Unas historias y un robot

Llegando a un momento de tu vida sientes la necesidad de compartir lo que has aprendido. Si eres investigador, científico o profesor, seguramente participaste en congresos o has enviado un paper a una revista, y está bien porque es parte de tu trabajo. Pero de lo que hablo es de una necesidad que empieza como una cosquillita en el dedo chiquito del pie y va subiendo, pian pianito hasta el corazón, y puede que llegue al cerebro. Esa cosquilla me llegó y me animé a ser constante y productivo con los textos, con lo que logré escribir en el blog de radio BUAP una entrada cada semana en 2016, de donde sale el libro Leer Conciencia que puedes conseguir aquí: bit.ly/3dN60ts

Y luego me pregunté ¿por qué es tan difícil la tesis para los chicos de ingeniería? Y descubrí que escribir es una habilidad que tiene que ver con lo que se conoce como literacidad científica: leer y escribir acerca de la ciencia, de la disciplina que desarrollas cotidianamente en la universidad. Y descubrí que a los alumnos de mi facultad les hacía falta tanto la práctica como la guía para desarrollar esta literacidad.

Esto me llevó a diseñar e impartir el taller Escribir para divulgar, como apoyo para lograr que los chicos escribieran. Este taller se ha realizado en varias ocasiones desde 2017 con participantes de disciplinas e instituciones diversas.

Y como se enseña con el ejemplo, aparte de los textos que ya tenía en el blog y en revistas, decidí compartir las actividades del taller en el libro: Escribir para divulgar: comunicación de la ciencia en medios digitales, que puedes descargar de modo gratuito desde aquí: bit.ly/3kk92Xk

En este libro propongo el esquema básico que usamos en el taller: define el tema, investiga, haz un esquema del escrito, ¡escribe!, revisa, corrige y ¡publica! Lo cual es una secuencia que ha funcionado en el cien por ciento de los casos. Algo que se resalta en el taller y en el libro es que nada será publicado si no hay trabajo en cada uno de los pasos.

Alejándose todavía más de las publicaciones de investigador está la literatura. Es otro modo de expresión, tiene que ver más con el corazón, pero también debes usar muchas de tus habilidades de investigación. El poder integrar en un relato lo que sabes y lo que sientes es una experiencia que puede ser complicada, pero que es a la vez intensa y liberadora. En el blog citado he contado historias de mis héroes de infancia, convertidas en aventuras que se publican el 6 de enero. Lo cual me ha preparado para hacer mis propios héroes: un gamer que busca ingredientes culinarios en el espacio, un ingeniero que se encuentra con un gato monstruoso en marte, otro ingeniero que le hace un regalo a su abuelita en ese planeta rojo, son historias que se han publicado y que se recogen en esta liga: https://mocencahua.wordpress.com/acerca-de/

Pero tenía atravesada una historia desde el 2016. Una que empecé inspirado en los robots que hacíamos en los talleres de los niños: carritos que podían librarse de obstáculos mediante sensores. Me preguntaba cómo se iría desarrollando un robot así y cómo se podría integrar en una familia una vez que tuviera cierto nivel de inteligencia. Durante meses la historia se iba nutriendo, línea por línea hasta el momento aterrador del bloqueo. Un bloqueo que duró un par de años, y que se resolvió con la tragedia que se muestra en el cuento.

En Peque: manual para adoptar un robot traté de conseguir varios objetivos. El primero fue terminar la historia. Eso es lo principal, según el esquema mencionado y se aplica la regla que es un mantra en el taller: termina tu texto, un texto terminado siempre se puede corregir, uno inacabado no existe para nadie más que para ti. Una vez con la historia clara pude agregar personajes y situaciones, y definir inclusive sus nombres, porque sabemos que nombrar algo es darle existencia, por lo menos en papel.

Como toda obra literaria, la historia tiene personajes y situaciones que la gente que te conoce puede asociar con situaciones y personas reales. ¡Yo mismo llegué a ver de repente a Peque como un abuelo! Pero las distintas aventuras de Peque fueron pensadas para lograr compartir lo que se sabe de robótica o lo que quisiera que un robot hiciera, lo que cuenta como un segundo objetivo, ¿verdad?

Un tercer objetivo era lograr un lenguaje accesible para que lo leyeran los niños. De esto he tenido ya algunos comentarios y creo que lo logré bastante bien. Y también lo leen los papás. Un lenguaje que, como en el caso de la divulgación, reconoce a los niños como seres inteligentes y curiosos, capaces de emitir una opinión muy clara y definitiva: me gusta o no me gusta.

Lo más divertido fue que el robot se hiciera amigo de un ratón, pero también es algo serio porque es una reflexión que hago al poner en juego dos seres que no son humanos y que logran una relación bastante poderosa, al grado de ser uno el protector del otro, en ambos sentidos. ¿Lograremos hacer esta amistad los humanos con los robots? ¿Una relación sin palabras, que se da por valorar simplemente la existencia del otro?

Otra cosa que me propuse fue la de relacionar esta historia familiar con la historia de la robótica y con el futuro. Este intento va por los nombres de los niños y la forma en como se describe la compostura del robot: es un robot hecho por el papá y con diseños de la mamá, pero que va creciendo su inteligencia artificial con el trato que tiene con la familia entera, que por cierto lo recibe con cariño. ¿Las cosas que creamos son dignas de atesorarse, o siguen la tendencia de ser de usar y tirar? Peque es único no por su tecnología, sino por la historia que vive con su familia.

Algo que surgió en la búsqueda de la impresión del libro fueron las actividades del final. Talleres que hemos dado muchas veces para los niños quedan ahí descritos para que los puedan recrear con materiales que hay en casa generalmente. Te dicen cómo hacer una garra con popotes o un pequeño robot con un motor rescatado de algún otro juguete. Porque el mensaje de Peque es el que siempre damos en nuestros talleres: tú también puedes hacer tecnología, ¡inténtalo!

Con las ilustraciones de Brenda Báez Rodríguez se complementa el texto. La regla que acordamos era simple, no se debe mostrar el robot, cada quien debe imaginarlo. Cada quien lo debe construir por su cuenta. ¡Un gran trabajo, Brenda!

Editado por Concytep, a quien agradezco el apoyo, el libro se puede bajar en PDF desde su página o en https://bit.ly/2Ml9E2m

La razón de ser de todo escritor es que alguien lo lea. Tú has llegado hasta aquí. Te lo agradezco de corazón. Si te gusta el libro de Peque o alguno de los otros cuentos, me gustaría conocer tu opinión en el correo [email protected]

 

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