Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en un informe que difundió en octubre de 2016, son asesinadas en promedio 12 mujeres latinoamericanas y caribeñas diariamente por el solo hecho de ser mujeres [1]. Infortunadamente en la actualidad esta cifra no parece haber disminuido e incluso tal vez ha aumentando. Aun más, en países como México, en donde pese a los esfuerzos de muchas organizaciones, colectivos y medios de comunicación independientes es muy difícil encontrar cifras confiables debido a la ineficiencia, obstrucción, complicidad y encubrimiento por parte del estado. En algunos medios se menciona que actualmente ocurren al menos siete feminicidios diarios [2]. Pero, ¿cómo saberlo con certeza cuando el mismo Estado se niega a dar información, a levantar denuncias de desaparecidas, a dar seguimiento y castigo a los casos de feminicidio?
El feminicidio como categoría en México fue reconocido por primera vez en Ciudad Juárez en 1993 por el homicidio de una niña de 13 años, Alma Chavira Farel; a 24 años de este crimen y del reconocimiento de los crímenes de odio contra las mujeres aún nos queda procesar si esta categoría nos ha sido útil y de qué forma actualizarla en el nuevo contexto ante la imbricada situación de la violencia generalizada, la absurda guerra contra el narcotráfico, la precarización de la existencia y la trata de personas. Vemos con preocupación el uso despolitizado del término, al punto de correr el riesgo de que pierda el sentido y solo sea sinónimo de homicidio, normalizando así una violencia desmedida sobre lo femenino.
Sin embargo, no queremos escribir esta nota desde los números, desde las imágenes, desde la violencia, desde las lágrimas, desde el terror. Porque es un lugar que el estado patriarcal creó, le conviene que exista, le conviene sembrar miedo, hacernos creer que somos impotentes ante tanta violencia, ante tanto oscurantismo. Quiere atrapar a nuestras mentes en círculos o laberintos en los que dejamos de ver a la violencia como sistémica y al capital peleando por la posesión de nuestros cuerpos y generando falsas dicotomías que nos fragmentan aun más.
Pero entonces, ¿desde dónde escribiremos, desde dónde nos nombramos, desde dónde buscamos justicia y lo más importante, desde dónde construimos una vida digna?
Se ha dicho y se ha probado una y otra vez que el responsable de esto es este sistema capitalista patriarcal, y hay que acabar con él, pero más allá de las explicaciones teóricas está la construcción y resistencia en la cotidianidad, sabiendo de antemano lo complicado que puede ser tratar de generar vida en este ambiente en donde en la mayoría de las ocasiones la misma comunicación y consonantización de la problemática implica violencia.
Entonces, ante esta realidad tan dolorosa, tan plagada de incertidumbre, miedo —por nosotras y las otras, las cercanas, la familia, las hijas, las sobrinas, las desconocidas—, desesperanza y desolación, ¿qué queda?… Queda todo, reconstruir un espacio donde el miedo, la impotencia, sean potencializadores, sean ese impulso para cambiar las cosas, sean eso que nos permite no confiarnos y estar alertas, pero que al mismo tiempo algo que movilice y crea. Ese, ese es el miedo que necesitamos. Y sobre todo no olvidar que el mundo se construye.
Y es verdad que hemos logrado cosas; actualmente hay mucha actividad desde los diferentes feminismos buscando formas para hacer denuncias, generar comunidad y detener los feminicidios. Una muestra de acción colectiva fue el pasado 24 de abril, en el que mujeres de muchas ciudades de México y de América Latina salimos a gritar #Vivasnosqueremos, generando también un gran movimiento en redes sociales.
Existe también un movimiento importante de autodefensa feminista. Es aquí donde nos interesa profundizar. Empecemos por aclarar que no es lo mismo la defensa personal que la autodefensa feminista; “la autodefensa feminista no solo consiste en aprender a golpear o volverse experta en alguna arte marcial, sino en crear un espacio de seguridad, autocuidado colectivo, en generar redes afectivas. Reflexionar sobre la violencia en todas sus formas y trazar estrategias. En nombrar, denunciar, señalar y de nuevo nombrar… lo que nos oprime, pero fundamentalmente en nombrar nuestros deseos, nuestros sueños, nuestras emociones; es construir desde nosotras mismas; lo que no se nombra no existe.
— La autodefensa feminista parte de reconocer que este sistema “capitalista patriarcal heteronormado” se basa en la sujeción, explotación y dominación de lo femenino, ¡en eso radica y garantiza su continuidad y existencia! Concretamente en la invisibilización y explotación de la reproducción de la vida —no solo en la generación de plusvalía—, en el despojo y saqueo de los recursos de la naturaleza. Por ello nos resulta imposible pensar en un sistema capitalista justo, democrático y con equidad.
