Los retos de los trabajadores de la cultura

Hay traslapes entre lo que se entiende como industrias creativas, culturales, artísticas, entretenimiento, etcétera, tomando en cuenta la descripción de sus actividades, pero lo que les es general son dos cosas, tienen su base en trabajo, y además, son fetichizadas. Sin embargo, el fetiche contadas veces representa remuneraciones que satisfagan las necesidades materiales de sus trabajadores. El fetiche presenta a los trabajadores de estas actividades como sujetos que realizan un trabajo inmaterial, y que en la lógica social capitalista requieren un desgaste nulo, o poco esfuerzo para su realización, ya que son actividades de la imaginación del genio, por lo que suelen recibir limitadas remuneraciones, nulas prestaciones, horarios totalmente flexibilizados, en síntesis, trabajos precarizados. Todo esto, como una tendencia de la economía actual y generalidad en términos de América Latina.

El reporte sobre Industrias creativas de EY (2015) calculaba que el empleo en éstas era (incluye 11 actividades-mercados como la televisión, artes, música, etcétera) de alrededor de 29.5 millones y los ingresos de 2 mil 200 billones de dólares. Siendo la televisión y artes visuales las que más ingresos y empleos generaban (cabe recalcar que dichos números podrían estar muy lejos con lo exponencial del crecimiento de las plataformas digitales que ha afectado principalmente a la televisión). En lo que respecta a América Latina, el reporte muestra que la región mantiene 6.4 por ciento de esos empleos y sólo 5.5 por ciento de los ingresos. Dichos números están lejanos de los porcentajes de la región Asia Pacífico (33 por ciento y 43 por ciento, respectivamente) o de Europa (31 por ciento y 26 por ciento). El negocio de los bienes digitales culturales (el mercado de videojuegos representaba la mitad de dicha industria) sigue otra tendencia regional, concentrando 46.6 por ciento de sus ventas en Norteamérica y solo 3.8 por ciento en América Latina (al respecto existen pocos documentos e informes que den cuenta tanto del mercado como del empleo a nivel internacional de estas actividades). La precarización está presente en estas actividades, pero las diferencias son notables entre las regiones, marcada cada vez más por la competencia mundial, el desarrollo tecnológico, y la madurez de la digitalización de la economía.

En países con una clase trabajadora precarizada (ya sea por la vía formal o informal), el consumo de estos bienes busca realizarse por vías donde los costes sean abaratados; esto ha derivado en un mercado basado en la piratería. En la descripción de estas actividades tomando en cuenta a sus trabajadores y su consumo no se busca el prejuicio, pero sí su caracterización al interior de la región.

Ante este panorama global del mercado (de productos y de la fuerza de trabajo), se suman políticas nacionales que bajo la forma neoliberal se han instalado y que buscan, por un lado, magnificar las actividades de estos trabajadores, pero por otro, se plantea que en un mundo globalizado es necesario ser competitivo, por lo que hay que recurrir al carácter del emprendimiento.

Al respecto, Argentina en los últimos años ha alimentado políticas de corte neoliberal, como las de la subcontratación (se pueden revisar los trabajos de Neffa por ejemplo): el Estado no solo ha favorecido a la iniciativa privada con la promoción constante de la subcontratación sino que el mismo gobierno se convirtió en el mayor contratista de esas características, como lo apunta Lago (2017). Acompañando a esto, la política se ha centrado en la promoción del emprendimiento, llevando a cabo acciones como la de apoyo a microempresas mediante el crédito a tasa cero en el año 2000, o el fomento al desarrollo de las industrias creativas como la promoción al llamado “emprendedurismo” en 2007, en Buenos Aires (Lago, 2017). De hecho, ante la pandemia, el gobierno actual como un acto de “apoyo” a los creativos deudores, se decidió aplazar el pago de dicha deuda.

Circunstancias muy parecidas se aprecian en México, mediante el conocido capítulo 3,000, el gobierno mexicano ha tenido la facultad de subcontratar a trabajadores de la cultura, aún, cuando éstos pudieran realizar actividades fundamentales en las instalaciones de las dependencias. Bajo este panorama, es difícil considerar que el Estado mexicano vigilara los derechos laborales de los trabajadores culturales en la iniciativa privada. Un mercado caracterizado por el free lance, que esconde a la precariedad y la hace ver como una liberación (por no ser un subordinado) para el trabajador de estas actividades.

Ante la latente pobreza en la que viven estos trabajadores, la pandemia hizo evidente la fragilidad de sus condiciones. Apenas en junio del año pasado la UNAM reportaba que alrededor de 38 por ciento de los trabajadores de la cultura en la ciudad de México dejaron de recibir ingresos, y que sólo un 20 por ciento de estos trabajadores cuentan con seguridad social, información también que es cuestionada, al no considerar si la fuente de estos servicios es el trabajo cultural o un trabajo perteneciente a otra actividad como principal. La tendencia en Argentina no ha sido muy diferente, principalmente en actividades como el teatro, la música, etcétera. Por ejemplo, encuestas de junio de 2020 muestran que 80 por ciento de los trabajadores del teatro no tuvieron llamado a trabajo durante el confinamiento.

Estas acciones de política pública buscan reducir la participación del Estado en la oferta cultural (aunque magnifica la actividad) y que sea el mercado el que determine su destino, porque eso es lo que la gente demanda, además, que estaría acorde a lo propuesto por la literatura que promueve las industrias creativas a través del mercado, ya que, dicen, es la mejor y más eficiente forma de incentivarla (Potts,2011).

Ante este escenario, los retos para los trabajadores de estas actividades son grandes: la competencia en un mercado cada vez más tecnologizado, las políticas nacionales (aún con gobiernos de izquierda) con poco margen de maniobra y la percepción de la sociedad de que pudieran ser actividades no necesarias, pero que al fin del día se consumen.

 

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EY (2015). Cultural times. The first global map of cultural and creative industries. Ed. World Bank.

 

Lago, Silvia (2017). Trabajo y empleo en las industrias culturales y creativas en Argentina. La figura del emprendedor. En Quórum Académico 14(2). pp. 17-34.

 

Potts, Jason (2011). Creative industries and economic evolution. Ed. Edward Elgar, Cheltenham, UK.

 

Neffa, Julio (2011). La precarización del trabajo y la subcontratación laboral. Una visión desde la economía del trabajo y el empleo. En ponencia 10 Congreso Nacional de Estudios del Trabajo. Asociación Argentina de Especialistas en Estudios del Trabajo. pp. 1-26.

 

Neffa, Julio (2010). Empleo, desempleo y políticas de empleo. Ed. CEIL-PIETTE. Buenos Aires, Argentina.