Covid-19 y salud mental

Más allá de los ambientes médicos especializados, la aparición del coronavirus que da lugar a Covid-19, ha irrumpido en todos los espacios de la vida con tal celeridad y magnitud que ha obligado a los seres humanos a una reacción adaptativa individual y social sin precedentes. De tal suerte, que después de cinco meses de la aparición de los primeros casos clínicos, la respuesta se ha caracterizado por el azoro, la impotencia, la incertidumbre y el miedo. Lo que ha traído consecuencias no sólo en el terreno de la salud física y mental, sino en esferas tan diversas como la vida personal, interpersonal, familiar, académica, laboral, y hasta implicaciones sociales, ambientales, y económicas, de tal contundencia que se ha llegado a cuestionar con toda seriedad el modelo de civilización vigente.

Todos los seres humanos tenemos un patrón de vida determinado por nuestra personalidad, entendida ésta como la forma de relacionarnos con nosotros mismos y con el entorno, y que posibilita la resolución de conflictos inconscientes, lo que da lugar a la obtención de satisfactores que con mayor o menor fortuna permiten un equilibrio “armonioso” a nuestra existencia. Con la crisis que la pandemia del coronavirus ha generado, sobre todo por su potencial letalidad, este modelo de sobrevivencia individual ha entrado en shock, ya que además del riesgo a la integridad física, ha implicado múltiples conductas de ajuste a fin de contener los riesgos inherentes de este problema de salud pública. Tan solo por mencionar uno de los cambios más relevantes en nuestra vida está el confinamiento domiciliario, que al reducir la vida social obliga a ver en el hogar la mayor fuente de gratificación y frustración, fenómeno nos lleva a recrear en dicho espacio un estilo de vida sana que nos permita sentirnos a gusto. Ya que de no ser así se corre el riesgo de obtener satisfacciones que atenten en contra de nuestra persona o la de los demás como podrían ser a manera de ejemplo; el consumo de sustancias, violentar la relación con la pareja, abusar sexualmente de menores, etcétera. En el caso de la frustración se podría inculpar a la actual condición de desencantos pretéritos de nuestra biografía.

Estos ajustes y las amenazas descritas dan lugar en nuestro organismo a una respuesta de alarma, siempre y cuando se tenga la capacidad de tener consciencia de la realidad en que se vive, ya que personas con retraso mental, esquizofrenia o demencia están imposibilitadas para ello, e inclusive personas consideradas “normales” pueden recurrir a un mecanismo de defensa psicológico llamado negación, lo que les permite evitar el encuentro con la realidad. La respuesta mencionada consiste en un primer momento en inquietud, aprensión, incertidumbre y miedo. Pero a medida que esta situación persiste, puede derivar en una clara condición de ansiedad, en donde síntomas como; la opresión en el pecho, sudoración, y sensación de cuerpo extraño en la garganta y de falta de aire, podrían generar la idea de estar cursando con sintomatología de Covid-19, lo que lleva a una mayor angustia pudiendo identificarse con facilidad otros datos de ansiedad como son palpitaciones, resequedad de boca, colitis, hormigueos, temblores y miedo, entre otros, que si no son contenidos podrían incluso desembocar en una crisis de pánico donde estos síntomas se viven de manera extrema e intensa, al punto que el sujeto puede experimentar una sensación de perder la razón o muerte inminente. No es raro que en esas condiciones se manifiesten síntomas de depresión mayor con la que se asocia a lo ya descrito; alteraciones en el ciclo de sueño, de la alimentación, en el control de peso, en la función sexual, incapacidad para disfrutar de las cosas, apatía, irritabilidad, fragilidad emocional, autoreproches, disminución del autoestima, aislamiento, tristeza, ideas de muerte, ideas e intentos suicidas. Vale la pena considerar que estos últimos datos clínicos podrían explicarse por una reacción de duelo.

Los cambios que esta realidad ha impuesto en la vida cotidiana ponen en serio riesgo el control de padecimientos psiquiátricos crónicos como la esquizofrenia, y los siguientes trastornos por déficit de atención, obsesivo compulsivo, bipolar, de personalidad, de la alimentación y por abuso de sustancias.

Estas condiciones clínicas, las más de las veces, exigen la atención del especialista en salud mental, ya que no sólo se requiere la clara identificación del padecimiento con el que se cursa, sino de diferenciarlos de otros no tan comunes como lo son la hipocondriasis, la somatización e inclusive la simulación, en esta última el sujeto finge a fin de obtener beneficios o evadir responsabilidades. Además de que el profesional en cuestión debe instituir un tratamiento específico, ya sea de orden psicoterapéutico o farmacológico.

Mención aparte merece el fenómeno de violencia intrafamiliar que la cuarentena puede exacerbar, y que entre otras formas puede expresarse a través de ignorar al otro, descalificarlo, puntualizar los defectos y los equívocos, sabotear tareas y acuerdos, lenguaje despectivo, ironías, estigmatizaciones, descalificaciones, bromas de mal gusto, incumplimiento de responsabilidades o incluso faltas de respeto y agresiones físicas o sexuales. Dichas conductas pueden expresarse de un conyugue a otro, entre padres e hijos, o entre hermanos. De no acotarse, se van escalando al punto que se perpetúan y agravan dando lugar a una grave disfunción familiar.

No todo en esta crisis tiene que ser negativo, también podemos y debemos tomarla como una oportunidad; a nivel personal podríamos replantearnos nuestra propia existencia, reaprendiendo de yerros y fracasos, así como posibilitando el logro de metas pendientes. A nivel familiar, visualizando de una forma más integral a nuestros afectos más cercanos, lo que abre la posibilidad de reencuentros y experiencias inéditas de las que “nunca antes se tuvo tiempo”. A nivel social, se puede cuestionar si un mejor mundo es posible, por ejemplo, como quedó demostrado en la Ciudad de Nueva York (capital financiera y cultural del mundo) el sistema de salud quedó sobrepasado de tal manera que es inevitable cuestionar el modelo capitalista de prestación de servicios médicos. Ante estas oportunidades, Covid-19 podría ser algo más que una tragedia, y esa posibilidad está en nuestras manos.

 

* [email protected]