— Partiendo de la base de que nos encontramos en un sistema que atenta contra lo femenino y las mujeres, surge la imperiosa necesidad de sobrevivir y defender no solo nuestra vida, sino también nuestra alegría, nuestra autodeterminación, nuestra libertad y colectividad.
— La autodefensa feminista propone movernos de lugar, salir de la victimización, del desamparo y la fragilidad. Propone desarmar estos imaginarios, ser capaces de subvertir el orden simbólico patriarcal. Este movimiento implica lazos de colectividad, sororidad y acompañamiento. Implica generar comunidad y romper el aislamiento y reclusión al que nos somete día a día en diferentes formas el patriarcado. Tarea difícil, pero de ello, como ya dijimos antes, depende nuestra existencia; tenemos la certeza de que juntas somos más fuertes.
— El autocuidado es otro eje fundamental de la autodefensa feminista; durante siglos nos han querido arrebatar el conocimiento de nuestro cuerpo y su funcionamiento (como ejemplo de ello hay diferentes movimientos, desde las ginecopunk en Barcelona, el movimiento de mujeres parteras en México, y el gran movimiento de aborto seguro en latinoamérica); nos han educado para ser cuidadoras; han generado la cultura de la sumisión y el sacrificio, haciéndonos quedar siempre en segundo plano; entonces se propone al autocuidado como la resistencia al abandono de nosotras mismas, como un grito que dice aquí estamos, y queremos vivir. Por ello cuando decimos ninguna agresión sin respuesta es parte de nuestro autocuidado también.
— Este movimiento va por la recuperación de nosotras mismas y nuestros espacios. Se trata de recuperar y generar nuestra fortaleza, tanto física como mental, De recuperar los espacios que nos han sido arrebatados, de usarlos con libertad y seguridad; por eso las consignas “la calle y la noche son nuestras”.
— Entonces no es difícil deducir que el cuerpo femenino es un campo de batalla, el cual no estamos dispuestas a ceder; la autodefensa feminista reivindica nuestro derecho a decidir nuestra sexualidad y cómo la ejercemos, si queremos o no reproducirnos, rompe con los cánones de belleza y comportamientos colonialistas que nos han impuesto y taladrado el cerebro; rotundamente nos negamos a que nuestros cuerpos sean una mercancía, un objeto intercambiable. Defendemos nuestro derecho a caminar por la calle sin ser acosadas, manoseadas, golpeadas, secuestradas.
— La generación de redes afectivas sanas es fundamental en la autodefensa feminista; el amor en el capitalismo es destructivo; querer a alguien significa querer tener, poseer; una de las principales armas que han usado contra nosotras es el amor romántico; la muestra es que la mayor parte de los feminicidios fueron realizados por las parejas sentimentales de las mujeres a las que les arrancaron la vida.
— Por último la memoria, la digna rabia, la alegría y la creatividad. Ante la realidad que nos quiere imponer el patriarcado no podemos negar que estamos enojadas, rabiosas, tristes, desoladas, con un miedo constante de saber que estamos desapareciendo y muriendo. Con un dolor en el pecho que no permite respirar porque sabemos que nuestras compas muertas en feminicidio no han recibido justicia, porque sabemos que muchas de nosotras sufrimos una situación de trata, porque sabemos que este mundo capitalista patriarcal no tiene nada para nosotras que no sea la sujeción.
Pero justo porque tenemos memoria, porque no olvidamos, ni perdonamos, no les vamos a regalar nuestras vidas y mucho menos nuestra alegría.
Entonces, ¿desde dónde construimos? ¿desde dónde rememoramos y redimimos? ¿desde dónde buscamos justicia? Sabemos que las respuestas las construiremos entre todas, pero mientras tanto retomemos nuestra digna rabia, que como dicen los zapatistas es esa fuerza que se convierte en motor, esa que no permite la desmemoria, ni el óxido, esa que nos dignifica. Construyamos desde el amor, desde nuestra capacidad creadora, desde la alegría, desde la escucha. Saquemos del centro al patriarcado y pongámonos a nosotras y nuestros deseos. Combatir la muerte desde la determinación de la vida.
Nuestra venganza está en nuestra alegría, en nuestra existencia, en nuestro crear. En nuestra vida y lucha está la memoria y la redención de las que ya no están.
¡Contra la violencia sistémica, autodefensa feminista!
- D. Compañeros varones, siéntanse incluidos. Sabiendo que para ser incluidos es necesario renunciar a los privilegios que les ha otorgado el sistema, esto significa ser cotidianamente un militante disidente del machismo y del patriarcado; suerte con eso, los estamos esperando.
[1] http://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-37828573
[2] https://hipertextual.com/2016/10/feminicidios-en-mexico