Cuba-México, una colaboración matemática de más de 37 años

Miguel Jiménez Pozo

Miguel Jiménez Pozo

Miguel Antonio Jiménez Pozo, matemático cubano nacionalizado mexicano, investigador miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) y docente la Facultad de Ciencias Físico Matemáticas (FCFM) de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, comparte para Saberes y Ciencias su experiencia de más de 26 años colaborando en el crecimiento y consolidación de la facultad, la segunda más importante de México, y que a 70 años de su fundación, hoy goza de un amplio reconocimiento de la comunidad científica por la colaboración destacada de sus estudiantes, profesores-investigadores y egresados en proyectos internacionales de investigación básica, de frontera y aplicada, producto del trabajo y compromiso de universitarios como Jiménez Pozo, a quienes sus alumnos le tienen gran estima.

—Doctor, ¿cómo fue su incorporación como profesor-investigador en la Universidad Autónoma de Puebla?

 

Me detendré un poco porque está relacionado con el desarrollo del Posgrado de Matemática de la BUAP e incluso con el desarrollo de la cooperación matemática entre Cuba y México. En diciembre de 1982 se celebró en La Habana, Cuba, el Primer Congreso Nacional de Matemática y Computación de la Sociedad Cubana de Matemática (SCMC), de la cual yo era presidente. Asistió como invitado especial el maestro Salvador García, en su calidad de presidente de la Sociedad Matemática Mexicana (SMM), y en aquel momento también director de la Escuela de Matemática de la antigua Facultad de Ciencias Físico Matemáticas de la BUAP.

Aunque la relación en el ámbito matemático entre ambos países era muy incipiente, cabe mencionar el interés de acercamiento promovido por varios matemáticos jóvenes de la UNAM, entre los que destacaban Humberto Madrid de la Vega, Manuel López Mateo, Jesús López Estrada, Pablo Barreras, y el doctor Raymundo Bautista, este último un destacado matemático de procedencia poblana, y en particular de la BUAP, quien había sido presidente de la SMM, dirigía el Instituto de Matemática de la UNAM, y realizaba trabajos de colaboración en temas de Algebra con su colega cubano el doctor Mario Estrada, de la Academia de Ciencias de Cuba (ACC) y también presidente de la SCMC durante su proceso de reconstitución años después del triunfo de la Revolución cubana. Este ambiente facilitó que en julio del año siguiente, el doctor José Luis Fernández Muñiz, de la Universidad de La Habana (UH), dictara seminarios de verano por invitación en la FCFM BUAP, y que el doctor Andrés Fraguela Collar, de la ACC y yo mismo, proveniente de la UH, participáramos como invitados en el Congreso Nacional de la SMM en Guanajuato. Seguidamente vine a Puebla por todo el mes de noviembre de ese 1983, para impartir lo que quizás —junto a los seminarios de Fernández Muñiz— constituyeran las primeras actividades oficiales de la Maestría en Matemática del flamante posgrado apenas inaugurado. Tanto el doctor Fraguela Collar (todavía activo) como el doctor Fernández Muñiz (fallecido) fueron posteriormente piedras angulares de la reformulación y estricta organización académica del Posgrado de Matemática de la FCFM. A partir del nuevo año 1984, se fueron incrementando paulatinamente las actividades de intercambio matemático entre México y Cuba.

En 1992 iniciaría su periodo como director de la FCFM-BUAP el doctor Humberto Salazar Ibargüen. Coincidentemente, el Conacyt ofreció la posibilidad a las instituciones mexicanas de que propusieran cátedras patrimoniales de excelencia a profesores renombrados de otras nacionalidades, o mexicanos en el extranjero que desearan repatriarse, con el objetivo de elevar el nivel de la educación superior, la posgraduada y el trabajo de investigación. El doctor Ibargüen, en preparación de su plan de trabajo, visita la Universidad de La Habana, y en reunión conjunta con los profesores Fernández Muñiz y conmigo, a la cual asistió Fraguela Collar, organizamos un plan de visitas de diferentes profesores e investigadores de la UH para impulsar los planes de posgrados en matemáticas en la FCFM. Este plan, con el posterior visto bueno de las autoridades de la UH, comenzó a desarrollarse con el inicio del curso 1992-1993.

