Orión no es un objeto, desde luego; se trata de una de las constelaciones más fáciles de identificar, pero también de las más atractivas en el cielo de invierno. En la mitología griega, Orión, el gran cazador, hijo de Poseidón (dios del mar) y Euríale, era conocido por librar al mundo de las bestias, y se decía que era tan alto que incluso podía cruzar el mar caminando por el lecho marino. Orión está representado por un guerrero alzando su arco y cubriéndose del enemigo con un vellocino. A su lado se encuentran sus perros de caza: Canis Mayor y Canis Minor.
Los famosos tres reyes magos, es decir, el Cinturón de Orión, está formado por las estrellas Mintaka, Alnilam y Alnitak (cuyos nombres significan: cinturón, cinturón de perlas y faja, respectivamente). Cada una de estas estrellas es miles de veces más brillante que el Sol. Ni se diga de Betelgeuse, una supergigante roja o de Rigel, una gigante azul.
La cereza en el pastel en esta constelación es, sin duda, la Nebulosa de Orión, localizada en el extremo inferior de la “espada” del guerrero. En esta gran nube se están formando miles de estrellas.