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Margarita Martínez. Bióloga por amor y pasión

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Al científico hay que desmitificarlo; es un ser humano común y corriente, que también se divierte y tiene mucha vida propia, afirma Margarita Martínez Gómez, bióloga por amor y pasión, que se ha desarrollado en el ámbito de la investigación y quien ha profundizado sus estudios en fisiología reproductiva femenina.

Veracruzana por nacimiento, pero asentada en Tlaxcala desde hace varios años, es investigadora titular del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y está adscrita a la Unidad Periférica que se ubica en la Universidad Autónoma de Tlaxcala, en particular en el Centro Tlaxcala de Biología de la Conducta, del cual es fundadora.

Nacida en el Xalapa, Veracruz, en 1958, ha sido una mujer que le encanta viajar, la música y el baile, en especial, la salsa, esa que ha disfrutado por años. Ahora es madre de dos menores que concibió a través de la ciencia, por reproducción asistida.

Con diversas investigaciones en fisiología reproductiva femenina, Margarita Martínez viene de una familia de clase media, “modesta”, como dice ella, formada por una madre con estudios de maestra normalista y un padre comerciante, “chapado a la antigua”, dice, quien pensaba que las mujeres tenían un rol determinado en la sociedad: Ser esposa y buenas madres.

“Soy hija de una familia muy modesta, fui la primera de la familia que accedió a la universidad. Vengo de una familia muy conservadora por parte de mi padre, porque él no quería que estudiara, pensaba que las mujeres eran para casarse, tener hijos y que el marido las conociera. Él venía de un pueblito que se llama Nautla (en el norte de Veracruz).

“Mi madre estudió para maestra normal y gracias a ella fue que nos impulsó para que estudiáramos. Mi padre era comerciante. Tenía una tienda y desde pequeña estuve ahí, en donde hacíamos todo.  Con los años, el negocio se volvió muy próspero, pero, aun así, las tres hijas del primer matrimonio de mi papá nos acostumbramos, yo iba en la mañana a la escuela y mi hermana en la tarde, porque cuidamos la tienda”, recuerda la también maestra en Biología de la Reproducción por la Universidad Autónoma de Tlaxcala.

Con investigaciones que han sido incluidas en diversas publicaciones, Margarita Martínez, contrario a la concepción que se tiene del científico y del investigador, se define como una mujer que no es “muy inteligente… como veo que es la mayoría de los científicos”; sin embargo, el trabajo y la disciplina, estima, son las bases que le han permitido alcanzar sus metas y tener varios logros, como el premio a la investigación “Por Amor al Planeta”, como coordinadora general de un grupo de investigación que trabaja en La Malinche.

“No soy muy inteligente; soy muy trabajadora y eso fue gracias al entrenamiento que nos dio mi papá, porque el estar en la tienda aprendimos a estudiar en la tienda, incluso a escondidas de él, porque muchas veces nos decía que por estar estudiando o leyendo un libro, no atendimos bien ni a la clientela, ni cobrábamos bien. Aprendimos a trabajar sábados y domingos, así como en vacaciones, porque así eran los negocios en esa época”, refiere.

Aunque al inicio de su vida escolar se apegó al gusto por las letras, por la literatura, mismo que le llevó a pensar que estudiaría alguna carrera a fin, en la preparatoria conoció a una bióloga que les impartió una conferencia. Fue tal ese impacto por esa rama de la ciencia que le llevó a cambiar de gusto y “de un día para otro, decidí estudiar biología”.

Apasionada de las obras de Julio Cortázar, y con una marcada formación en la literatura, Margarita decide e ingresa la Universidad Veracruzana a estudiar la licenciatura en Biología, en donde empieza a sufrir los embates de esta su nueva pasión por la ciencia.

“Al principio me fue muy mal. En el momento que enfrento los temas relacionados con la célula, la química, no entendía nada, porque mi formación en la preparatoria fue en el área de letras. Mi mamá me tuvo que inscribir a unos cursos de regulación y fue así como pude pasar el semestre, además me dio durísimo a mi ego, porque nunca había reprobado un parcial y ahí conocí eso”, rememora.

Como cualquier universitario de esa época, Margarita encontró compañeros afines, en especial, con aquellos que les gusta la literatura, principalmente.

—¿Cómo descubre que sí tiene ese potencial de inteligencia y capacidad de hacer las cosas en la ciencia?

—Me voy dando cuenta a lo largo de la carrera había algunas materias que te debes aprender casi de memoria, sobre todo en los primeros semestres. Había una especial que era metodología de la investigación que era en la que te ponían a pensar y en la que algunos compañeros no les gustaban. Tenía compañeros que ellos querían hacer las cosas, eran como los tarzanes, íbamos al campo y se encaramaban en los árboles, íbamos al mar y se aventaban al agua, pero yo era más tímida y menos ágil, por lo que me quedaba con los datos que se recababan y me ponía a escribir. Me gustaba ir a la biblioteca, ver los libros, juntar la información y escribirla. Me di cuenta que no estaba tan lejana a mi mundo, a mis habilidades, recuerda.

