El pasado 3 de noviembre empezó el arribo a la ciudad de Puebla de los primeros migrantes centroamericanos que salieron el 12 de octubre de San Pedro Sula, Honduras —la ciudad más violenta de aquel país— en respuesta a una convocatoria que circuló en redes sociales, con el objetivo de llegar a la frontera de Estados Unidos y solicitar al gobierno de ese país norteamericano, asilo.
Exhaustos de haber recorrido los primeros mil 400 kilómetros, 3 mil 800 migrantes permanecieron al menos una noche en los albergues —de la diócesis y del ayuntamiento— de la ciudad de Puebla.
Gustavo Rodríguez Zárate, párroco de Nuestra Señora de la Asunción, con una amplia trayectoria en atención a migrantes, organizó la recepción de los centroamericanos en los albergues de la diócesis poblana coordinada con las comunidades.
En entrevista con este suplemento, el sacerdote destacó las características de la caminata migrante que salió de San Pedro Sula, Honduras –—atípica desde su convocatoria—, el trabajo de los jóvenes estudiantes que organizaron y atendieron los albergues; señaló los peligros a los que se enfrentan los migrantes en su paso por territorio mexicano y reflexionó sobre la forma de ayuda que se ofrece a aquellos que arriesgan la vida persiguiendo el sueño americano.
La caminata migrante, una caravana distinta
Naciones Unidas calculó que siete mil personas conformaron la caminata migrante que salió de Honduras, al que también se incorporaron al menos 2 mil salvadoreños.
Ante el éxodo migratorio, organizaciones sociales y eclesiásticas han brindado ayuda humanitaria para los miles de centroamericanos que, en su mayoría jóvenes acompañados de niños, huyen de su país a causa de la violencia y falta de empleo.
Para el sacerdote Rodríguez, intereses de tipo político promovieron la caminata migrante en una época del año nada favorable para quienes emprendieron —a pesar de las advertencias del presidente Trump de hacer uso de la fuerza en caso de ingresar de manera ilegal— el largo camino hacia Estados Unidos.
La caminata hacia el país del norte, señala Rodríguez, le dio el pretexto al presidente Donald Trump para un discurso xenófobo, algo que alentaría el apoyo y respaldo a los republicanos en las pasadas elecciones intermedias, pero que finalmente no funcionó y por el contrario perdió escaños en el Congreso y algunas gubernaturas.
Para el caso de México, consideró el clérigo, el contexto político con el cambio de gobierno alentaba cierta desestabilidad: “dejar una papa caliente al que viene, con un conflicto en puerta con el vecino poderoso de Estados Unidos. Hubo intereses creados para convocarla y apoyarla de grupos antagónicos al nuevo régimen”.
“Estos meses no son adecuados por migrar en caravana, el cambio de clima sería muy drástico para los centroamericanos. Pasaron del clima tropical al templado del sureste, el frío del centro y el helado de la frontera. Están sufriendo las heladas; no era conveniente un éxodo en octubre-noviembre.
Un pollero no favorece el éxodo en estas fechas, por el clima y por el aumento de la violencia; otra característica, por ejemplo, es que no era apropiado pasar por la zona huachicolera”.
En comparación con otras caravanas de migrantes que han pasado por territorio poblano y que tienen como propósito solicitar refugio al gobierno estadounidense, este éxodo tiene, considera el presbítero, evidentes características de ser promovida por intereses políticos que lucran con el sufrimiento humano, que por medio de engaños motivaron a miles a salir de sus países de origen con la supuesta posibilidad de ser aceptados y obtener asilo en Estados Unidos.
Precisó que en caravanas anteriores se ha observado una organización al interior de los grupos, desde los métodos en la toma de decisiones, los coordinadores de grupo, los voceros de la caravana y la claridad posicionamientos ante medios de comunicación, indicadores que, señala Gustavo Rodríguez, estuvieron ausentes en la caminata de migrantes.
El encuentro de los jóvenes, la organización de la ayuda
Jóvenes ayudando jóvenes, así podría sinterizarse la solidaridad desplegada ante la caravana, indica el clérigo. “Los jóvenes son los más sensibles de lo que sucede en su país, y los son los más sensibles de ayudar a los migrantes en su paso, eso fue grandioso”.
“Yo le llamo la caravana de jóvenes, la mayoría de los hondureños son jóvenes, con sus parejas y sus hijos. El 85 por ciento menores de 27 años, estás hablando de un éxodo de jóvenes y con familia, esposa e hijos. Eso impacta”.
Al menos 800 jóvenes universitarios —del Tecnológico de Monterrey, la Ibero, la Universidad Madero y la BUAP— se acercaron al sacerdote Gustavo para colaborar en la atención a la caminata de migrantes.
