Los titanes de la Ciencia Ficción

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Adentrarse en los terrenos de la ciencia ficción representa un juego especulativo que además de ser fascinante por los dilemas que plantea, nos obliga a repensar nuestro presente. A pesar de que ya habían existido algunas manifestaciones previas, su concepción como género se dio en los años veinte del siglo pasado y desde entonces el tema ha sido del gusto general. ¿A qué se debe esa complacencia? Sensaciones ilusorias de estar un paso adelante, de vernos en un futuro no muy lejano afrontando las consecuencias de actos irremediables o soñarnos explorando interesantes escenarios con el apoyo de los avances tecnológicos. Nos gusta la ciencia ficción porque explora lo desconocido de una forma verosímil. Y para adentrarse en el género no hay nada mejor que el impulso de la literatura y el cine, siempre ponderando las bases establecidas por aquellos grandes visionarios que moldearon este tema. Universos que, a pesar de contar con esos toques fantásticos, logran abordar sus estructuras de una forma coherente.

Un puñado de voces le dieron al género ese mérito artístico que con el paso del tiempo lograría alejarlo del rincón de la marginación. Nombres como Arthur C. Clarke, Phillip K. Dick, Stanislav Lem o Adolfo Bioy Casares llevaron a la ciencia ficción al lugar privilegiado que hoy tiene. Sin embargo, no es posible hablar de sci-fi sin mencionar a sus dos titanes más icónicos. Ambos cultivaron el género de forma grandiosa y a cien años de haber nacido siguen siendo importantes referentes de esta narrativa especulativa.

Isaac Asimov y Ray Bradbury tienen la misma edad que el género mismo, por lo tanto este año no sólo podríamos celebrar a los dos autores sino a la ciencia ficción en general. Y es que a pesar de que cada uno aborda su línea específica, es innegable la forma en la que terminan complementándose.

Eterno divulgador de la ciencia, Isaac Asimov plasmó a lo largo de su obra de ficción inquietudes tan esenciales a través de una sublime reinterpretación del mundo. Siempre fue constante en su reflexión hacia el futuro, en torno a las posibles consecuencias que afectarían a la humanidad y con una exactitud casi matemática terminó construyendo un tratado sobre la naturaleza humana y sus posibilidades en el lejano porvenir. La constante relación entre la filosofía y la tecnología destaca en su literatura, sus problemáticas se caracterizan por ser bastante humanas. Sus escenarios siempre tienen un respaldo científico sólido y su literatura termina siendo más una posibilidad que una fantasía.

Ray Bradbury por el contrario siempre se consideró un escritor de historias fantásticas. Situaciones como los viajes al espacio, las novedades dentro del campo nuclear o la incertidumbre ante la Guerra Fría fueron una enorme influencia dentro de sus relatos. Su labor como escritor logró darle cierto prestigio al género ante una crítica literaria que consideraba a la ciencia ficción como un entretenimiento menor. Los vicios de su tiempo logran transportarse a novelas con escenarios futuristas y ahí es donde encontramos su mirada, siempre mordaz. La visión de una espiritualidad que se ve afectada por los imponentes avances tecnológicos y que Bradbury explora a través de una prosa sencilla y poética.

El tiempo se ha encargado de posicionar a ambos personajes no sólo como autores imprescindibles del género, sino de la literatura universal. Afortunadamente, uno de los mayores beneficios de la ciencia ficción es que logra tener cierto carácter de atemporalidad que le permite influenciar a más de una generación. Así mismo, su visión ha anticipado el desarrollo de la tecnología e incluso el impacto que podría tener dentro de una sociedad futura. Algo similar ya había ocurrido con Julio Verne, quien planteó la posibilidad de viajar en globos aerostáticos o desde las profundidades del mar a través de submarinos.

Uno de los aportes más significativos de Isaac Asimov fue el concepto de robótica y todo lo que supuso su creación. Además de ser concebida como una disciplina ficticia dentro del libro Yo, Robot, también estableció las famosas “Tres leyes de la robótica” como una parte de la programación que cualquier inteligencia artificial debería respetar. Las leyes, sencillas y sensatas, presentan una interesante ambigüedad. Ya el escritor Karel Čapek había utilizado el término robot, mismo que viene de la palabra checa robota cuyo significado es sirviente. Sin embargo, fue Asimov quien abordó con mayor profundidad este tema.

La ambiciosa saga Fundación también ofreció aspectos interesantes. Uno de ellos fue la “Psicohistoria”, otra disciplina ficticia en la que Asimov planteaba la posibilidad de predecir el comportamiento humano a través de fórmulas matemáticas. Estableciendo ciertos paralelismos con la historia del Imperio Romano, el autor nos presenta una sociedad que ha colonizado infinidad de sistemas solares y que a pesar de contar con importantes avances tecnológicos está destinada a caer. Todo esto se muestra a través de la perspectiva inicial de un científico que utiliza esta disciplina para descifrar de forma precisa un comportamiento masivo. Enorme ficción que inspiró algo tan real como la futurología, un conjunto de estudios que buscan el entendimiento del futuro a través del reconocimiento de patrones del pasado y del presente para definir tendencias.

El caso de Ray Bradbury no es la excepción. Novelas como Crónicas Marcianas o Fahrenheit 451 se han acercado demasiado a acontecimientos de nuestra cotidianeidad. Una sociedad esclavizada por el televisor, llena de comodidades y atascada de propaganda que vende la idea de vivir felices mientras se extinguen los libros y el libre pensamiento está estrictamente prohibido. Una premisa aterradora durante mediados de los cincuenta pero que hoy es una completa realidad.

El legado de Bradbury es enorme y se encargó de inspirar a varias generaciones. Hoy se ha planteado una mayor posibilidad de visitar otros planetas y las bases científicas sumadas a los avances tecnológicos podrían hacer realidad esta noción que para Bradbury significaba el camino a la inmortalidad del ser humano. Sus Crónicas Marcianas fantasean con la idea de colonización interplanetaria pero al mismo tiempo abordan cuestiones propias de la complejidad humana como el poder, la ignorancia, la banalidad o la misma rapacidad del hombre pero frente a civilizaciones extraterrestres. La misma contingencia que hoy nos aqueja pareciera ser un pedazo de ficción del mismo libro. Ray Bradbury estaría estupefacto ante las similitudes de nuestra situación con las acontecidas en su obra literaria.

Tanto Asimov como Bradbury lograron visualizar cuestiones que hoy no parecen tan descabelladas como hace cinco décadas. Y esa es una de las principales maravillas de este género tan admirable. El cine también ha expandido estas nociones y poco a poco otras voces han surgido para mostrarnos nuevas propuestas mediante una infinidad de medios. La ciencia y la tecnología le deben tanto al sci-fi y a su vez el sci-fi está en deuda con la ciencia y la tecnología. Una simbiosis necesaria para llevar a cabo la búsqueda de un beneficio común: el replanteamiento de nuestro presente mientras caminamos hacia lo desconocido en un intento por avanzar como sociedad.

Siempre será un deleite adentrarse en los terrenos de la ciencia ficción y no hay forma más extraordinaria que hacerlo de la mano de estos íconos del género. Quizá abordarlos para encontrar ese peculiar paralelismo con nuestra actualidad pueda ayudarnos a descifrar el propio concepto de nuestra humanidad. Sin embargo, si hay algo seguro es el hecho de que devorar ciencia ficción nos permite expandir los límites de nuestra imaginación a través de un prometedor y alucinante viaje. No hay mejor oportunidad que hacerlo en el centenario de estos dos titanes de la ciencia ficción.

 

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