi formación básica estuvo a cargo de excelentes profesores de matemáticas, Fernando Velázquez, Jesús Pérez Romero, los físicos Raúl Cuéllar y Guillermo Martínez Peña.
Con los grupos avanzados estaban los grandes investigadores que venían de la UNAM; Eugenio Ley Koo, Luis Ponce, Virgilio Beltrán, Raymundo Bautista, él daba unas clases maravillosas; me regocijaba tomar sus cursos; y Leopoldo García Colín fue muy representativo para nuestra generación. Del Cinvestav llegaron posteriormente Rafael Baquero Parra, Carlos Cambero Vizcaíno, Jesús Reyes Corona; ellos formaron el pequeño grupo de bajas temperaturas ¡y altas pasiones! decíamos de vacile. Eduardo de la Rosa, Alejandro Cornejo y Oswaldo Harris venían del INAOE a darnos clase.
Los investigadores atraían a los alumnos y se conformaban grupos de investigación; así es como se fundó el laboratorio de física del estado sólido con la incorporación de Alfred Zehe, colaborador importante en el desarrollo y la consolidación del Instituto de Ciencias. De esos grupos nació el que fundó el Instituto de Física de la Universidad.
Teníamos un entusiasmo enorme, estudiar física en aquel entonces era algo fuera de serie. Como ahora, las carreras más asiduas eran medicina, leyes, contaduría, administración, se podía poner un despacho o un consultorio.
Pero estudiar física siempre despertaba el ¿de qué vas a vivir?¿Qué vas hacer cuando termines de estudiar? No se tenía claro para qué servía una licenciatura en física o matemáticas. La mayoría de los que ingresamos en ese entonces lo hacíamos por el interés de aprender, esa era nuestra principal motivación, una cuestión de puro conocimiento.
El ambiente de estudio e investigación era muy interesante, los profesores siempre venían con mucho gusta a impartir su curso y creo que los sueldos que en aquel entonces percibían estos apasionados de las matemáticas y la física, eran mínimos. No comulgo con la idea de que en aquellas épocas la universidad vivió un momento de descomposición.
Era un ambiente netamente universitario, con el rigor académico que se requería, la gran participación política permitía tener una visión distinta de los problemas, no estabas concentrado únicamente en tu disciplina, no estabas aislado de lo que acontecía en la sociedad, la universidad permitía conocer y percibir las injusticias sociales, y eso, de alguna forma, nos impulsó a continuar estudiando.
Los profesores nos decían: ustedes vienen a estudiar; lo primero que tienen que hacer es aprender álgebra, quien no aprenda no podrá continuar, así que van a tener que aprender, y para eso es esta clase y, si no quieren hay otras opciones, búsquenlas.
Guillermo Martínez Peña me impactó enormemente: un conocedor de la física como pocos, se dedicaba la solución de problemas y tenía la facilidad para motivar a la gente, de incitar al pensamiento.
Raymundo Bautista me dio el curso de Espacios euclidianos, él es un matemático muy formal, con una gran facilidad en la resolución de teoremas y la virtud de hacer analogías físicas muy interesantes. Imagínense el espacio, imagínenlo en tres dimensiones, qué características tiene… y así iniciaba sus explicaciones de lo que es un espacio euclidiano y no euclidiano.
El ingeniero Terrazas nos daba Filosofía de la ciencia; tenía la capacidad de darle a todo la dimensión histórico social; eso era formidable. Te hacía notar cómo el intelecto se fue revolucionando; por ejemplo, entender las leyes de la física desde el momento histórico en que surge, el momento evolutivo del intelecto.
A todos los estudiantes decía: “No vamos a salir de nuestra ignorancia si no estudiamos; necesitamos ser los mejores”.
Indudablemente el ingeniero Luis Rivera Terrazas era un destacado dirigente político y demostraba su capacidad, pero nunca mezclaba las cosas; siempre mantuvo ese rigor. En su clase te hablaba de filosofía y ciencia; si le preguntabas sobre temas en concreto, claro que expresaba su opinión.
Las preparatorias
En 1973 algunos estudiantes nos hicimos cargo de los cursos de matemáticas y física de algunas preparatorias. Nos planteó la situación: el nivel de conocimientos es bajo y errado. Vean los libros de física que se estudian en la preparatoria —y nos enseñaban los libros—, solo tonterías sobre la Física. Las clases las imparten abogados, médicos, contadores. Su preparación solo les permite recitar, dictar, escribir en el pizarrón.
Nos propuso hacernos cargo de algunos grupos; ahí comenzamos a dar clases. Se cambiaron los libros de texto, se elevó el nivel académico, se fundó la preparatoria Emiliano Zapata.
La reforma universitaria fue una reforma académica y política. Los beneficios que eso trajo fueron mayores que el desprestigio del que fue supuestamente rescatada. El movimiento de reforma universitaria revolucionó la forma de pensar de los universitarios, ahí surgió nuestra carrera en la investigación, como la de muchos de los actuales investigadores. El ejercicio libre de pensamiento nos ayudó a modificar muchas cosas en el ámbito universitario.
Y como en todo, hubo quien aprovechó y llevó agua a su molino —eso sucede en todos lados.
Hoy en la facultad se vive el mismo rigor académico, el mismo entusiasmo por participar en proyectos de investigación; la planta académica de posgrados es de nivel internacional y Puebla es reconocida en el país por su enseñanza en la física y matemáticas.