“Estaremos desafiándonos a nosotros mismos a luchar más en favor de la ciudadanía y de su ampliación. Estaremos forjando en nosotros mismos la disciplina intelectual indispensable sin la cual obstaculizamos nuestra formación, así como la no menos necesaria disciplina política, indispensable para la lucha en la invención de la ciudadanía”
Freire (1993, p.133)
La imagen del contexto actual en México devela una calidad ciudadana débil y claramente condicionada por los partidos políticos y el Estado, donde la perspectiva de los ciudadanos se considera aislada del ámbito político y obligada a encerrarse siempre en su contexto cotidiano; caracterizada también por la desconfianza en el prójimo y sobre todo en las autoridades, especialmente en aquellas instituciones encargadas de procurar la impartición de justicia, provocando en gran medida la desvinculación social y el desencanto por el proceder del sistema democrático, donde paradójicamente la mecánica de las democracias liberales se basa en la universalidad de los derechos fundamentales, la libre asociación y la participación, pero al mismo tiempo se determina quiénes pueden entrar y cómo actuar con los privilegios que implica, incluyendo por una parte a unos cuantos y excluyendo por otro lado a muchos otros.
El concepto de ciudadanía, desde una postura moderada, no ignora la satisfacción de las necesidades de los individuos y no limita su participación tan solo a los procesos electorales, sino que busca también el reconocimiento y respeto de los derechos ajenos, su autocontención y noción de responsabilidad; y su participación en el debate público y, en consecuencia, en la toma de decisiones dirigidas a la evaluación de quienes desempeñan cargos públicos con la reclamación de que se le rindan cuentas.
Por otra parte, la figura de Ciudadanía integral la define el Programa de las Naciones Unidas para el desarrollo (2004, p.288) concibiéndola como el acceso de forma armoniosa a derechos cívicos, sociales, económicos y culturales, alcanzando un compuesto inseparable y articulado; es en esta perspectiva, donde se puede relacionar el derecho a la información como acto consecuente del derecho a la educación.
Vinculación freireana de alfabetización y ciudadanía
Paulo Freire (1987,p.330) menciona que la alfabetización es tan solo un apartado de la práctica educativa y su preocupación no debe fijarse en la primera, sino en los alcances y los impedimentos de la práctica educativa, concibiéndola como palanca de trasformación profunda de la sociedad, es decir, concebir la práctica educativa como un proceso político y social interesado principalmente en los niveles de vida de los sectores vulnerables de la sociedad, con la finalidad de generar y apropiar procesos de concientización para la transformación de la sociedad, a los cuales Freire denominaba como educación para la autonomía y para la liberación, factores clave de la ciudadanía, siempre y cuando el acto educativo sea considerado como una estrategia para la formación del individuo y como un modo de intervención.
Por ello, su preocupación no se enfocaba en aspectos metodológicos y pedagógicos, sino más bien en los componentes políticos que implica la relación educación y ciudadanía, principalmente en las limitantes que se presentan en el proceso educativo, como la incongruencia, es decir, la gran distancia entre el discurso del educador y su práctica, así también, la falta de comprensión de los educadores cuando van a campo armados con sus esquemas teóricos sin preocuparse por las personas, por lo que ya saben y cómo lo saben, interesándose sólo en que conozcan lo que se “debe” conocer y de la misma manera en que ellos aprendieron, sin mostrar interés por saber cómo ven al mundo, cómo lo interpretan y cómo se reconocen en él, así como su lenguaje en torno al mundo.
Por ello, alfabetizar sí tiene que ver con la identidad del individuo y por supuesto con la lucha de clases, así como la formación de la ciudadanía, pero leer y escribir no es suficiente para orientarse hacia la plenitud ciudadana, y por ello se debe tomar a la alfabetización como un acto político y no como una actividad aislada.
Hablar del método de alfabetización de Freire es referirse a la educación como generador de autonomía, humanización y tolerancia, elementos imprescindibles para la transformación social, si se quiere construir una ciudadanía democrática, así como establecer los modos de intervención o participación, como forma de organización social, consolidando el ejercicio de la ciudadanía en diferentes dimensiones: la ciudadanía civil asociada a derechos propios de la libertad individual, la ciudadanía política que se sustenta bajo principios de la democracia liberal y la ciudadanía social frente a los derechos que el Estado le debería garantizar.
Ciudadanía exigente
Sin ciudadanos exigentes y participativos difícilmente pueden establecerse políticas públicas que atiendan con eficiencia las necesidades o la resolución de los problemas para los cuales fueron establecidos, mucho menos si quiere consolidarse un sistema democrático incluyente.
Para que los ciudadanos exijan a sus autoridades y sus representantes políticos, es necesario primero que las personas tengan los elementos en su formación educativa para acceder a cualquier tipo de información escrita, y luego de esto es necesario que las personas se interesen en buscar y principalmente usar la información pública para poder participar de forma activa en la comunidad.
En una percepción general, la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental (ENCIG, 2013, p.47), 76 por ciento de los mexicanos considera que las prácticas corruptas son frecuentes o muy frecuentes en el orden municipal de gobierno, que el derecho a la información no está garantizado, aunado a la falta de rendición de cuentas de los funcionarios públicos, y que existen espacios escasos de diálogo con los pobladores.
La alfabetización solo es el inicio
Ahora bien, como se señala al principio, la alfabetización es una práctica educativa que contribuye a que más personas puedan acceder al derecho de estar informados, pero al mismo tiempo, representa un proceso de sensibilización y aprendizaje diferente a otras intervenciones, donde la práctica educativa no finaliza ahí y sigue desarrollándose en la práctica del educador, y en su nueva perspectiva que incluye no solo a las personas iletradas sino también al contexto que les rodea.
Finalmente, es importante que la participación de los ciudadanos sea considerada, tal y como lo advirtió Freire, como una práctica. En este sentido, la alfabetización tiene un gran potencial para esta finalidad, siempre que se incorporen prácticas que complementen un proceso que vaya más allá del solo acto solidario, y que impliquen un intercambio de experiencias y reflexiones en los involucrados, en donde el alfabetizador enseña a leer y a escribir pero también empieza a visualizar los derechos que tienen sus alumnos por el simple hecho de existir y aprende de las experiencias de vida de ellos. Es en ese momento cuando su convicción va más allá del espacio educativo y al volver a su contexto diario se problematiza ante la realidad social y se pregunta qué se necesita para transformarla, y es aquí donde empiezan los cuestionamientos ante sus padres, sus maestros y a la sociedad, pero sobre todo a sí mismos.
Bibliografía
Freire, P. (1987) La Alfabetización como elemento de formación ciudadana. En Gobierno de España. (Ed), Alternativas de alfabetización en América Latina y el Caribe. Santiago, Chile: UNESCO/OREALC. pp-330.
Freire, P. (2001) Cartas a quien pretende enseñar. México. Siglo XXI, 7 ed. p. 133 (Trabajo original publicado en 1993).
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. (2004). La democracia en América Latina: hacia una democracia de ciudadanas y ciudadanos, 2a ed. Buenos Aires: Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, p. 288.
Referencia
México. Instituto Nacional de Estadística y Geografía. (2013) Resultados de la segunda Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental ENCIG 2013. Boletín de prensa núm. 264/14 16 de junio de 2014 Aguascalientes, Ags. p. 47