El primer estudio del clima de la ciudad de Puebla fue realizado en 1970 por Gunther M. Gäb; lo llevó a cabo en el marco del Proyecto Puebla-Tlaxcala de la Fundación Alemana. En su publicación como tesis doctoral (Gäb, G. M., 1976) reportó las características del clima local de esa época. Entre éstas destacan sus observaciones sobre temperatura y humedad atmosféricas. Encontró que la temperatura en el centro de la ciudad era entre 3 y 9 °C más alta que en la periferia. Contrariamente, las humedades relativas registradas fueron entre 8 por ciento y 28 por ciento más bajas en el centro. Esta investigación corroboró con datos que los núcleos urbanos, el de Puebla en particular, son más cálidos y secos que su entorno.
En las cinco décadas transcurridas desde el trabajo de Gäb, la ciudad se ha desbordado de manera que actualmente sus fronteras se extienden al territorio de otro estado y de otros municipios, de modo que se ha consolidado como un espacio metropolitano cuya delimitación se hizo en el año 2000, quedando como Zona Metropolitana Puebla-Tlaxcala (ZMPT). En 1970 las áreas urbanizadas de esta zona ocupaban 61 km² con una población de 671 mil habitantes. En 2014, con datos procesados de Global Human Settlement Layer (GHSL, https://ghsl.jrc.ec.europa.eu/), la superficie de áreas urbanizadas fue de 394.8 km² y la población estimada para 2020 de 2 millones 641 mil 899 habitantes.
De acuerdo con los datos anteriores, en los últimos cincuenta años la población de la ZMPT aumentó cuatro veces y la superficie construida (áreas pavimentadas, edificaciones, plazas, etcétera), aumentó 6.5 veces, cubriendo actualmente una cuarta parte de la ZMPT. Este crecimiento ha transformado de manera radical una parte importante de esta zona, no solamente por la expansión del área urbanizada sino también por la densificación de las construcciones al interior de la ciudad.
Las transformaciones debidas al proceso de urbanización han tenido un impacto considerable en el ambiente, han degradado el suelo, los cuerpos de agua y la atmósfera. Han inducido cambios notables en el clima local modificando la temperatura, la humedad y el viento en los territorios edificados y en buena parte de los espacios circundantes.
Las alteraciones del clima en las áreas urbanas resultan de la forma como la morfología, la densidad y los materiales de la ciudad modifican el comportamiento de la climatología regional. La morfología desvía el flujo de aire dirigiéndolo por las calles y avenidas, donde se forman los llamados cañones urbanos. Una mayor densidad de construcciones incrementa la rugosidad superficial de las zonas urbanas, esta condición produce una ralentización del viento, un frenado que favorece la retención de calor, por lo general en los lugares más concurridos en los que aparte de las temperaturas, que en determinadas épocas pueden ser agobiantes, se suman las aportaciones del calor y de los contaminantes emitidos por la planta vehicular, la industria y en general de la ciudad.
Los materiales urbanos juegan un papel importante en el calentamiento de las zonas edificadas. A diferencia de las áreas rurales, en la ciudad los materiales empleados en los pavimentos y en las edificaciones transforman el flujo de energía solar en calor, aumentan su temperatura de acuerdo con sus características superficiales y propiedades físicas. Se calientan y transmiten calor sensible a las capas de aire adyacentes.
Las zonas rurales, así como las áreas verdes de la ciudad, con una mayor proporción de vegetación y cuerpos de agua, emplean una parte de la energía, denominada calor latente, en la evaporación y evapotranspiración de las plantas. Por esta razón la cantidad de calor sensible que emiten estos espacios es menor por lo que sus temperaturas son más bajas que las de su entorno construido. Tal es el caso de los parques urbanos o de algunas instalaciones y zonas residenciales que cuentan con prados y arbolado. Un artículo reciente sobre la cobertura arbórea, plantea que ésta puede ayudar a refrescar la ciudad, admite también que su distribución espacial en las ciudades es un indicador de inequidad social. Esto último puede constatarse en nuestro medio, la calidad y cantidad de vegetación de una zona se relaciona de manera directa con el ingreso medio de sus habitantes.
La morfología urbana y la densificación influyen en la distribución espacial de la temperatura, normalmente las zonas con mayor cantidad de construcciones presentan temperaturas más altas. Es por lo general en la parte central de las ciudades, donde la edificación es compacta y está aglutinada con pocos espacios libres, que se registran núcleos cálidos, mismos que se van desvaneciendo hacia la periferia. A esta configuración térmica se le conoce como Isla de Calor Urbano. La persistencia de temperaturas altas en la ciudad es en sí una alteración del clima regional, una modificación de las condiciones medias que entre otros efectos vulnera el bienestar y la salud de la población. Esta es una cuestión relevante por la gran cantidad de habitantes asentados en las ciudades.
Tal como se esperaba, las zonas más cálidas en la ciudad de Puebla corresponden a las más densamente construidas: el Centro Histórico, el este y sureste donde sólo cuentan con un área verde, el Parque Ecológico Revolución Mexicana. El sur y el oeste son menos cálidos al tener una menor densidad de construcción y un cuerpo de agua (el río Atoyac), el cual funciona como sumidero de calor. (Lemus, S. 2016).
En las últimas décadas la dinámica del proceso de urbanización en la ZMPT ha girado en torno a los intereses de los sectores industrial e inmobiliario, con una escasa atención a los intereses de bienestar de la población, a la conservación del medio ambiente y mucho menos al impacto climático que ha implicado la modificación del paisaje y su degradación. Tal parece que esta dinámica no tiende a corregir el rumbo, no existe la intención de legislar y normar la producción del espacio urbano para dañar lo menos posible a lo que queda del ambiente natural.
Las condiciones adversas generadas por el proceso de urbanización tienden a agudizarse, en una parte considerable por las transformaciones locales, pero en una perspectiva de mayor amplitud debe tenerse en cuenta el efecto que impondrá el cambio climático global. En este sentido es conveniente revisar los escenarios futuros derivados de los modelos globales de circulación, particularmente los que se están elaborando para esta región. En términos generales la mayor parte de los escenarios concuerdan con una tendencia de calentamiento global, en las ciudades esta tendencia se sumará al efecto urbano con resultados previsiblemente severos, de manera especial para las zonas de la ciudad que actualmente presentan una situación climática desfavorable.
Referencias
Borunda, A. 2021. A Shady Divide. National Geographic, julio. 66-83.
Gunther Michael Gäb. 1976. Untersuchungen zum stadtklima von Puebla (Mexico). Rheinischen Friedrich-Wilhelms- Universitat. Bonn.
Lemus, S. 2016. La isla de calor en la ciudad de Puebla. Tesis de licenciatura en Geografía. UNAM