A lo largo de su vida profesional, la jurista Alicia Elena Pérez Duarte y Noroña ha desplegado esfuerzos —desde la investigación y como servidora pública— para que las instituciones de impartición de justicia integren la perspectiva de género como elemento esencial para entender el contexto en que se dan las diferentes violencias en contra de las mujeres. Defensora de los derechos humanos, ha publicado innumerables artículos académicos relacionados con violencia familiar, prostitución infantil y tortura, entre otro tópicos; además de la elaboración de protocolos de actuación para la aplicación práctica de los modelos de prevención, atención y sanción de la violencia de género contra las mujeres.
Como Consejera en la Misión Permanente de México ante Organismos Internacionales con sede en Ginebra, Suiza, conoció los casos de feminicidio en Ciudad Juárez y apunta: “las repuestas del gobierno a nivel estrictamente justicia, solo me voy a concentrar en la justicia, empezaron a evidenciar que para la justicia mexicana hay delitos que nos son importantes para la investigación y que las víctimas de estos delitos no son socialmente relevantes para mover el aparato de justicia”.
Como primera Fiscal de la Fiscalía Especial de Violencia contra las Mujeres (Fevim) analizó los feminicidios del campo algodonero; insistió en la jurisdicción de la Fevim en el caso de las mujeres de Atenco por violación tumultuaria como casos de tortura para castigar y procesar a los culpables y, se enfrentó a la prepotencia, intimidación y omisión de la entonces procuradora del estado de Puebla, Blanca Laura Villeda Martínez, por el caso de la periodista Lydia Cacho. En 2007 presentó su renuncia como fiscal ante el proceder del Máximo Tribunal de Justicia de la Nación ante el caso Lydia Cacho, por considerar que la actuación de los ministros fue “un atentado a la dignidad y nos deja con la amarga sensación de que todavía estamos sometidos a poderes de grupos y redes que prevalecen sobre la justicia, que tienen la capacidad de prostituirla […]”1
Ante el incremento de casos de feminicidios en toda la República Mexicana, la investigadora del Instituto de Ciencias Jurídicas de la UNAM ofrece algunos elementos para comprender el tipo penal feminicidio, las dificultades al interior del sistema de impartición de justicia y la necesidad de que nos declaremos en alerta de género y que actuemos como en el sismo del 1985.
La ambigüedad de la ley hace difícil la diferencia entre homicidio y feminicidio; uno de los contantes señalamientos es que el tipo penal feminicidio resulta complejo de demostrar
En un principio yo dije que iba a ser muy complicado traducir una categoría analítica criminológica como es la violencia femicida o el feminicidio en un tipo penal porque tiene muchos elementos que confluyen y que nos impiden ver al responsable del acto final. La violencia feminicida tiene el concepto de un lugar y un tiempo determinados; tiene el concepto de impunidad, tiene el concepto que cause problemas en la sociedad; cómo traduces eso en un tipo penal, pues lo tradujeron con esto: el homicidio de una mujer por razón de género, por razón de misoginia o de odio a la mujer; y no está funcionando, no está sirviendo porque nadie lo está entendiendo, ni siquiera las personas de buena fe.
Solo puede ser sujeto activo, es decir el responsable del feminicidio un hombre y la víctima solo puede ser una mujer.
¿Esto también hay que considerarlo para las mujeres trans?
Quien argumenta que las matan por razón de género me parece que está cometiendo un error conceptual muy importante, primero porque estamos abriendo la teoría de género a incluir las condiciones personales sobre la sexualidad y sobre las decisiones que cada persona toma sobre su propio cuerpo.
La teoría del género lo que intenta explicar es cómo la cultura y el aprendizaje social de los roles sociales define lo que es masculino y lo que es femenino en una sociedad y, cómo se colocan en el poder lo femenino y lo masculino, donde siempre lo femenino queda subordinado a lo masculino y esto, ya no deberíamos explicarlo, es una evidencia mundial e histórica.
Por otro lado estamos perdiendo de vista que a las mujeres trans no las asesinan por ser mujeres, sino por un odio homofóbico, no misoginia, que no es lo mismo, es decir, por haber sido hombres y haber traicionado al hombre, lo mismo que sucedió con los hombres homosexuales. Cuando personas como Martha Lamas incluyen el cuerpo sexuado en esta ecuación para acoger a las sexualidades de las personas, lo que hacen es perder de vista las relaciones de supra subordinación y regresan al individuo y lo que hace con su cuerpo, y no en el contexto de cultura y formación cultural de las personas y de las sociedades, que no es individual, sino colectivo.