Al concluir su carrera como licenciada en biología, emigra a la ciudad de México, a la UNAM, en donde trabajó en sus tesis para su titulación. Ahí, recuerda, tuvo la fortuna de laborar de la mano del doctor Pablo Pacheco, pues “tuve mucha suerte porque me dejó hacer muchas cosas en su laboratorio y eso me dio la oportunidad de conocer más”, y lograr su anhelada titulación.

Viajó a Canadá, en donde hizo otros estudios de biología y perfeccionó el inglés, y a su regreso a México, intentó estudiar la maestría en la UNAM, institución de la cual fue rechazada, por no acreditar conocimientos en inglés, por paradójico que se vea.

Ese descalabro, más las recomendaciones del doctor Carlos Beyer, trajeron a Margarita Martínez a Tlaxcala, en donde ingresó a la maestría en biología en la reproducción en la UAT. Aunque en su mente estaba irse al extranjero, terminó por quedarse en estas tierras.

Aquí le tocó picar piedra en materia de investigación; empezar con casi nada, hasta lograr posicionar su centro de estudio.

—¿Qué tanto apoyo reciben los investigadores de parte de la autoridad?, se le cuestiona a quien ha realizado diversas investigaciones en área de la fisiología reproductiva femenina, de la ecofisiología de animales silvestres y de la evaluación en habitantes de La Malinche sobre sus conocimientos de la biodiversidad y sus hábitos de salud.

—Tiene muchos matices. Tengo muchos años en la UAT y he visto cómo se ha desarrollado la investigación. Pero he visto cómo se han ido muchos recursos para cosas que realmente no eran investigación, ni siquiera aplicada, como lo de El Zahuapan, a La Malinche o conservación de los recursos naturales. Creo que sí hubo mucho dinero, pero nuestra mala preparación en términos como sociedad, no nos permitió hacer un buen uso de ellos. Mucho dinero que fue derivado para investigación no fue productivo en ese sentido”.

Margarita, quien fue condecorada con el premio Sor Juana Inés de la Cruz por la UNAM, afirma: “He visto en Tlaxcala muchos buenos proyectos, puede ser buena investigación, pero que no se publican. Si no lo publicas, no cumples con tu compromiso y responsabilidad, porque nosotros tenemos salarios que vienen del gobierno, luego, el dinero que conseguimos por concurso, no es de nosotros, es dinero público y tenemos la responsabilidad de publicar en revistas connotadas, pero también publicaciones más sencillas que tengan rigor. Es un dinero que se tira al vacío si no se difunde. Por un lado, hay mucho dinero, pero por otro no tenemos la preparación o entrenamiento para conseguirlo.

—Un científico, ¿cómo vive en el aspecto económico, en su vida personal y social?

Es un mito que los científicos vivimos mal; vivimos bien. Es una profesión rentable, si vives de ser científico, debes tener tus grados, pero puedes tener tu salario o tus becas. Cada mes nos manda una beca, que puede ser del nivel Sistema Nacional de Investigadores (SNI) o puedes ir escalando. La carrera de investigador es de trabajo hasta lograr algo, es muy difícil que apenas te recibas del doctorado y te den la beca más alta, eso no pasa.

—Los científicos tienen vida social.

—También es interesante este tema, porque mucha gente dice que los científicos son neurasténicos, pero depende de la personalidad de cada uno. A mí me gusta bailar por mis raíces veracruzanas y salseras, tuve muchos novios y parejas, porque la misma vida te lo permite. Cuando tenía mis parejas, me desaparecía del laboratorio entre semana o fin de semana para viajar. Fui a China, Europa, Brasil, Canadá; te lo permite tu trabajo y te quedas hasta una semana para aprovechar el viaje.

Abunda: “En la ciencia se vive también como tu personalidad y tu formación te lo haya dado, que seas científico no te limita a tener una vida privada normal. Trato de ser objetiva a la hora de escribir, me aplico, pero somos igual que los demás. He visto diferentes tramas pasionales, chismes, dentro de los laboratorios, al igual que toda la gente”.

Margarita Martínez es una apasionada de la ciencia y su divulgación; tiene un diplomado de Divulgación de la Ciencia que imparte la UNAM y organizó en la UAT un diplomado sobre Comunicación de la Ciencia, además de que es fundadora y coordinadora del Posgrado en Ciencias Biológicas de la UAT, además de que ha impulsado la apertura de diversos espacios en medios de comunicación para la difusión de la ciencia.

 

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