Del sueño americano a «fantasías»: el panorama desalentador de retorno y reinserción

Liderados por los estrafalarios comentarios racistas de Donald Trump, los candidatos presidenciales republicanos han usando el tema de la inmigración para demostrar públicamente su poderío especialmente frente a una audiencia enajenada, que imagina a los terroristas e indeseables como cualquier grupo de personas que sea física y culturalmente diferente a los anglosajones. Al igual que en distintos momentos fascistas en la historia, “los otros” son culpados por la inseguridad económica que enfrentan millones de personas. “They just keep coming!” (¡ellos siguen viniendo!) declaró Ted Cruz a principios de febrero durante su campaña electoral en New Hampshire. ¡Asegurar la frontera! Es una retórica ya muy gastada, y sin embargo, sigue siendo efectiva para los candidatos desesperados por ganarse a una audiencia atemorizada.

No obstante, la declaración ¡ellos siguen viniendo! contradice una tendencia que ningún candidato presidencial está comentando: hay más mexicanos abandonando Estados Unidos, que llegando. Un reporte emitido en noviembre por el Centro de Investigación Pew (http://www.pewhispanic.org/files/2015/11/2015-11-19_mexican-immigration__FINAL.pdf) mostró que entre 2009 y 2014 hubo una pérdida neta de 140 mil inmigrantes mexicanos en los Estados Unidos. Esto es una continuación de la migración desacelerada, una tendencia que comenzó a mediados de los años 2000, después de la Gran Recesión, el aumento en las deportaciones y la militarización de la frontera.

10 años de decremento en las tasas de migración neta marcan un fin definitivo a la ola migratoria más grande en la historia de Estados Unidos. Tan sólo unos años antes, entre 1995 y 2000, hubo una migración neta de 2.3 millones de mexicanos a Estados Unidos.

En el pasado, la migración de retorno tan solo se consideraba como parte del movimiento transnacional y circular —ir y venir— entre México y Estados Unidos. No obstante, los nuevos patrones migratorios parecen conducir la atención hacia la experiencia de retorno y reinserción.

No hace mucho tiempo, la extracción y el procesamiento del ónix en Zapotitlán Salinas emplearon a la mayoría de los zapotitecos y muchos trabajadores de pueblos cercanos.

Sin embargo, desde mediados de los años ochentas, “el sueño americano” y los vínculos recién formados con migrantes experimentados de Izúcar de Matamoros, estimuló a los zapotitecos a probar suerte en los restaurantes neoyorquinos. Entrando a los años noventa, los flujos migratorios crecieron de manera regular. La devaluación del peso, la contracción del mercado de los productos de ónix, el corte de los subsidios de electricidad y otros factores que incrementaron el costo de la producción, condujeron a un colapso de la industria local del ónix.  El flujo hacia el norte aumentó; mujeres, niños e incluso algunas personas con grados profesionales buscaron trabajos como lavaplatos, cocineros, conserjes, niñeras, trabajadoras domésticas y profesionales de belleza en el Bronx, Brooklyn y Manhattan.

Ante la ausencia de suficientes oportunidades laborales locales para salir adelante se convirtió en una retórica para describir la obtención de necesidades básicas y algunos bienes de consumo que los migrantes y sus familias esperaban obtener por medio de la migración. Este consumo se sostenía por el ciclo de migración circular que involucraba migrar de tres a cinco años a Estados Unidos, regresar a su pueblo hasta por un año y agarrar fuerzas antes de migrar una vez más a Nueva York. La migración circular se sostenía por una frontera relativamente porosa y por la posibilidad de encontrar trabajo en el norte. Ambas condiciones eran fáciles de cumplir hasta mediados de los años dos mil.

Con el inicio del reforzamiento de la frontera en 2006 y la crisis económica de 2007, el patrón circular se desmanteló. A comienzos de 2007 en Zapotitlán Salinas hubo una precipitada caída en el número de migrantes que iban a Estados Unidos por primera vez, y aumentó el número de migrantes retornados, reflejando las macrotendencias señaladas en el reporte de Pew.

Qué está remplazando el patrón de migración circular no es totalmente claro. Las políticas de control fronterizo más estrictas conllevan a un ”embotellamiento”, forzando a los migrantes a quedarse en Estados Unidos por periodos de tiempo más largos que los periodos de tres a cinco años que observábamos anteriormente.