Una mujer no puede cometer feminicidio, porque no tenemos razón de género para matar a otra mujer; siempre habrá algún móvil que nos obligue o que nos impela o que nos haga matar a una mujer, pero siempre habrá una razón o porque me robó, o porque quitó al novio o por venganza. Las mujeres no somos misóginas, la cultura no nos enseña a ser misóginas, por eso no podemos cometer feminicidio.
En el derecho nos enseñan sobre cómo somos las personas en lo individual y qué hacemos con nuestro cuerpo en lo individual y, el feminicidio lo que nos exige es comprender el contexto cultural, cómo le hago si no sé hacerlo. Eso es lo que está sucediendo en policía, procuradurías y tribunales, no saben hacerlo y lo están haciendo mal. Yo siempre dije y lo reitero: no debimos haber metido un tipo penal feminicidio, sino trabajar con homicidios agravados, que eso sí sabemos hacer.
Con la tipificación de feminicidio,
¿qué es posible hacer para superar esta inoperancia del sistema de justicia?
En un contexto jurídico androcéntrico, patriarcal y misógino estos son argumentos que los jueces no entienden y digo jueces y juezas, no por nada nuestras dos flamantes ministras —qué daño nos están haciendo las dos— dicen que la perspectiva de género es dar la razón a la mujer solo porque es mujer; eso es lo que dijeron recientemente. Señoras, eso no es perspectiva de género.
En este momento tenemos dos fuertes cargas, en el sentido literal de la palabra, no en el sentido de obstáculo, que pesan más en el trabajo que estamos haciendo sobre los feminismos. Uno de ellos es esta apertura del concepto género y otra es la crítica —y esa sí es un lastre— de los hombres, inclusive de los que están abriendo nuevas masculinidades, criticando los derechos y la lucha por los derechos y la igualdad de las mujeres, diciendo: “Y por qué no también los hombres y, por qué no hay un a fiscalía para los hombres y no hay un instituto para los hombres, etcétera. Nos están excluyendo ustedes mujeres a nosotros los hombres”. Perdón, pero nosotras no tenemos la permisibilidad social para ejercer esa violencia hacia los hombres y el hombre sí la tiene, el patriarca sí porque además es el patriarca el que pone las reglas y ese es el problema que deriva en feminicidio.
En el periférico hay unos grandes espectaculares con la leyenda: “Mujer, si tú te dejas…”, la segunda gran frase: “…tus hijas se van a dejar”. Otra vez nosotras somos las responsables. Sí; el mensaje es para nosotras. Tú eres la responsable de que la violencia siga, porque tú te estas dejando. Y a ver, ¿pues no me dijo el cura que tengo que aguantarme para que mi hija no se quede sin papá? Entonces, ¿qué hago? Son mensajes totalmente contradictorios porque no estamos entendiendo el contexto de lo que significa violencia en contra de la mujer por ser mujer, asesinato en contra de la mujer por ser mujer.
¿Hasta qué punto es un problema estructural?
Ciudad Juárez nos demostró, habiendo estudiado y analizado expediente por expediente (1993-2005) — de los que existían, porque muchos desaparecieron y muchos ni existían— que 70 por ciento de los responsables era la pareja afectiva o alguien del entorno cercano de las mujeres y, del 30 por ciento restante —que son los que no se han logrado aclarar— una fracción es lo que Julia Monjarrez llama feminicidio sexual sistémico, es decir, este fenómeno que se da en las ciudades fronterizas de permisividad para hacer lo que sea, inclusive matar; efectivamente, un porcentaje de ese 30 por ciento es un porcentaje feminicidio sexual sistémico. La otra fracción de ese 30 por ciento son muertes violentas que incluyen atropellamientos, asesinatos vinculados con robo tanto a comercios como a casa, que incluyen riña entre pandillas; este porcentaje no son feminicidios, son muertes violentas o bien homicidios en otra circunstancia que no es por ser mujer.
En la fiscalía se estaba haciendo énfasis en que si asesinaban a las mujeres en el ámbito familiar es porque había una responsabilidad de estado que no se estaba cumpliendo y se hacía énfasis en las estadísticas ¿qué había pasado con las víctimas previo al asesinato? y resulta que más del 90 por ciento de las mujeres ya habían solicitado ayuda a las autoridades y no la ofrecieron.
En estas rutas críticas —que más bien parecen laberintos— se perdían las mujeres, desistían de pedir ayuda, regresaban con el agresor hasta que las mataba y esto no sucede en un lapso de años de relación, sino de muy corto tiempo.