En mi caso particular esperé a cerrar compromisos pendientes en Cuba, y me incorporé a la BUAP en julio de 1994. Venía con el plan preconcebido de organizar en la FCFM BUAP, en el otoño de 1995, la tercera edición de la importante serie de Conferencias Internacionales de Aproximación y Optimización del Caribe, la cual unida a una Escuela de Verano conjunta entre las universidades Lomonosov de Moscú y BUAP, en el propio 1995, constituyeron dos eventos de muy alta trascendencia con los que debutó la matemática poblana en el ámbito internacional.

 

—¿Cómo era la BUAP en ese tiempo? ¿Qué opinión tiene de la vida universitaria de aquel momento?

 

La BUAP, como cualquier institución, depende del estado general del país y muy particularmente de la situación económica. Al principio de los 80 la situación mexicana era muy difícil, con una devaluación diaria de la moneda, un equilibrio social muy disparejo, y un índice de criminalidad muy pronunciado. Todo esto vino a agravarse con el terrible terremoto de 1985, el que sin embargo, propició una migración poblacional de la ciudad de México hacia sus ciudades vecinas, especialmente hacia Puebla y Cuernavaca. La Puebla de hoy es una ciudad incomparablemente más grande que la que teníamos en los años 80. Las comunicaciones viales se fortalecieron muy notablemente con las autopistas de enlace con las grandes ciudades vecinas. Recuerdo las horas de viaje peligroso para comunicarse a través del Nudo Mixteco entre México DF y Oaxaca, o entre Oaxaca y Puebla. La misma autopista que uniría Puebla con Veracruz, se encontraba todavía en construcción.

En estos inicios de los 80, en la BUAP, la Física comenzaba a lograr un cierto desarrollo, sobre todo en el Instituto de Física, privilegiado con el derecho a las investigaciones mientras que el profesorado de FCFM debería ocuparse de problemas docentes. Ignoro las causas de esta concepción errónea de separación entre la docencia de nivel superior y las investigaciones, si bien parece ser que los criterios que influyeron en las tomas de decisiones sufrieron de componentes no académicas. Por su parte, el nivel matemático en la universidad, salvo alguna excepción, era realmente muy bajo. En la planta académica de la disciplina subsistían incluso maestros no graduados de licenciatura. Aunque yo creo no equivocarme cuando considero, con base en mi propia experiencia y recuerdos, que este bajo nivel matemático era una característica de las universidades no principales de toda América Latina, y de otras zonas del mundo. Sin embargo, se sentía que un despegue e interés por el desarrollo científico comenzaba a imponerse en diversos países, incluyendo por supuesto a México.

En aquellos tiempos, la vida universitaria tenía una fuerte componente político. No es de extrañar, siempre los estudiantes universitarios han jugado papeles sociales trascendentes en todo el mundo. Y aquellos años eran posteriores y cercanos a los sucesos de mayo de 1968. Internacionalmente había una influencia notable de la Revolución Cubana en México, y se sincronizaban guerras o se sufrían sus consecuencias recientes, en diferentes partes del mundo. El conflicto palestino-israelí, la liberación de Argelia de la ocupación colonial francesa, la guerra de Vietnam, el movimiento sandinista en América Central y el de los Tupac Amaru en América del Sur, la Guerra de Angola, la Guerra Fría entre Occidente y los Países del Este, por citar algunos ejemplos importantes.

 

—¿Qué cambios en la universidad observa desde su llegada a la BUAP?

 

Foto: José Castañares

Foto: José Castañares

Es muy notable el desarrollo académico de la institución, tanto docente como por sus aportes en la investigación. Y no menos importante, la estabilidad institucional.

Ha aumentado el número de alumnos, se han fortalecido las plantas académicas, se han creado nuevas carreras y numerosos posgrados, impactamos en el ámbito internacional mediante contribuciones científicas e intercambios académicos, contamos con algunas publicaciones periódicas de las cuales me gustaría resaltar la calidad y consistencia de la revista universitaria Elementos.