No obstante, quedarse en Estados Unidos no es una opción para quienes han sido deportados y cuyo reingreso no autorizado puede ser severamente penalizado con años en prisión. Un migrante deportado decidió migrar a Guadalajara, la ciudad de origen de su esposa, y buscar trabajo. El otro tomó una serie de trabajos ocasionales; producía sal, manejaba un mototaxi, trabajaba como albañil cuando se podía, y transportaba pulque de una montaña cercana al pueblo algunos días a la semana. Reflexionando al respecto, él consideraba que un futuro más seguro recae en ser guía de turistas, por el flujo constante de visitantes que van a observar el bosque de cactáceas mundialmente famoso circundante al pueblo. La pluriactividad, o  “trabajar en lo que sea”,  es sintomático de la precariedad del mercado laboral local.

Quedarse en Estados Unidos tampoco era una opción para quienes fueron forzados a regresar por la falta de empleo, las malas condiciones laborales o para atender a otros miembros de la familia. Tras la crisis económica de 2007-08, Ernesto se mudó de Los Ángeles a Nueva York para reducir los gastos y encontrar un trabajo adicional que le permitiera apoyar a su esposa y tres hijos ciudadanos americanos. Después de algunos meses su familia regresó a Zapotitlán para acortar, aún más, los gastos familiares. Ernesto siguió trabajando en Nueva York por seis meses más hasta 2009, cuando regresó para cuidar a su madre enferma. Tomó su antiguo trabajo en la extracción de la cantera, y junto con su esposa, vendía tacos en un pequeño local, durante algunas noches en la semana. Cuando se le preguntó en 2012 si el dinero que su esposa recibía de Oportunidades era un componente importante en el ingreso familiar, él respondió que era para ella y los niños. En 2013, una contracción en el mercado del ónix y el cierre de la taquería por la falta de ventas cambió la economía doméstica. Cuando se le preguntó de nuevo sobre Oportunidades, Ernesto aceptó que las becas eran esenciales y que usaban el dinero para gastos fundamentales de la unidad doméstica. Para algunas familias, la asistencia social suavizó algunas de las dificultades de la reinserción.

No todos los migrantes retornados aceptaron precariedad del mercado laboral local. Tras cuatro años de trabajar en restaurantes y tiendas de ropa en el Bronx, Beatriz regresó a Zapotitlán en 2008 debido a que su madre diabética estaba pasando por momentos difíciles con la carga adicional que significaba cuidar al hijo de Beatriz. Regresó con su hija de tres años, a quien la tuvo con su pareja en Estados Unidos. Ella se encargó de sus hijos con las remesas de su pareja y un trabajo estable como conductora de mototaxi. En 2011, cuando los mototaxis fueron prohibidos en el estado de Puebla, Beatriz no pudo pagar por los taxis que se ofrecieron como sustitutos. Por tanto, en 2012 decidió regresar a Estados Unidos con sus dos hijos, y así, reunirse con su pareja y buscar trabajo.

Quienes la edad o las obligaciones familiares hicieron definitivo su retorno, tienen una postura crítica frente a los ciclos de migración y consumo que han sido hegemónicos desde los ochenta. Hay riesgos de darle demasiado a los hijos. Explica Pedro, migrante retornado desde 2009:

 

Porque al rato con todo el dinero que tengas… no te va a querer como papá a hijo, sino, como materialista. Dicen: “mi papá estaba allá y me daba todo.” Y cuando no le des te va a decir “Regrésate, pos ya no me das.” Se vuelve como que “te quiero, pero si me das.” Entonces, pos en una edad que están chiquitos, puedes explicarles «No puedo, y ya.”

 

Explica Gilda, una madre soltera, quién regresó de manera inesperada cuando su madre murió: “Ahora que vine hago mucho análisis de la vida. Estamos haciendo muy mal en irnos… y no pensar, porque damos a manos llenas a los hijos. No sabemos decir “no”, ni ponerlos en su lugar, Nuestros hijos están viviendo fantasías”.

Al reflexionar sobre las constricciones de la migración al norte, el objetivo de salir adelante ha sido, al menos parcialmente, desplazado por una noción de mayor restricción respecto al consumo en las unidades domésticas. El sueño americano es ahora sólo una fantasía para quienes se rehúsan a reconocer una frontera más violenta y peligrosa… deberíamos considerar que los retornos definitivos y a largo plazo, más la migración desacelerada hacia Estados Unidos, son factores que destacaran en las nuevas configuraciones de flujos migratorios internacionales.

 

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