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Autosuficiencia alimentaria

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Desde hace por lo menos siete mil años iniciamos la domesticación del maíz, planta originaria de Mesoamérica y base de nuestra nutrición; ese producto es la fuente más importante de nuestro suministro alimentario de energía, proteínas, almidón, hierro y fibra. Otras culturas se sustentan en una decena de otros productos, pero los alimentos básicos más importantes, además del maíz, son el arroz y el trigo. Distintas condiciones de clima, humedad, suelos, altitud, prácticas agroecológicas y preferencias culturales  han generado una biodiversidad genética de sesenta razas nativas de maíz en México, que se conservan y reproducen a través de su cultivo en más de la mitad del suelo arable del territorio nacional. Nuestra alimentación depende en buena parte del maíz y sus productos asociados (jitomate, frijol y chile), sin la milpa, la soberanía alimentaria está amenazada.

Hay países donde la relación entre superficie cosechada y habitante es muy baja, además de que adolecen de las condiciones óptimas para generar rendimientos que permitan su autoabasto: Los Emiratos Árabes Unidos y Reino Unido cosechan (todos los cultivos de ciclo corto y perennes) 117 y 654 metrospor habitante, respectivamente, esos países importan casi la totalidad de los cereales (arroz, maíz y trigo) que consumen. Hay otros que cosechan más de 8 mil metros2 por habitante y la producción generada no solo les permite alcanzar la autosuficiencia en cereales, sino que son los graneros del mundo, tales son los casos de Argentina, que exporta más del 60 por ciento de los cereales producidos; de Australia y Canadá, autosuficiente en maíz y trigo y dependientes en arroz, segundo alimento en importancia en el suministro de energía de esos países (101 y 135 kilocalorías por persona al día respectivamente). La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), fuente de la información aquí citada, establece que un país es dependiente alimentario cuando la importación  de alimentos excede al 25 por ciento del consumo.

Japón, China e India tienen como alimento básico al arroz, y el segundo en importancia en cuanto al suministro de energía es el trigo. La superficie total cosechada por Japón fue de 233 metros2 por persona (la sexta parte de lo cosechado por habitante en México), no obstante lo limitado de las tierras cultivadas, ese país es autosuficiente en arroz y dependiente alimentario en trigo. China e India cosecharon 1,249 y 1,537 metros2  por habitante  respectivamente (casi lo mismo que México) y ambos son autosuficientes en arroz, maíz y trigo; en el caso del arroz, esos dos países consumen como alimento más del 80 por ciento del total del suministro.

La superficie de todos los cultivos cosechados por Sudáfrica y México en 2013, último año registrado por la FAO, fue de 1,033 y 1,313 metros2  por habitante respectivamente; esos países tienen como alimento básico al maíz, y el segundo alimento en cuanto a la cantidad de energía aportada es el arroz. El maíz proporciona 858 y 1,033 kilocalorías por habitante en Sudáfrica y México respectivamente. El año mencionado, Sudáfrica produjo 224 kg de maíz por persona y consumió 199 kg por persona, fue autosuficiente y excedentario, en cambio México produjo 185 kg de maíz y consumió 260 kg, el déficit de 75 kg de maíz por persona fue importado y la dependencia alimentaria fue de 23 por ciento. El comercio mundial de alimentos no es de competencia perfecta, donde los vendedores y compradores son tantos que ninguno de ellos influye en el precio: hay monopsonio en la distribución, precios especulativos sustentados en la escasez del alimento básico para la alimentación de los importadores y chantaje en el intercambio comercial: las condiciones del abasto mundial de alimentos las fijan los exportadores, no los importadores, por una razón básica de seguridad y soberanía alimentaria, la mayoría de los países promueven la producción nativa de los alimentos básicos para su alimentación, aunque no siempre dispongan de las mejores condiciones materiales para ello, no pretenden la autarquía, sólo la preservación de mayores márgenes de seguridad alimentaria.

México fue autosuficiente en cereales antes del Tratado de Libre Comercio (TLC): entre 1971 y 1993, la dependencia alimentaria en maíz fue, en promedio, de 15 por ciento: después del TLC ha sido, en promedio, de 24 por ciento; en arroz pasamos de 18 por ciento a 73 por ciento y en trigo, la dependencia pasó de 16 por ciento antes del TLC, a 56 por ciento durante la vigencia del mismo. Este resultado es el saldo de la liberalización de la economía y de las políticas públicas que niegan nuestra capacidad de autoabastecernos en cereales, de generar empleos para los campesinos y mejorar la alimentación tanto de la población rural como la de la mayoría de los habitantes de México. Además de sus funciones tradiciones (producir alimentos e insumos industriales, transferir valor por el mecanismo de los precios, balanza agropecuario excedentaria, mercado para los productos industriales y expulsar fuerza de trabajo), la agricultura debe generar empleo rural, mejorar la dieta de los campesinos, conservar la calidad del suelo agrícola, el equilibro de los ecosistemas y preservar la biodiversidad. Esas son razones más que convincentes para promover estrategias y políticas públicas que, además de autoabastecernos de nutrientes, conserve la calidad de la tierra y produzca bienes inocuos que física y emocionalmente sean culturalmente agradables. Nuestro pasado exige mirar lejos: ser autosuficientes a través de prácticas agroecológicas sustentables con el ambiente.

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