Destrucción del mundo rural por el capitalismo, la agroecología y sus riesgos

Con el apoyo de la ciencia el capitalismo se apropió en el siglo XX de la producción rural, aunque los campesinos e indígenas defendieron bastantes territorios. En el mundo rural el capital impuso su sistema de acumulación basado en la explotación, ahora no sólo de los humanos sino también de la naturaleza. La tecnología no entró aislada, acompaña un modelo que al industrializar la agricultura genera un modo de vida que impone la ganancia como eje, tratando a la tierra y la naturaleza como máquinas. Con la justificación de la sobrepoblación y hambre en el mundo, a mediados del siglo XX se estableció la Revolución Verde, atrás de ella estaban las grandes transnacionales que producían semillas, maquinaria, agroquímicos y las constructoras de las obras de irrigación. Del tercer tercio del siglo XX y hasta su final, con la careta neoliberal, el capitalismo profundizó su modelo. Desde 1990 a la fecha con la llamada 4ª revolución tecnológica, la ciencia sigue apoyando al modelo con el avance de la biotecnología, la nanotecnología, robótica y tecnología “verde”, impactando con ello las fibras más ocultas y sensibles del mundo rural. El resultado visible es que hoy la naturaleza tiene dueño y resulta que no son los que han trabajado el campo por más de 10 mil años, sino que es propiedad de las grandes transnacionales.

p-05En México se impuso el modelo y junto a los problemas ambientales y económicos que traía y generaba, se señalan los sociales: la exclusión indígena y campesina, y la destrucción de sus saberes y conocimientos supuestamente por anacrónicos y anticientíficos. Durante centenas de años se ha buscado borrar esos saberes porque han impedido la subordinación plena de la producción rural al capital.

El problema es que el modelo persiste, en las Unidades de Producción (UP) rural se utilizan determinadas tecnologías agrícolas (ver cuadro), cuyo uso difiere conforme a la superficie que poseen las Unidades de Producción, que definimos como campesinas y empresariales.

Durante 2014 se fertilizó químicamente 66.8 por ciento de las 22.2 millones de has. sembradas en el país. La proporción de la superficie fertilizada en riego fue de 91.6 por ciento y en temporal de 57.9 por ciento. Esto significó el uso de 4.68 millones de toneladas de fertilizantes, de estas 2.4 millones fueron importadas (Gaucin Darío. 2016). En México se estima que en 2007 se comercializaron 100 mil toneladas de plaguicidas, equivalentes al 4 por ciento del consumo mundial (FAO 2017). (García H. et al. 2018). No importa que se haya demostrado que el uso de plaguicidas y fertilizantes químicos han contaminado los ecosistemas y la salud de los mexicanos.

Las consecuencias devastadoras del mundo rural fueron plenamente identificadas y desde hace más de 30 años se realizan críticas al modelo de producción rural impuesto por el capitalismo, destacan las luchas campesinas y los planteamientos académicos. Como alternativa a este modelo se generó la agroecología, importante en los países en que se destruyó la agricultura campesina, pero en América Latina y México en especial, siempre se tuvo un esquema parecido, que no es productivo solamente sino un modo de vida, eso que Armando Bartra llama el modo campesindio y su milpa.

Desde la antigüedad la milpa ha existido, desde que llegaron los españoles la destruyeron, pero no la desaparecieron y desde entonces ha permanecido oculta, una nueva etapa de destrucción la sufrió en la Revolución Verde y en el presente vive una nueva etapa de destrucción con el resurgimiento de la acumulación capitalista desmedida. Hace poco tiempo fue reivindicada como modo de vida y de producción por sus propios creadores, lo importante es que está viva porque cada día la hacen en sus comunidades y sus parcelas.

Por agroecología comprendemos un diálogo entre la ciencia y los saberes campesinos e indígenas, de otra manera no tiene sentido en nuestro país, para esto se requiere de una ciencia decolonizada, que comparta un nuevo paradigma de conocimiento en donde los saberes sean respetados y en todo caso, mejorados en beneficio de los campesinos e indígenas, y de la población en general.

Dentro de un escenario capitalista los riesgos identificados para la agroecología son bastantes, pero sólo indicamos tres: primero, desligarla de sus autores, de los campesinos e indígenas, y que la ciencia la ubique como una simple tecnología sustentable; segundo, que el capital la utilice como parte del desarrollo de la agricultura comercial ante la destrucción que ha generado en el campo; y, tercero, que pierda su carácter fundamental de ser una alternativa poscapitalista y pierda su fuerza de lucha en la gran disputa por la alimentación mundial y nacional.

El primer riesgo. No es fácil para la ciencia acomodarse para eliminar su visión economicista y cuantitativita, para comprender que la tierra y la naturaleza no son recursos productivos sino patrimonio, que tienen sus propios ciclos que le acompañan en su reproducción y que no valen por su poder de cambio sino por el de uso, como lo hacen los campesinos. Tiene que crear nuevas formas de dialogar con el sentido común y el saber empírico, entender que también son formas de conocer, aunque no sean científicas. Para avanzar en ese sentido, tiene que dar un salto epistemológico y sobre todo, deshacerse del yugo al que la ha sometido el capital, porque este también ha sometido a la ciencia.

El segundo riesgo. No es una advertencia nuestra, esto fue planteado desde 2015 por diversos representantes de La Vía Campesina que participaron en el Seminario Regional de Agroecología en América Latina y el Caribe, en el Centro de Formación Israel Pinheiro, en Brasilia. Según Peter Rosset, de La Vía Campesina internacional, la cuestión agroecológica enfrenta un proceso que busca su institucionalidad, como los Simposios de la FAO, en que se apuesta a consolidar una agroecología comercial (Fincalacoruja. 2015).

El tercer riesgo. Es que el gran capital derrote a los movimientos sociales que día a día realizan campesinos e indígenas para conservar su modo de vida y de la vida de todos, al conservar la tierra, el agua, el bosque y la biodiversidad. Las grandes transnacionales tienen claro que el mundo rural busca, en caso de aceptar que lo suyo se llame agroecología, que esta sea política y no sólo tecnología, que sea una bandera de resistencia, pero también transformadora, y así detener la destrucción del mundo y de la vida.

 

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Fincalacoruja. 2015. Vía Campesina critica apropiación de la agroecología por el capital. Recuperado de https://fincalacoruja.wordpress.com/2015/07/03/via-campesina-critica-apropiacion-de-la-agroecologia-por-el-capital/

 

García Hernández J. et al. 2018. Estado actual de la investigación sobre plaguicidas en México. Rev. Int. Contam. Ambie. 34. UAT-UV-UNAM. pp. 29-60. Recuperado de https://www.researchgate.net/publication/322549538_Estado_actual_de_la_investigacion_sobre_plaguicidas_en_Mexico/downloa.d

 

Gaucin Darío. 2016. El mercado de los fertilizantes (II). El Economista. 11 de febrero de 2016. Recuperado de https://www.eleconomista.com.mx/opinion/El-mercado-de-los-fertilizantes-II-20160211-0003.html

 

INEGI. 2017. Encuesta Nacional Agropecuaria 2017. Recuperado de https://www.inegi.org.mx/programas/ena/2017/default.html#Tabulados