Mientras que las corrientes migratorias pioneras y más consolidadas que se originaron en los años 60 en el estado Puebla —específicamente en la Mixteca y el Valle de Atlixco— han tenido como destino privilegiado la zona triestatal de Nueva York, los migrantes del municipio de Pahuatlán, en la Sierra Norte de la entidad, transitaron en un ciclo corto distintas estaciones del sur estadounidense: casi todos empleados en granjas avícolas y lecheras tejanas, se concentraron, desde mediados de los 90, en el corredor Durham-Raleigh de Carolina del Norte, ocupados en la industria de la construcción y los servicios.
La migración a Estados Unidos en Pahuatlán se aceleró a inicios de los 90 en la coyuntura crítica del desmantelamiento del INMECAFE, contingencias climáticas y la debacle económica que desencadenó la devaluación del peso en 1994. El año de 1995 constituye un hito en la migración internacional pahuateca. A partir de ese momento la migración de primera salida aumentó y alcanzó su pico en 2000, cuando comenzó a declinar, para disminuir abruptamente en 2006 y, prácticamente, cancelarse en 2010.
Nuestros datos confirman, en lo general, la desaceleración de la migración de mexicanos al norte en esos años. De un total de 174 migrantes a Estados Unidos (activos o ya retornados) captados por una encuesta aplicada en 2010, 46.74 por ciento había realizado su primer viaje entre 1995 y 2000. En el lapso de 2001-2005 se observa una disminución de la migración de primera salida. A partir de 2006 cae de forma abrupta el número de migrantes primerizos, a la par, comenzó a elevarse la curva de los retornos, alcanzando en 2008 su pico más alto.
No obstante la ausencia de migrantes de primera salida y el aumento de los retornados, del total de personas que contaban con al menos un viaje a Estados Unidos, 49 por ciento se mantenía activo en 2010, es decir, casi la mitad de los migrantes captados seguían residiendo al otro lado. 27 por ciento de los migrantes retornó entre 2007 y 2010 y 2 por ciento fue deportado en esos mismos años. Nuestro estudio dio seguimiento a retornados a fin de documentar la reinserción en la localidad de origen y/o planes de reingresar a Estados Unidos.
Aunque el retorno no fue masivo, la contención de la migración de primera salida, la caída del empleo —por pérdida o disminución de horas trabajadas— y, consecuentemente, el declive de remesas, se han dejado sentir en el municipio. La reinserción en el lugar de origen de los inmigrantes pahuatecos cobra expresiones singulares en el caso de hombres y mujeres. La experiencia del retorno voluntario o forzado está estrechamente ligada al momento del ciclo de vida individual y familiar, es decir lo que hay que dejar atrás y el horizonte que se abre al regresar, pesan de manera diferencial. Mientras que el número de hombres que permanecían activos era más del doble de quienes retornaron entre 2007 y 2010, la cifra de mujeres activas y retornadas en esos mismos años era casi similar.
A pesar de que los deportados fueron exclusivamente varones, esta experiencia repercutió en el entorno doméstico. El traslado del grupo familiar debido a la deportación de los hombres era una experiencia desconocida hasta entonces en Pahuatlán. Sorprendía aún más el regreso de hombres solos después de haber sido deportados dejando atrás a esposas e hijos, senda que condujo, casi irremediablemente, a la disolución del vínculo conyugal y al desmantelamiento del grupo familiar.
La mayoría de los retornados no cifra su porvenir o el de sus hogares en la actividad agrícola, concretamente no ven a la cafeticultura como una alternativa económica para sus familias. Sólo uno de los 79 retornados encuestados manifestó que a su regreso, en el año de 2006, había adquirido una huerta cafetalera. Las expectativas de la mayoría están puestas en el pequeño comercio —misceláneas, cantinas y fondas—, el servicio de taxis “piratas” o ingresar a la burocracia utilizando redes políticas locales. Son muchas las dificultades que quienes regresan enfrentan para reorganizar la vida en el terruño.
Desde la crisis de 2008, muchos retornados vieron en el oficio de taxista una fuente de ingresos para sostener sus hogares. Otros invirtieron ahorros para la construcción de cuartos y locales comerciales respondientdo a la demanda de alojamiento barato de profesores, estudiantes, funcionarios menores, comerciantes que se establecen en la localidad por temporadas y de turistas que, presuntamente, llegarían atraídos por los encantos del “Pueblo Mágico”, programa de promoción turística que prometía no solo frenar la migración, sino reactivar la economía local transformando saberes, tradiciones y paisajes en oportunidades para todos.
Quienes regresaron antes de la crisis de 2008, al menos lograron construir una vivienda o emprender un pequeño negocio. Pero los expulsados después de 2007 no tuvieron el tiempo suficiente ni las posibilidades para acumular recursos básicos que hicieran menos penosa la experiencia del retorno. Trajeron a su regreso pocos “activos”, solos o en compañía de parejas e hijos pequeños, nacidos en Estados Unidos y, en su mayoría, sin haber planeado ni negociado la vuelta al pueblo.
Quienes no fueron deportados no descartan regresar al país del norte si acaso mejoraran las condiciones en materia de política migratoria. En efecto, unos cuantos han podido sortear la férrea vigilancia y los peligros de la frontera endrogándose una vez más. Tal como se observa en otras regiones del país, dadas las incrementadas dificultades para traspasar la frontera, los pahuatecos retornados y los nuevos migrantes recurren cada vez más a la obtención de visas H2 para ingresar a Estados Unidos; en tal caso, este nuevo giro de la migración en la región estaría replicando la ola expansiva originada décadas atrás en el vecino estado de Hidalgo, donde esta modalidad de inserción laboral regulada y temporal ha sentado sus reales desde hace ya varios años. Dadas las incertidumbres de la reinserción en el municipio, se reactivan circuitos que conectan esta región con la Ciudad de México en búsqueda de oportunidades laborales.
Reflexiones finales
El análisis de la liberalización de poblaciones excedentes y la provisión de mano de obra barata hacia zonas donde proliferan mercados de trabajo desregulados, como es el caso de Carolina del Norte, así como la vasta etnografía realizada en el municipio de Pahuatlán, nos permiten formular algunas conclusiones y preguntas de investigación:
- La reabsorción de estas poblaciones puede efectuarse o no en el lugar de expulsión. No hay que suponer que esos lugares y regiones de origen en los que resultaron excendentarios y selectivamente incorporados en los flujos migratorios acelerados de los años 90, puedan reabsorberlos concluida una fase del ciclo migratorio, que no se agota en el movimiento salida-retorno. Es muy probable que las condiciones adversas que propulsaron la migración en sus lugares de origen se hayan exacerbado durante la pasada década.
- Las políticas públicas diseñadas para reactivar deprimidas economías por los efectos de la desarticulación de la agricultura, se expresan en dos vertientes fundamentales identificadas en la zona de estudio:
– Atención estatal selectiva y focalizada a hogares depauperados que no reciben remesas de los migrantes todavía activos; estas unidades combinan subsidios a la pobreza, remesas eventuales e ingresos por actividades realizadas en la parcela, el taller artesanal, el comercio informal o el pequeño negocio.
– Puesta en marcha de programas gubernamentales que también están selectivamente diseñados para “empoderar” a pequeños segmentos de la población que tienen la capacidad de reinventarse y desplazarse hacia otro sector de la economía local en alza: los servicios turísticos y negocios ligados a políticas públicas informadas por el multiculturalismo y acciones de ONG u otros actores de la llamada “sociedad civil”.