¿Vamos a ver una nueva ola de caravanas de migrantes centroamericanos?

Desde hace más de una década existen flujos constantes e importantes de migrantes centroamericanos cruzando México, con el objetivo de llegar hasta Estados Unidos. Durante mucho tiempo las autoridades mexicanas no vieron estos flujos como un gran problema porque entraron y salieron del territorio nacional. Sin embargo, esta postura cambió durante el sexenio del presidente Enrique Peña Nieto, cuando el gobierno federal fue presionado por los Estados Unidos para fortalecer la frontera sur, lo cual en la práctica significaba un despliegue, entre otras medidas, de la policía federal para interceptar a los migrantes centroamericanos y obstaculizar su tránsito hacia la frontera norte.

Como resultado del llamado Plan Sur (2014), los migrantes centroamericanos cambiaron sus formas de transitar el país para evitar su detección por las autoridades y empezaron a abordar menos “La Bestia”, utilizando otras rutas en el transporte público, camiones de carga, o inclusive yéndose a pie parte del camino. Además, la creciente violencia e inseguridad en el país afectó también a los transmigrantes quienes, siendo un blanco del crimen organizado y algunas autoridades, fueron víctimas de secuestro, de trabajo forzado o nueva esclavitud, de trata de personas, explotación sexual o desapariciones forzadas.

 

Es en este contexto que en 2018 surge una nueva forma de transmigrar al país: la de las caravanas de migrantes centroamericanos. Como han sugerido varios académicos, las caravanas reflejan un nuevo modelo de transmigración y, aunque existían antecedentes de caravanas que transitaron el territorio nacional, como las caravanas de las madres de los migrantes desaparecidos, las caravanas de migrantes centroamericanos en 2018 y 2019 fueron distintas. En un artículo1 reciente analicé el fenómeno de las caravanas y me enfoqué, entre otras, en la pregunta de ¿por qué los transmigrantes empezaron a moverse en caravanas? Para los y las migrantes centroamericano/as participar en las caravanas presentaba varias ventajas. La primera tiene que ver con la inseguridad. Es precisamente para crear una forma más segura de migrar a Estados Unidos que se organizó la primera caravana en San Pedro Sula, Honduras, en octubre de 2018. Otra razón por la cual los y las migrantes empezaron a moverse en grupos grandes fue el costo creciente que se tenía que pagar a los polleros, que en ese entonces oscilaba en alrededor de 12 mil dólares para llegar a los Estados Unidos desde Honduras.

Moverse en caravana implicaba mayor seguridad y que no fuese necesario pagar un pollero, lo que provocó que se incorporaran familias enteras al movimiento.

Cabe mencionar que existen otras dimensiones que sustentan el argumento de que las caravanas representan un nuevo modelo de transmigración. Como se puede observar en la infografía adjunta, hubo un aumento significativo de mujeres centroamericanas que transitaron por México entre 2017 y 2019. Casi 20 mil mujeres más salieron de los tres países del Triángulo del Norte en 2019; un aumento de 75 por ciento comparado con 2017. De igual manera, el incremento de niños y niñas que cruzaron la frontera sur está reflejado en los menores de edad presentados ante las autoridades mexicanas (véase la infografía). En el caso de Guatemala, hubo un aumento de 33 por ciento entre 2018 y 2019 y para los otros dos países del Triángulo del Norte, El Salvador y Honduras, el aumento fue de 140 por ciento y 104 por ciento, respectivamente2.

Las caravanas como modelo de transmigración se distinguen también por haber sido convocadas en las redes sociales. Muchos de los migrantes se enteraron de la fecha próxima y de dónde saldrían las siguientes caravanas por facebook y whatsapp. Tal vez no es tan sorprendente el que hoy en día las redes sociales jueguen un papel importante en la organización de flujos migratorios, no obstante, su “poder de convocatoria” fue impresionante.

Un aspecto que se genera alrededor del fenómeno de las caravanas es una lucha “biopolítica”, concepto definido por el filósofo francés Michel Foucault como la administración de vida (de una población) por el Estado para generar mayor productividad. En el caso de las caravanas se puede distinguir varios intereses biopolíticos “encontrados” que están relacionados a diferentes sectores: las distintas entidades y niveles de gobierno; las organizaciones de la sociedad civil que se pueden diferenciar entre los defensores de los derechos de migrantes no religiosos por un lado y las redes de casas de migrantes que en su mayoría son gestionadas por la iglesia católica, por otro lado; los actores y organizaciones internacionales; y los Estados vecinos de México.