¿Por qué llegas al feminicidio? Porque no hemos entendido este núcleo, este entorno cercano a la mujer y no la escuchamos, y no le damos la debida atención y no actuamos con la debida diligencia en ese momento, siempre es <<hay señora, pero usted qué hizo; a ver, niña, pues dónde estabas para que te violaran>> Si no lo atendemos inmediatamente la violencia se va agravando hasta llegar al homicidio; nunca sabemos, cuando ya empezó la violencia, cuando va a derivar en feminicidio, por eso siempre tendríamos que atenderlas con la debida diligencia.
La misoginia es una realidad, no la tenemos que demostrar, no tenemos que demostrar que el Sol existe, ahí está, no tenemos que demostrar que el Sol es incandescente, sentimos el calor, no tengo que ir al Sol a tomar temperatura, no tengo que demostrar que hay estaciones del año, las sentimos, ahí están. Bueno, igual, no tengo que demostrar la misoginia, existe, no tengo que demostrar que las mujeres somos víctimas de una violencia sistemática o sistémica, porque es del sistema, no nada más se da cotidianamente, sino forma parte del sistema, ya está demostrado. Utilicemos esos argumentos, estamos en alerta de género, hagámosla, declarémosla como sociedad y apoyémonos recíprocamente.
Y en Policía, Ministerio Público y tribunales demos nuestros argumentos con estridencia, ¿por qué con estridencia? Porque cuando llegamos a tratar de convencer con “¡Ay! Podría ser su hija, su hermana…” Con esos argumentos no llegamos a ningún lado, con los argumentos que sí llegamos son con los argumentos de señalar la falta de acción y poner nombre y apellido a quien no está siguiendo el debido proceso. No es la procuraduría, porque la procuraduría es un montón de gente. Es el ministerio A, B y C, la investigadora, nombre y apellido, en la delegación fulanito de tal o en la agencia fulana de tal, están haciendo esto y decirlo. Es la única manera que podamos movernos y romper este círculo vicioso. Regresar a la necesidad de que etiqueten recursos para hacer protocolos no tiene sentido, de veras, tenemos protocolitis aguda y modelitis aguda.
En este sentido, ¿cuál es el papel de las universidades?
En las universidades no nos enseñan ni capacitan para entender el contexto, entonces ¿cómo quiero que salgan jueces, juezas, ministros, ministras capacitados? Sí me enseñan muy claramente que la ley es general, la ley es neutral, eso no es cierto pero no importa, me lo enseñan. Sí me enseñan claramente que hay una jerarquía de normas jurídicas, piramidal, hasta el tope está la Constitución y que todas las normas de abajo tienen que respetar lo que la Constitución dice, tampoco es cierto pero nos lo enseñan y nos lo creemos. También me enseñan que en tribunales también hay una jerarquía, en donde a primera instancia están jueces y juezas, en segunda estancia están magistrados y magistradas, luego viene la tercera instancia que es lo federal, también con sus respectivas estancias hasta llegar a la Suprema Corte de Justicia, y eso lo aprendemos de memoria. Pero no me enseñan que con esas jerarquías, con esos espacios, con esas normatividades, hay un contexto de vida que tengo que analizar, en todo asunto jurídico, no nada más en lo penal, pero en lo penal se convierte en especialmente relevante porque está la integridad física de las mujeres de por medio.
Lo que falta es eso, el conocimiento para hacerlo, entonces tenemos un delito terriblemente complicado, vamos a capacitarnos para entender qué significa razón de género, odio a la mujer o misoginia, empezando por las escuelas y facultades de derecho.
¿La capacitación impacta efectivamente?
Sí, sí hay salida, ahí están las cifras y no las hice yo. Violencia Feminicida en México, Características, tendencias y expresiones en las entidades federativas: 1985-2010 es un estudio de ONU Mujeres y el Instituto Nacional de las Mujeres. Muestra una tendencia a la alza hasta 2005, en 2006 y 2007 baja, es el punto más bajo de este periodo cronológico y es luego se dispara ¿Qué estábamos haciendo? capacitando con la UNAM a todo el país, en estos protocolos. Lo subrayo porque en 2006 y 2007 coinciden varios elementos: en el Poder Legislativo y en la Procuraduría, concretamente la federal que permean todo el país. En el legislativo, con el esfuerzo de Rocío García Gaytán como presidente del Instituto Nacional de las Mujeres, Marcela Lagarde como presidente de la Comisión de Feminicidios de la Cámara de Diputados y yo en la FEVIM, nos dimos a la tarea de recorrer el país de extremo a extremo, no nada más propiciando la legislación sino además capacitando a policías y procuradurías para hablar un mismo lenguaje, para que la gente entendiera que efectivamente la manera de prevenir esos homicidios era detener la violencia contra las mujeres antes de que fuera demasiado grave.
