“No poseemos pedigríes ni escudos de armas; tenemos que descubrir y trazar las muchas líneas divergentes de descendencia en nuestras genealogías naturales a partir de caracteres de cualquier tipo que hayan sido heredados por largo tiempo”.
Charles Darwin. El origen de las especies
Desde que apareció el hombre en la Tierra tuvo la necesidad de empezar a clasificar lo que había a su alrededor, incluyendo animales y plantas, estos fueron clasificados por su uso, ya sea como alimento o como medicina, en su momento fueron clasificaciones sencillas, no obstante, esto continuó a través de los años.
Echemos un vistazo a la historia y como este proceso de clasificación también ha cambiado a lo largo de los años. En los inicios en el pensamiento occidental, surgió la idea de reconocer las características de los grupos biológicos, fue entonces cuando los naturalistas griegos empezaron a unificar a la animalidad como una característica que poseían todos los seres como los humanos, en contraste a esto, estaba la vegetabilidad, la cual estaba relacionada con la sensibilidad pero que no tenía movimiento.
Uno de los personajes principales de esa época fue Aristóteles, a quien le encantaba ser el ajonjolí de todos los moles y por qué no, se puso a observar a los animales a los cuales clasificó de acuerdo con características similares en estructura y apariencia y para eso diseccionó a casi 520 animales para poder estudiar su anatomía, en cambio uno de sus discípulos, Teofrasto, se puso a observar la estructura de las plantas de acuerdo con su tamaño y forma.
En el México prehispánico, los mexicas tenían un amplio conocimiento de los animales y plantas lo cual se veía reflejado en los nombres en náhuatl que les ponían, un ejemplo de esto es el axolotl (ajolote) que significa monstruo o perro de agua y qué decir del cempohualxochitl que significa “veinte flores”. Netzahualcóyotl fue uno de los personajes principales que dedicó parte de su vida a la clasificación de las plantas y animales, sin embargo, para el mundo occidental estas clasificaciones no fueron tomadas en cuenta porque estaban en náhuatl y se requería de un lenguaje que fuera universal. Es entonces cuando aparece en la historia Carl von Linné o mejor conocido en el mundo de los naturalistas como Carlos Lineo. Sentó las bases de la clasificación de los seres vivos que hasta el día de hoy se sigue utilizando, ordenó a cada organismo en categorías taxonómicas que van de lo general a lo particular: Reino, Filo, Clase, Orden, Familia, Género y Especie. Con el fin de evitar confusión entre la comunidad científica, decidió asignar a cada especie un nombre único a partir de un sistema universal: la nomenclatura binomial o nombre científico de una especie, el cual está compuesto por un género y el epíteto específico y con una condición que estos nombres deben de estar en latín. La clasificación propuesta por Linneo ha demostrado ser flexible y esto ha permitido ser adaptable a los nuevos conocimientos y teorías biológicas.
Todo iba muy bien con las clasificaciones del mundo macro, hasta que algunos científicos se dieron cuenta que había organismos que no eran visibles a simple vista, pero que había que clasificarlos en algún grupo, fue entonces cuando el alemán Ernst Haeckel al tratar de clasificar a los microrganismos y ver que no compartían características ni con las plantas ni con los animales, decide crear un tercer grupo llamado protista, que además compartían una característica en común, estaban formados por una sola célula. Posteriormente, Herbert Copeland se dio cuenta que, si bien había organismos formados por una sola célula, también había otros que estaban formados por más células, ante esto decide formar el grupo Monera en donde ubicaría a todas las bacterias.
Todo iba bien, hasta que el botánico Robert Harding Whittaker, se da cuenta que los hongos no podían estar dentro del grupo de las plantas ya que por más comparaciones que hacía no encontraba similitudes entre estos dos grupos, por lo que decide crear un grupo más, el Fungi y es así como finalmente surge la clasificación de los cinco reinos de la naturaleza. Sin embargo, en la década de 1980, las biólogas Lynn Margulis y Karlene V. Schwartz, sugieren una modificación a la propuesta de Whittaker, en donde modifican el nombre del Reino Protista por Protoctista, debido a que en él se incluían a las algas pluricelulares y algunos hongos inferiores.
Hoy en día seguimos clasificando a los seres vivos con el objetivo de saber qué hay, en dónde hay, y las relaciones evolutivas y ecológicas que hay entre las especies. Todo esto nos permite a los biólogos poder entender la dinámica de los ecosistemas y si hay algún problema se puedan generar programas que ayuden a la conservación de las distintas especies.
Finalmente, gracias a estas clasificaciones también podemos saber que en el mundo existen países llamados “megadiversos”, desde luego, México está dentro de la lista, no por algo nuestro querido José Emilio Pacheco lo llamó el cuerno de abundancia.
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