Para las autoridades federales el objetivo principal fue el de controlar los flujos de migrantes y registrar su presencia en el país por medio de las visas humanitarias, lo cual implicaba una actividad biopolítica central, es decir la administración de la vida de estas personas. Las autoridades locales y estatales, por su lado, tenían como interés principal el que las caravanas siguieran su camino hacia la frontera norte con el menor impacto (permanente) en sus entidades.

En cuanto a las organizaciones civiles, identificamos que empezaron a crear distintas vertientes de una “biopolítica desde abajo.” Por ejemplo, la organización latina Pueblo Sin Fronteras (PSF), ubicada en Estados Unidos, estuvo involucrada desde el inicio en la organización de las caravanas. No solamente apoyaba las caravanas porque proveyeron mayor seguridad a los y las migrantes, sino que también utilizaron las caravanas como un instrumento político para generar una crisis humanitaria-política en la frontera norte, que exhibiera cómo la política migratoria de Trump violaba a los derechos humanos de los migrantes. Aunque al principio PSF y las redes de casas migrantes colaboraron, después de unos meses rompieron dicha colaboración. De hecho, el padre Solalinde, reconocido por su labor en defensa de los derechos de los migrantes, criticó abiertamente a PSF por utilizar a los migrantes para sus propios intereses políticos sin priorizar el aspecto humanitario. Además, actores vinculados con las casas migrantes en el país criticaron a PSF por hacer crowdfunding en apoyo a las caravanas, revelando que la organización nunca compartió estos fondos con las redes de casas de migrantes. Es a partir de esta ruptura que se generan dos vertientes de “biopolítica desde abajo”, una que se concentra en las redes de casas migrantes promoviendo el aspecto humanitario, es decir diseñar acciones para que los y las migrantes estén seguro/as en su paso por México. La otra “biopolítica desde abajo” es promovida por las organizaciones de defensores de migrantes no-religiosas como PSF, cuya agenda va más allá de intervenciones humanitarias e incluye (o utiliza) a los migrantes para avanzar en sus objetivos políticos. Obviamente, en la realidad cotidiana existen muchos puntos compartidos y de traslape entre las “biopolíticas desde abajo” que permiten colaboraciones futuras.

En junio de 2019 la administración de Trump amenazó con subir los aranceles de las importaciones si el gobierno mexicano no detenía las caravanas en el sur del país. A partir de ese momento el gobierno del presidente López Obrador empezó a mandar a la recién conformada Guardia Nacional a la frontera sur, resultando en su militarización y la desaparición de las caravanas masivas. Adicionalmente, la pandemia de Covid-19 afectó los flujos migratorios de una manera sin precedentes, situación que cambió con la llegada de Joseph Bi-den a la presidencia de Estados Unidos, disparando de nuevo los flujos migratorios desde Centroamérica.

No obstante, hasta este momento las caravanas no han vuelto a ser organizadas en la misma dimensión. ¿Quiere decir que el nuevo modelo de transmigración de las caravanas fue temporal? Es difícil de contestar la pregunta contundentemente con sí o no. Parece que por el momento los migrantes centroamericanos están transitando el territorio nacional en grupos pequeños, por miedo a que las autoridades los detengan en el camino y por las medidas relacionadas a la pandemia que restringen la movilidad en grupos grandes. No hay que descartar la posibilidad de que las caravanas vuelvan, una vez que se regrese a una situación de “normalidad” post-pandémica. Lo que sí nos enseña la última década es que los y las migrantes han cambiado repentinamente sus formas de transitar el país y que algunos comienzan a considerar a México como su destino final.

 

Agradezco a Larissa Rosales López, Vanessa Muñoz Salgado, Henriette Mbawmbaw Duran, Andrea Guzmán Rodríguez, Fredel Granados Chávez y Adriano Romero Dueñas por su apoyo con la preparación de este artículo.

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1 Marianne H. Marchand (2021) The caravanas de migrantes making their way north: problematising the biopolitics of mobilities in Mexico, Third World Quarterly, 42:1, 141-161, DOI: 10.1080/01436597.2020.1824579

 

2 Desafortunadamente, no hay datos desglosados de cuántas mujeres, hombres, niños y niñas migrantes centroamericanos ingresaron a México en el periodo de 2018-2021.  Por ello las cifras que manejamos en este artículo son aproximaciones.