“Para todo mal, mezcal; para todo bien, café; si es científico, las dos están también”

· Ilustración: Diego Tomasini “El Dibrujo”

· Ilustración: Diego Tomasini “El Dibrujo”

Queridos amigos, compañeros de letras y de lecturas; en esta ocasión los invitamos a tomarnos un café, un mezcal o un té, lo que ustedes gusten, pero sentémonos a platicar; es necesario. Ya que ha tomado su lugar querido lector, nos gustaría pensara en lo primero que llegue a su mente cuando lee “Café Científico” ¡qué fue! ¿Un montón de gente con pelos parados y batas blancas, intentando conquistar el mundo? o a un grupo de personas platicando y disfrutando de una charla científica pero nada loco ni complicado, sino todo lo contrario, una charla a la que todos podemos entrar, preguntar, entender y llevarnos a casa las ganas de saber más sobre el tema, contarles a nuestro amigos o familiares y regresar para seguir platicando con un nuevo ponente y lo mejor, con amigos nuevos; bueno, eso es el café científico y como todo café científico pretende acercar a la gente al conocimiento científico, regalar un poco del tiempo de los expertos para que podamos platicar de ¡tú a tú! con ellos, los hombres y mujeres de ciencia. Una vez dicho lo anterior los queremos invitar a seguir las sesiones, aventuras y momentos inolvidables del Café Científico Mtro. Marco Antonio López Luna, Puebla. Pero, ¿cómo surge esta cosa llamada Café Científico? Resulta que inspirado en el Café Philosophique proyecto del francés Marc Sautet, Duncan Dallas arranca con el primer Café Científico en Leeds, Reino Unido, en 1998; como se podrá dar cuenta esta modalidad de divulgación científica es relativamente joven ya que este año estaría cumpliendo 20 años desde la primera vez que la gente se reunió a escuchar una plática de un experto pero en una modalidad no formal, es decir, en un escenario completamente distinto al de las aulas a las que aún estamos muy acostumbrados. Seguramente al padre de la divulgación científica Mexicana, el gran José Antonio de Alzate y Ramírez (1737-1799), le hubiera encantado reunirse con la gente en un café, un bar o restaurante a charlar sobre ciencia, imaginemos a Alzate hablando de arte, teología, física, ciencias naturales o matemáticas en compañía de un rico café y con la gente y para la gente, como a él le gustaba, no por nada en 1884 se formó en su honor la Sociedad Científica “Antonio Alzate” misma que en 1935 llegaría a ser nada más y nada menos que la Academia Nacional de Ciencias de México. Pero regresemos a nuestra reunión. Al imaginar a Alzate charlando sobre matemáticas recordamos haber leído un artículo de nuestro amigo Daniel Mocencahua en donde describía al Café Escocés como “un local cerca de la universidad de Lvov en Polonia en donde los estudiantes de matemáticas se reunían y discutían sus descubrimientos. Matemáticos como Stanislaw Ulam, Stephan Banach o Kazimierz Kuratowski. En este café escribían sobre las mesas de mármol con lápiz los problemas, los cuales el encargado limpiaba con un trapo cada noche. La esposa de Banach tuvo la idea de que dejaran ahí un cuaderno en donde se registraran los problemas y las soluciones, y los premios ganados. Ese cuaderno se volvió mítico y recibió el nombre de “El libro escocés”. Verdaderamente interesante, ¿no? Lo anterior es tan solo una pequeña parte de la historia de esta forma tan peculiar de divulgar ciencia, estamos seguros de que existen muchas historias que han marcado los antecedentes de este tipo de reuniones que, aunque informales suelen llegar a ser muy ricas, ya que en ellos no solo se reúne gente no experta con interés en la ciencia, sino que también acuden expertos que disfrutan mucho de una charla diferente a las de las salas, aulas o auditorios de las universidades o institutos y esto hace del café una charla rica y cargada de información además de las sonrisas que nunca faltan.

En el Café Realengo, ubicado en la 15 Poniente 106, en el Centro Histórico de la ciudad de Puebla, se cumple un año de llevar a cabo esta actividad de divulgación, trabajo que el Colectivo Callicoatl se ha encargado de gestionar desde sus inicios, tomando como pretexto el décimo aniversario del programa radiofónico “Tras las Huellas de la Naturaleza” en 2017, otro esfuerzo de divulgación de dicho colectivo, pero de eso hablaremos en otra ocasión. Lo verdaderamente importante en este momento es mencionarles que el Café Científico Maestro Marco Antonio López Luna nace en Villahermosa, Tabasco, y que de manera simultánea se realiza en Coatzacoalcos, Veracruz, como un esfuerzo de los alumnos de Marco (amigo nuestro), gran investigador dedicado en cuerpo y alma al estudio y conservación de los cocodrilos y las tortugas de México,  por lo antes mencionado, no es para menos, comienzan a reunirse en cafés y cuando no había oportunidad hasta en las calles con el único objetivo de informar a la gente sobre temas variados de biología teniendo éxito y logrando hacer de estas reuniones de divulgación verdaderas fiestas del conocimiento.

Es por ello que en esta ocasión queremos invitarlos a seguir disfrutando de un buen café cargado con mucha ciencia, y si a usted le gustan las emociones un poco más fuertes, lo invitamos a conocer “La ciencia hasta en el Bar” que se lleva a cabo en el Foro Karuzo el último jueves de cada mes con charlas llenas de buen humor, compañerismo y mucha calidad que cada uno de los científicos prepara para pasar un buen rato lleno de conocimiento. Sigamos divulgando ciencia ya que, como decía el gran Carl Sagan “vivimos en una sociedad profundamente dependiente de la ciencia y la tecnología y en la que nadie sabe nada de estos temas. Ello constituye una fórmula segura para el desastre”. Evitemos el desastre. Continuemos hablando de ciencia. Hasta la próxima.

 

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