Las estadísticas confirman una realidad difícil de ocultar, miles de migrantes indocumentados establecidos en la Unión Americana han regresado —desde 2005— a México en condiciones distintas a la de aquellos que regresaban antes del año 2000, es decir, en los últimos años los retornados vuelven a su tierra en condiciones precarias, difíciles y dolorosas.
Diversos órganos ocupados en observar el flujo migratorio indican que de 2005 a 2010 el índice de hogares o viviendas con migrantes en Estados Unidos disminuyó y a su vez aumentó el número de viviendas con migrantes de retorno, son los migrantes —en su mayoría indocumentados— establecidos en la Unión Americana y en edad productiva quienes regresan al país, el nuevo retorno a México.
La crisis de 2008 dejó sin empleo a 8 millones de personas en EEUU y 6 millones perdieron sus viviendas, entre ellos muchos de los mexicanos radicados en aquel país. Las secuelas de la crisis están presentes, pues en realidad la economía estadounidense no ha logrado recuperarse de esta gran recesión. Esta situación ha tenido impacto en el flujo migratorio pues ha disminuido la demanda de mano de obra migrante y el desempleo para estos trabajadores es considerable.
A la par de la situación económica, el gobierno del vecino país del norte endureció su política migratoria, lo que ha provocado que cada vez sea más difícil el cruce de la frontera y la considerando el aumento de la presencia y control de la frontera los deja en manos del crimen organizado.
A decir del sacerdote Gustavo Rodríguez Zárate es visible y alarmante el incremento de retornos forzados (deportados) o no planeados y precarios. Tan solo de 2008 a 2010 —siendo ya presidente Barak Obama— fueron deportados anualmente 400 mil indocumentados mexicanos, 30 por ciento más que durante el segundo mandato de George W. Bush. Hubo un aumento de detenciones en los hogares, muchas familias fueron divididas, vivieron el drama de la detención y deportación de madres y padres de familia, ha provocado la fragmentación familiar; también aumentó la detención de migrantes en los centros de trabajo.
Los migrantes deportados son enviados al centro del país sin importar que algunos de ellos sean originarios de los estados del norte. Desde la pastoral de Migración, la arquidiócesis de Puebla ofrece comida, agua caliente y un lugar de descanso en los albergues habilitados para recibir a aquellos que van en busca del sueño americano y ahora a aquellos que fueron deportados. La condición física de los migrantes de retorno es con frecuencia mala, cuentan con pocas reservas energéticas y están bajos en defensas dado que su alimentación está centrada en un alto consumo de carbohidratos y no de nutrientes.
Gustavo Rodríguez, párroco de Nuestra Señora de la Asunción y también comisionado de la arquidiócesis poblana en asuntos de movilidad humana ha escuchado cientos de testimonios de las condiciones en que los migrantes son retornados y su difícil reinserción familiar y comunitaria.
“Los deportados son regresados a México sin aviso para sus familiares quienes se enteran de la situación 20 días después, viviendo angustia y desesperación por desconocer el paradero de su familiar; son retornados sin dinero y tratados como delincuentes, es un evento muy duro tanto para quienes se quedan allá como para quienes son deportados.
La presencia inesperada de quien se encontraba en EEUU y vuelve provoca alteraciones a nivel familiar. Altera significativamente la estructura y dinámica de la familia, genera complicaciones pues las reglas al interior de la misma han cambiado.
También se observan complicaciones económicas porque los migrantes volvieron sin ahorros y deben buscar formas de obtener un ingreso, cuando ya tenían un empleo estable o estaban acostumbrados a los ingresos que obtenían en la Unión Americana; se duplican los esfuerzos por una búsqueda de alternativas económicas, sufren para encontrar un empleo estable y remunerativo, por lo que muchos se insertan en el sector informal.
La deportación es un impacto, toda una sorpresa que conlleva desilusión, frustración y depresión. Cuando el retorno es acompañado por los hijos que nacieron en EEUU, la situación se va complejizando aún más, pues muchos de ellos no conocían México, no estaba en su proyección de vida vivir en este país y además de que las condiciones de vida son considerablemente distintas. No todos los menores son retornados, sin embargo aquellos que vuelven o quienes vienen por primera vez ya han pasado por un proceso de socialización allá, tienen dificultades con el idioma y si inserción —si es que sucede— en la escuela resulta difícil.
En algunos jóvenes —tengamos presente que la adolescencia es una etapa importante en la que se forja la propia identidad— se observa la necesidad de organizarse en pandillas, buscan la afirmación y el reconocimiento, algunos tienen prácticas como el consumo de drogas, y con bastante frecuencia buscan imponer dentro de la familia su voluntad con violencia, pero eso no los hace delincuentes, son personas que están pasando por una situación emocional e identitaria compleja, su realidad cambio abruptamente.
Lo que se observa es un severo problema de crisis de identidad ¿Quién soy? ¿Soy migrante, campesino, urbano, advenedizo?… ¿Quién soy?
Hemos constatado que esta situación provoca en la mayoría de los casos problemas de violencia intrafamiliar. Considero que el DIF es la institución que debería atender a los deportados y favorecer la atención y recuperación de los migrantes de retorno.
El retorno forzado es un fenómeno que impacta a las comunidades, por ejemplo, Tulcingo del Valle tiene alrededor de 12 mil migrantes en Nueva York y si de repente tienes 20 deportados, claro que se convierte en problema. Lo mismo sucede en lugares tradicionalmente expulsores de migrantes como Izúcar de Matamoros, Atlixco, Chiautla, San Martín Texmelucan, Atlixco y Tepeaca.
Se requieren servicios de prevención, antes de que se vuelva un problema. Además de que es importante generar investigación para comprender la complejidad del fenómeno.
Nosotros ofrecemos talleres de salud emocional con profesionales del área de la psicología y trabajo social, algunas universidades que ofrecen estas licenciaturas, como la UDLAP y la BUAP, colaboran con talleres y asesorías haciendo trabajo voluntario.
En las parroquias buscamos conformar clubes juveniles, deportivos y artísticos (música, baile y coros); nos ocupamos de incorporar a los retornados a la dinámica religiosa, pues estos espacios funcionan como herramientas que permiten la expresión, la posibilidad de canalizar la frustración, el enojo, el dolor, pues vienen de experiencias de fracaso. Debemos aprovechar que los jóvenes saben utilizar la tecnología y eso puede permitirles realizar videos, crear música, algunos de ellos son artistas grafiteros; no debemos reprimirlos o echarlos a un lado ni actuar con prejuicio.
La situación de la frontera es difícil y hostil para los migrantes que van en busca del sueño americano, pero también para aquellos que son retornados a los estados del norte y su lugar de origen es en el occidente, centro y sureste del país. El Instituto Nacional de Migración dice que en los últimos años han sido deportados 10 mil niños deportados en el estado, el DIF de la frontera se ha dado a la tarea de buscar a los familiares de 40 mil menores de edad”.
Rodríguez Zárate es enfático “es necesario escuchar el dolor del deportado, más del 90 por ciento eran trabajadores responsables en el país vecino y de manera sorpresiva su situación familiar, social, económica cambió drásticamente. Pasan por un proceso muy difícil, acompañado de mucho dolor, y si no encuentran comprensión es aún más difícil de sobrellevar o superar la situación emocional en la que se encuentran y las consecuencias se observan al interior de la familia, pues la falta de escucha y comprensión los convierte en personas intolerantes, difíciles y violentas”.