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El Tren Maya

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La región maya (Tabasco, Chiapas, Quintana Roo, Campeche y Yucatán) ha recibido apoyos públicos para fomentar su desarrollo económico como no había sucedido nunca. Es la región más importante en cuanto a recursos bióticos del país: 60 por ciento del total de la superficie de áreas naturales protegidas de carácter federal se ubican ahí. Tan solo en la ruta del Tren Maya se localizan 25 áreas naturales protegidas de carácter federal con una superficie de 8 millones 562 mil 758 hectáreas. La construcción del Tren Maya ha sido criticada por ambientalistas, la mayoría de ellos, de ocasión; le endosan daños irreversibles a la flora y fauna de la región maya. Curiosamente los que así lo proclaman nunca vieron el daño que la infraestructura turística generó en la Rivera Maya, tampoco la alteración de ecosistemas de la empresa Xcaret que dañó cenotes y desvió ríos con fines lucrativos, ni las concesiones refrendadas por Enrique Peña Nieto para extraer arena de la Rivera Maya o las excavaciones clandestinas en Holbox o Cozumel.

El Tren Maya tiene una ruta de mil 554 kilómetros, 60 por ciento de las vías ya existen, habrá que construir 40 por ciento y para ello se aprovechará el derecho de vía de la carretera y de las torres de la Comisión Federal de Electricidad, la construcción de nuevas vías con impactos ambientales o culturales son mínimos y están controlados, no afectarán cenotes o ríos subterráneos. Para compensar el impacto ambiental que la destrucción de matorral causará, en la región maya se reforestaron 450 mil 216 has y en la ruta del Tren Maya, la reforestación cubre una superficie de 142 mil 852 has, en cada ha se han sembrado mil árboles. Al inicio de operaciones en diciembre de 2023, será un tren eléctrico en un tramo de 700 kms y un tren de diésel ultra bajo azufre en un tramo de 854 kms, por lo que las emisiones de dióxido de carbono serán mínimas y menores a las que genera el transporte terrestre.

El impacto ambiental o cultural no lo genera directamente el Tren Maya, sino que el riesgo latente está en los desarrollos turísticos e inmobiliarios en por lo menos 20 estaciones del recorrido. El fondeo de la inversión del Tren Maya lo harán inversionistas privados en 90 por ciento y la Federación en 10 por ciento. Para la edificación de estaciones y el desarrollo inmobiliario y turístico asociado a un flujo anual de 24 millones de turistas (14 millones extranjeros y 10 millones nacionales), los ejidatarios y comuneros aportarán territorio, no en venta o renta, sino como capital en especie y los fondos líquidos lo obtendrán los empresarios de la Bolsa de Valores a través de un fideicomiso de infraestructura y bienes raíces denominado FIBRA Tren Maya, de la reglamentación del uso de la tierra y la pulcritud financiera con que se manejen los ingresos y se respeten los derechos de propiedad de ejidatarios y comuneros dependerá qué tipo de efectos ambientales, culturales, políticos y sociales tenga el Tren Maya.

Los opositores a los megaproyectos impulsados por AMLO magnifican los impactos ambientales de éstos, suponiendo que los proyectos que ellos impulsaron o de los cuales se beneficiaron, fueron inocuos al medio ambiente. La gestión de AMLO ha sido relativamente la que menos impacto ambiental ha generado, si la comparamos con las gestiones precedentes: la extracción de hidrocarburo está limitada al consumo nacional; se modernizaron las refinerías con el propósito de disminuir los niveles de contaminación; hay una reforestación permanente y se promueve la generación de electricidad renovable (biomasa, hidráulica, solar).  El Tren Maya en sí tiene más beneficios que perjuicios y es aceptado por la mayoría de los mayas y mexicanos, hay que ver si es accesible a nuestro poder de compra o si habrá tarifas preferentes para nacionales, como en el Tren Inca de Machu Pichu.

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