Es justo mencionar los apoyos económicos imprescindibles para alcanzar estos logros. Inicialmente los presupuestos nacionales para sustentar las cátedras patrimoniales y después el mantenimiento de programas de estudio de licenciaturas y posgrados de certificaciones nacionales e internacionales, apoyados por becas estudiantiles, sin las cuales todos estos éxitos se vendrían abajo. Se ha logrado ir conformando un campus universitario amplio y bien edificado y una mejora sensible en equipos, bibliotecas, apoyos para el intercambio académico, organización de eventos y publicaciones científicas, entre otros aspectos.

Sin embargo, no solo no es suficiente sino que se corre el peligro de ver desmoronarse algunos de estos éxitos. En efecto, últimamente —y obviamente que no hablamos de la pandemia— se han visto disminuidos los apoyos a los proyectos de investigación, intercambio académico, organización de eventos, a las publicaciones científicas.

No se acaba de enfrentar el problema eterno del salario bajo de los profesores. Para paliar esa situación y mantener en sus puestos a los profesores e investigadores de más relevancia, se otorgan estímulos a través del Sistema Nacional de Investigadores y mediante becas docentes. Pero estos recursos no son considerados parte de los salarios y por tanto no se consideran a la hora del retiro, lo que afecta la renovación de las plantas académicas que ya comienzan a envejecer. Tampoco beneficia suficientemente al personal menos desarrollado. Por último, las nuevas direcciones institucionales amenazan constantemente con suprimir las evaluaciones mediante certificaciones para regresar al método primitivo de evaluaciones anuales que determinen los montos de las becas, práctica que en su momento afectó significativamente el desarrollo académico, pues los profesores planificaban su tiempo laboral y sus actividades, más buscando como cubrir los puntos que se puedan acumular en cada acápite, que buscando el beneficio de la institución.

Otro asunto que apenas se valora es la tradición originada en necesidades ahora menos imperativas, de responsabilizar con sus cursos por igual al personal docente experimentado que al que se encuentra aún en formación. Esto llega a incluir los nuevos ingresos en las plantas académicas sin que medie un proceso de aprendizaje docente previo. Los profesores de mayor categoría y experiencia deberían de asumir las principales actividades docentes, dejando más tiempo para la superación al personal en desarrollo. Nótese que esto no implica necesariamente una afectación de las horas lectivas.

 

¿Qué opinión tiene de la FCFM?

 

Sin menoscabo de todo el desarrollo institucional en su conjunto, la FCFM ha jugado un papel relevante en ese desarrollo. En efecto, a mediados de la década de los 90, la FCFM contribuyó con parte de su profesorado y planes ya instituidos, de manera decisiva, en la fundación de las facultades de Electrónica y de Ciencias de la Computación. Posee el mayor número de profesores miembros del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), muchos de los cuales alcanzan las categorías superiores 2 y 3. Sus egresados han pasado a conformar parte sustancial de las plantas académicas de varias universidades nacionales e incluso extranjeras. Ha creado nuevas carreras y cursos de posgrado. Ha organizado muchos eventos científicos nacionales e internacionales de relevancia, y participa en importantes proyectos de investigación. Tiene un merecido prestigio académico.

 

¿Qué opina del posgrado en Matemáticas?

 

Este posgrado jugó el papel decisivo en la FCFM, y después por extensión en toda la BUAP, que las condiciones históricas preexistentes condicionaron. En efecto, siendo la planta académica de físicos la mejor preparada, las restricciones normativas de la BUAP le impedían un tanto absurdamente la organización de programas de posgrado. La incorporación de profesores invitados permitió el desarrollo primeramente de la maestría en Ciencias Matemáticas y después la apertura y consolidación del doctorado en esa especialidad. Tales posgrados permitieron gradualmente el fortalecimiento de los cuerpos académicos primitivos de las licenciaturas, hasta que todos, unidos, conformasen un colectivo docente de un nivel relativamente alto. A su vez, de una u otra manera, facilitó la organización de los posgrados actuales de física, a los que legítimamente tienen derecho y merecimiento propios, como la práctica ha confirmado. El desarrollo de los planes de matemática también fue crucial en la formación de planes relativos a matemática aplicada, actuaría, y finalmente sobre educación. Esta última línea, encaminada hacia la actividad posgraduada, ha venido a cubrir necesidades incluso nacionales en la preparación de maestros altamente calificados.

 

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