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Diferencias cerebrales entre géneros

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En el simple acto de visualizar en qué medida somos diferentes las mujeres y los hombres, es muy fácil percibir cambios morfológicos que no nos dejan dudas de que efectivamente tenemos características distintivas que nos ubican en distintos planos de género que si bien, en la actualidad presentan innumerables contrastes, los caracteres sexuales secundarios nos permiten establecer una serie de características distintivas entre hembras y machos, por medio de nuestros intentos por clasificar lo que somos, dentro del reino animal. Somos animales desde el punto estrictamente biológico, tal vez, unos más animales que otros, con todo respeto para los animales no incluidos dentro de nuestra especie.

Por supuesto, la ciencia trata de diferenciar la organización funcional del cerebro y en qué medida las capacidades mentales de hombres y mujeres son lo suficientemente distintas como para marcarlas en el plano de lo significativo. Bajo un análisis suficientemente crítico, no podemos pensar ni siquiera en la básica cuestión de una superioridad de género que ubique, tanto a mujeres o a hombres, como mejores. Este proceso de análisis es extremadamente complejo pues abarca aspectos antropológicos, sociales, ambientales y biológicos que, en una serie de interacciones multifactoriales, siempre generan más dudas que certezas.

Siendo genuinamente sincero, me gusta mucho la idea de pensar que las mujeres son superiores cerebralmente a los hombres. Esta inclinación surge por una serie de cuestiones que abarcan fenómenos tan naturales como el tener conciencia de que mi existencia, se llevó a cabo desde la misma concepción dentro del cuerpo de una mujer y las innumerables veces en la que he tenido contacto con personas del sexo femenino que no solamente me han conmovido, sino que me han generado percepciones que van desde lo conmovedor hasta lo extraordinariamente sorprendente.

Pero entonces nace la pregunta que socialmente, en la actualidad, establece claras diferencias de discriminación que recae negativamente en las personas con un sexo distinto al mío. Históricamente la sociedad ha castigado a las mujeres en formas verdaderamente incalificables.

Por supuesto, a medida que va pasando el tiempo, se buscan respuestas a preguntas que, en su simpleza, se convierten en algo particularmente complejo y muy probablemente esto tenga un fundamento de índole cerebral, en el que no existen diferencias que se fundamenten en la superioridad neurológica entre géneros. Somos distintos, pero no mejores o peores.

La acción de las hormonas sexuales conforma redes neurales que seguramente condicionan comportamientos distintos, con fenómenos bioquímicos diferentes que se van estableciendo con una puntualidad asombrosa desde la vida intrauterina; pero es indudable que, en la medida que interactuamos con el ambiente, se irán definiendo a través de experiencias y aprendizajes, lo que gradualmente nos contextualizará como mujeres o como hombres, aunque exista una gran cantidad de discusiones que traten de explicar todos los distintos roles de género que se enmarcan en las distintas manifestaciones de preferencias que van más allá de la heterosexualidad, la homosexualidad, la bisexualidad, la pansexualidad, la asexualidad o la demisexualidad.

En la actualidad existe una gran variedad de elementos científicos para poder establecer diferencias en las actividades cerebrales de las personas de acuerdo al género. Se pueden evaluar actividades motrices, procesos cognitivos, lingüísticos, y hasta emocionales, que conforman lo que nos lleva a ir dándole forma a nuestro conglomerado social; pero a medida que pasa el tiempo, nacen teorías que suplantan hipótesis anteriores, lo que lleva al replanteamiento de conceptos tradicionales que generan más dudas que respuestas.

Conocemos, sentimos, queremos, amamos y nos desenvolvemos en el mundo, desde el punto de vista cerebral, con una gama tan amplia de percepciones y reacciones, que independientemente de una cantidad impresionante de estudios neuropsicológicos, no podemos definir con puntualidad, las razones por las que se da la discriminación femenina. Hay cada vez un mayor conocimiento de la función cerebral, pero también se genera una especie de incoherencia pues hay ideas y conceptos que llegan incluso a contradecirse o a oponerse.

Desde el punto de vista más simple, debemos de definir lo que es sexo y lo que es género, entendiendo que el sexo (no la sexualidad) hace referencia a los aspectos estrictamente biológicos de dimorfismo sexual; es decir, lo que define a un macho de una hembra. Por otro lado, el género va a agrupar todo el conjunto de aspectos psicológicos, culturales, sociales y hasta personales, que pueden describir en una forma sencilla lo que percibimos individualmente como hombre o mujer. Sin embargo, este punto de vista tan reduccionista, es definitivamente falso y no nos permite comprender en una forma adecuada, lo que refleja la realidad, en un momento en el que ya podemos referirnos, a un polimorfismo sexual.

Entonces el sexo se ha abordado desde el punto de vista genético, anatómico, endocrinológico, fisiológico y neurológico; mientras el género se ha estudiado a través de ciencias sociales como la psicología, la sociología, la antropología y la filosofía. Por esta razón, el análisis del cerebro entre hombres y mujeres hasta ahora es incompleto y falta mucho para poder comprender realmente cómo es que actuamos y reaccionamos como lo hacemos.

No podemos entonces expresar una discriminación cerebral entre mujeres y hombres, limitándonos a entender que nuestras diferencias obedecen a una serie de elementos que tienen que ver con la evolución, la adaptación, la interacción ambiental, los hábitos y un largo etcétera que me es imposible describir en su totalidad. Lo cierto es que las razones que dan lugar a la discriminación femenina son inadmisibles en la actualidad y cualquier proceso de lucha enfocada a revertir esta absurda situación social, debe de ser apoyada desde cualquier punto de vista, entendiendo que, si bien, parafraseando una frase de la canción de Silvio Rodríguez Pequeña Serenata Diurna, atinadamente marca que el cerebro femenino y masculino, no es lo mismo, pero es igual.

 

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