Enfermedades de migrantes

Representa un motivo de análisis profundo el fenómeno migratorio, pues hay elementos que no se perciben con facilidad a simple vista. Una condición particularmente humana nos lleva a visualizar primero los aspectos negativos que los positivos en todas las condiciones de nuestras vidas. Si acudimos a un buen restaurante, lo recomendaremos exclusivamente cuando nos pregunten en dónde podríamos comer bien; sin embargo, en el caso de recibir una mala atención o experimentar cualquier asunto desagradable, durante un tiempo lo descalificaremos frente a cualquier persona, aunque no nos hagan preguntas al respecto. Esto explica por qué, durante las campañas políticas, se desacredita en una forma descarnada al contrincante, de modo que se busque cambiar la preferencia electoral en el mayor número de votantes, aunque ante personas que tienen bien definido por quién votar, difícilmente se cambiará la inclinación personal.

Hablando en términos de la salud, en efecto resulta notorio que poblaciones que se encuentran bajo una presión ambiental de un carácter grave tienen un mayor riesgo de padecer enfermedades infecciosas como tuberculosis, infección por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH-SIDA), hepatitis B y hepatitis C, aunque podrían mencionarse otras inimaginables. Por el temor a ser rechazados por los grupos poblacionales de los países que atraviesan, cada vez es más común un proceso de migración nocturno, que se va convirtiendo en algo invisible a los ojos de la gente que vive en medios urbanos. Obviamente la generación de desechos humanos se debe de dar en condiciones ambientales como fecalismo a ras de suelo, o bien, contacto con gente que vive en condición de calle, lo que podría generar parasitosis que los médicos ya habíamos dejado de percibir en la clínica cotidiana.

Los gobiernos generalmente se preocupan por el control migratorio utilizando documentos que avalen los movimientos de gente, pero la necesidad de establecer medidas de cribado o tamizaje, solamente se hicieron evidentes ante la pandemia provocada por el coronavirus SARS-CoV-2, solicitando una prueba confirmatoria de resultados recientes, además de la estricta cuarentena o encierro, durante el tiempo en el que dura un periodo de incubación de este virus.

El pronóstico de cualquier enfermedad infecciosa dependerá de un diagnóstico precoz y un tratamiento específico; pero ante un proceso de ingreso y salida de los países generado por la necesidad de mantenerse oculto, condiciona fenómenos que no se pueden calificar en cantidad ni mucho menos en formas cualitativas. Hablamos de una serie de acontecimientos desconocidos y ante los cuales no existen protocolos adecuados de atención. Evaluar la probabilidad de que una persona dispuesta a efectuar un viaje con un rumbo desconocido, aunque exista una meta determinada, acepte ser sometido a una serie integral de estudios que descarten patologías, es algo improbable. Por otro lado, convencer a los políticos de la rentabilidad y eficacia a largo plazo de una medida como el diagnóstico de enfermedades que se encuentran en los individuos que solamente establecerán un paso por un país determinado, me resulta imposible.

Una persona que deja todo buscando oportunidades mejores a las que tiene en el medio donde nació, estará sujeto a una serie de tensiones emocionales de un carácter indescriptible. Las condiciones que se irán generando durante el traslado se equiparan al riesgo de perecer frente a un depredador, hablando en términos de trata de personas, esclavismo sexual en niños y adolescentes, riesgos de accidentes durante el traslado, individuos ahogados, intoxicados, explotados, humillados, para sumar la mala alimentación, el agotamiento extremo, la exposición a ambientes de todo tipo sin la debida protección, generan un número desconocido de muertos que incluyen todas las edades y un número de enfermos que debe de acercarse al 100 por ciento por todos los peligros que deben de enfrentar.

No se trata de acentuar el rechazo a las migraciones y los individuos que las componen. A final de cuentas, personalmente me he visto en la necesidad de migrar en la medida en la que me lo ha exigido mi preparación y desempeño profesional, lo que me permitió acumular experiencias indescriptibles.

La probabilidad de tener una comunicación constante con los familiares a través de internet, acrecienta los vínculos familiares y enriquece la convivencia étnica, en formas indescriptibles; sin embargo, esto no es tan factible, hablando en términos de la clandestinidad del viajero sin documentos, que erróneamente es calificado como ilegal.

En la actualidad se ha hecho patente la incapacidad de los gobiernos para atacar oportunamente los problemas prioritarios de salud en las comunidades que los políticos gobiernan. Es obvio que los migrantes se encuentran en condiciones de máxima vulnerabilidad.

La pregunta obligada debe de dirigirse a lo que se debe de hacer, y en este sentido resulta particularmente urgente conocer el fenómeno migratorio en la forma más cercana a la real, a través de investigaciones poblacionales que se orienten más a la determinación del número de personas que viajan, antes que pensar en la repatriación. Considerando las enfermedades infecciosas respiratorias y digestivas, hay métodos de laboratorio y gabinete que además de ser prácticos, son baratos. Vincular a las escuelas y facultades de toda el área de la salud en este tipo de investigaciones de campo puede enriquecer la formación clínica y humana de los jóvenes universitarios, incentivando la investigación y el descubrimiento de enfermedades a través del desarrollo de capacidades clínicas básicas. En este sentido, la población de migrantes podría brindar infinidad de conocimientos a los muchachos en formación y al mismo tiempo, se podría apoyar a las personas que abandonaron sus lugares de origen y que en una forma inconsciente, podrían transportar muchas enfermedades.

Los problemas son innumerables y las estrategias para resolverlos podrían ser infinitas. Lo cierto es que enfrentamos dificultades que nos ponen a prueba como especie y que debemos de resolver con valentía, aplomo, audacia y optimismo. De no hacerlo así, nos pondrá en riesgo de padecer patologías emergentes que pensábamos que ya se habían resuelto, poniendo en entredicho nuestra expectativa de vida con un buen nivel de calidad.

 

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