Además, señala Rodríguez, los universitarios —que en su mayoría participaron en la atención a los damnificados por el sismo de septiembre del año pasado— acopiaron víveres, organizaron la ayuda, se capacitaron y limpiaron los albergues después del paso de los migrantes.
“Los jóvenes son los profetas del siglo XXI, son los que están buscando un cambio más humano, son más sensibles a la vida, a cuidar el medio ambiente, ofrecen apoyo a los más vulnerables. Usaron la tecnología para organizarse, lo vimos en el temblor y con las caravanas. Todo lo que sea solidaridad con los más vulnerables están muy sensibles los muchachos”.
Desde que se conoció la noticia de que un grupo de al menos mil 500 hondureños iniciaba la caminata hacia Guatemala para dirigirse a la frontera entre México y Estados Unidos, Gustavo Rodríguez mantuvo contacto con los albergues de Guatemala, Tapachula, Huixtla, Ixtepec y Arriaga para conocer si el éxodo pasaría por territorio poblano.
Preparado para recibir al menos 5 mil centroamericanos, Rodríguez Zárate coordinó esfuerzos entre comunidades, voluntarios y autoridades municipales para acopiar ropa, artículos de higiene personal, mochilas, comida no perecedera y medicamentos.
Con donativos en especie o económicos, fue la gente de sectores populares y pobres la que más ayuda ofreció para atender durante 10 días a los 3 mil 800 migrantes que arribaron a la ciudad en grupos de entre 100 y 200 personas.
Ayuda humanitaria
La ayuda humanitaria ofrecida por la pastoral migrante de la diócesis de Puebla está organizada con el propósito de mejorar las formas de apoyo no solo material, también espiritual; de obtener información que les permita ayudar en la búsqueda de personas desaparecidas y realizar análisis profundos de la realidad social; además de colaborar en la formación humana de quienes se involucran en estas actividades.
“A los voluntarios se les capacita en el ministerio de escucha, primero está la escucha, más que dar un pan, dar ropa, la gente necesita ser escuchada y sentir confianza; no tienen con quién platicar su vivencia, su dolor, por eso cuando llegan buscan ser escuchados”.
En segundo lugar, acota Rodríguez, es aprender a registrar porque “cuando hay personas desaparecidas, con el registro se puede saber en qué albergue estuvo por última vez, se puede tener idea de la ruta que siguió, esa información ha ayudado a algunas madres de desaparecidos a tener idea de dónde buscar”.
El registro es clave porque nos permite identificar quién es sicario, quién es narco, pollero, tratante de personas. Se obtienen datos que pueden ser útiles a investigaciones de académicos, observatorios y autoridades. “Uno va conociendo a la gente, cuando identificamos a uno enviamos información a todos los albergues para que tengan cuidado y pedimos apoyo de las autoridades”.
El tercer aspecto de la capacitación está dirigido al tema del protocolo de seguridad, éste es muy importante porque “se acercan los malos a extraer a los centroamericanos para pedir datos, extorsionarlos, ofrecerles trabajo, para llevarlos a las casas de seguridad en Puebla, para actividades delincuenciales como el secuestro, el tráfico de órganos y de personas para la explotación sexual”.
Finalmente, se dan talleres de análisis coyuntural que tienen como propósito identificar las causas de la migración, las consecuencias de la movilidad en estas condiciones, conocer a los beneficiarios de estos movimientos migratorios y comprender en su complejidad este fenómeno social.
“El ministerio de escucha provoca un fuerte impacto en los voluntarios, te invade la impotencia al escuchar los testimonios de dolor de los migrantes y llegas a creer que no hay nada que hacer. Nos ocupamos de la salud emocional de quienes ayudan, impacta mucho escuchar tanto dolor; ayudamos a que saquen este impacto y tensión de sus corazones”.
Por otra parte, considera el religioso, ante las reacciones de habitantes de las ciudades fronterizas que expresaron su rechazo a la caravana y algunos señalamientos de migrantes por la comida y ayuda brindada en los estados del norte, es importante preguntarse hasta dónde es conveniente dar ayuda. “A veces no medimos nuestra generosidad, no los involucramos a que ellos mismos aseen los espacios que ocupan, que cocinen, que cuiden a sus niños. Queremos resolverles todo y los echamos a perder, nos comportamos de forma asistencialista, no buscamos que sean constructores de su propia historia y eso es negativo”.
“Nos dijeron que en Puebla habían tenido el mejor trato, eso me hizo sentir mal, sentí que les dimos todo lo mejor que pudimos y los convertimos en exigentes. ¿Hasta dónde conviene dar todo? Hay un justo medio, pero hay que involucrarlos en la cocina, en la seguridad y el orden.