No he encontrado otra respuesta ni otro fenómeno que explique ese bajón 2006-2007 y el incremento al año siguiente porque coincide que nos vamos todas. Tristemente no se logró institucionalizar y dependió de las personas, aunque sí hubo una continuación de feminicidio en prácticamente todos los códigos penales de toda la República después de 2010, más como una respuesta a la sentencia de la Corte Interamericana en el caso del Campo Algodonero que como una convicción.
En muchos estados de la República se está exigiendo la Alerta de Género…
Primero, qué es lo que se pensó con la alerta de género, y eso está escrito de diferentes maneras por Marcela Largarde. Lo que se pensó en concreto es que ahí, en donde tuviéramos un fenómeno similar al de Ciudad Juárez, se hiciera lo mismo que en Ciudad Juárez, es decir, que llegara la Federación con recursos financieros y humanos para ayudar al municipio, localidad o estado a resolver el problema. Eso fue lo que se pensó. ¿Qué es lo que en realidad es? Primero, se ha convertido en una cuestión política, no una cuestión de estado, de relaciones de apoyo urgente, como todas las alertas sanitarias o las alertas por desastres naturales, debería ser lo mismo ¿no? una acción urgente de la Federación para asistir a la localidad, municipio o estado que lo requiera. No ha sucedido así.
Cambiaron el sistema y ahora lo que hacen es, primero, una investigación diagnóstica para saber si es cierto lo que dice el informe que solicita la alerta, que se tarda varios meses en realizarse y, una vez que salen los primeros resultados y recomendaciones, le dan seis meses al estado para que solucione el problema, ¿Sí?, y luego, si el Estado no lo hace, entonces declaramos la alerta, y mientras… imagina que una alerta epidemiológica se tarde nueve meses ¿y mientras?
Cerrando un poco los hilos que hemos dejado abiertos, unámonos, mujeres; no nos peleemos con las definiciones y propiciemos la justicia con nuestros propios argumentos, no esperemos a que gobernación, a través de la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (CONAVIM), declare la alerta de género y que la apruebe y que la acepte el gobernador, porque nada va a cambiar, ahí está el estado de México, ¿qué ha cambiado? ¡Nada!
Lo que he dicho y lo sostengo, no esperemos a que el gobierno declare la alerta de género, porque de cualquier manera no va a haber fondos; para qué necesitamos la alerta si no va a haber recursos humanos y financieros para ayudar. Entonces, considerémonos en alerta, hagamos lo que hicimos en el terremoto del 85 en la Ciudad de México.
Hago un llamado a las abogadas poblanas: considerémonos en alerta de género y demos nuestro tiempo para asistir en tribunales a mujeres que vivan violencia familiar, violencia en las universidades, o a las mujeres, a las familias de quienes ya han sido asesinadas. Demos asesoría, incluso gratuita, porque estamos en alerta de género y, construyamos argumentos: es una técnica jurídica, no tienes que demostrar lo que es obvio. Es obvia la violencia en contra de las mujeres, no la tenemos que demostrar. Considerémonos ya en alerta de género y avancemos como sociedad; si esperamos a que el gobierno lo haga, nunca va a llegar.
Necesitamos al Estado, pero, ojo, es muy importante entender esto, el Estado no es el gobierno, el elemento más importante del Estado es su población, sin población no hay Estado, y a esa población responsable y ciudadana es a la que le estoy hablando; no es que nosotras las mujeres tenemos que resolverlo, no, nosotras las mujeres sabemos cuál es el problema y vamos a caminar para resolverlo, pero lo estamos haciendo como ciudadanas y no como víctimas. Vuelvo a insistir, el 85 es nuestro mejor ejemplo, el gobierno se pasmó, no respondió, inclusive dijo “No, no necesitamos ayuda internacional”. La sociedad no se pasmó, la sociedad se levantó, salió de los escombros y actuó, en una responsabilidad ciudadana, es lo mismo, creo que parte de la discusión feminista la tenemos que orientar hacia ese espacio; exigir de manera estridente, responsable, pero estridente, que se oiga y, todas aquellas que son víctimas que se coloquen a nuestras espaldas, por eso le hablo a las abogadas poblanas, hagamos un trabajo de asistencia, de apoyo-acompañamiento a los espacios de justicia para todas las mujeres que son víctimas, incluso a sus familiares, víctimas secundarias. Trabajemos de manera directa, yo me solidarizo, al fin y al cabo Puebla no me queda tan lejos.