Date:

Share:

Esperando en la movilidad

spot_img

(…) nosotros veíamos las noticias y sabíamos que no podíamos tomar el riesgo de llegar, sino esperar a que la cosa se calmara o pasara el tiempo.  (Testimonio de migrante cubana, 35 años, Ciudad de México, marzo de 2020)

 

A través de la espera, los migrantes se mueven en un tiempo y espacio que nos habla de oportunidades, recursos, esperanzas y frustraciones. Ciertamente, no existe una única forma de experimentar la espera por parte de las personas en movimiento, ni tampoco se reduce como problema a las sociedades en tránsito o destino. Las sociedades de origen también nos hablan de la producción de la espera en tensión con las posibilidades y restricciones a la movilidad. De este modo, las experiencias de la espera, emergen como condición de la propia decisión migratoria y de las formas en que son gestionadas. Por ende, el tiempo y el espacio se modifican constantemente en una relación entre expectativa y posibilidad. Esta reinvención de la vida cotidiana, como bien nos dice Tonus (2018) posibilita la apropiación y transformación de estructuras de poder que los gobiernan.

La población migrante constantemente se expone a la explotación emocional y se reconoce en las resistencias. Tal relación rompe con esa función pasiva que se le asigna a la espera y más bien se proyecta en la superación del obstáculo. Asimismo, Conlon (2011) entiende que la espera no debe entenderse como algo contrario a la movilidad, sino como una práctica activa que incluye reflexión, incorporación a los espacios cotidianos donde se desarrolla la espera, así como también resistencia. Por tanto, nos hace ver cómo no pueden existir más que en función de una multiplicidad de puntos de resistencias que están presentes en todas partes dentro de la red de poder.

Para Foucault (1995), las resistencias constituyen el otro término en las relaciones de poder inscritas como el irreducible elemento enfrentador. Aquí, valdría la pena preguntarse ¿a qué se enfrentan los migrantes dentro y fuera de sus países de origen? y ¿cuáles son las estrategias en juego al enfrentarse a relaciones desiguales en el campo de las migraciones? En particular, los lugares de espera se distribuyen de manera irregular y se inscriben en la propia relación de poder como puntos de resistencia.

En este sentido, cada trayectoria migratoria es un ejercicio de disputa entre la posibilidad de llegada y las circunstancias adversas que surgen o producen la imposibilidad. Dichas experiencias indican las temporalidades heterogéneas descritas en las trayectorias y narrativas de viaje de los migrantes y a la vez, muestra el carácter estratificado de la espera (Parrini Roses & Flores Pérez, 2018). Tal estratificación responde a esos dispositivos de filtro y selección que operan en los sistemas de asilo y refugio, pero también a las exigencias de los países de origen, tránsito y destino. Siguiendo a este autor, las variaciones en los tiempos de espera responden a diferenciaciones de poder. Particularmente, visto como esa espera dominada de la que nos habla Javier Auyero y Swistun (2008) para dar cuenta del ejercicio de poder.

Visto así, las pausas introducen la espera como una experiencia de lugar mientras las condiciones no permitan continuar viaje y el riesgo no se normalice (Lindón, 2014). Por el contrario, cuando las condiciones de desplazamiento sean posibles, la espera proyecta una temporalidad donde suele anularse el lugar y el riesgo se normaliza. Esa temporalidad dislocada y agrietada de la que nos habla Parrini Roses y Flores Pérez (2018) señala esa multiplicidad de formas de espera y sus cualidades (dominada, indefinida, dilatada, expuesta, etcétera).

Se juega con las emociones de sujetos forzados a la espera o simplemente, la decisión de esperar es su mejor estrategia de supervivencia hasta tanto se devele la oportunidad de moverse. El tiempo de espera puede ser visto para aquellos que son forzados a esperar como efectos subjetivos (dependencia y subordinación) así como estados de superación dado por procesos de adaptación y/o creación de nuevas estrategias de salida, tránsito e ingreso.

Por tanto, las temporalidades y los ritmos de la espera en situaciones de movilidad son cambiantes y heterogéneas. De ahí que las decepciones e ilusiones forman parte de la espera. Así, el estado de la espera se describe como en un presente suspendido y provisorio, volcado hacia un futuro incierto (Correa, Bortolotto y Musset, 2013). Estas escenas de espera se repiten tanto en las comunidades de origen como en los trayectos migratorios como experiencias centrales. Subjetividades que se producen entre la inmovilidad y sus deseos como medio para improvisar y dirigir sus itinerarios.

En este sentido, la autonomía de las migraciones (Cordero, Mezzadra & Varela, 2019) sitúa la problemática de los migrantes en tránsito como sujetos agentes de su movilidad y en tensión con el control fronterizo. Subjetividades migrantes que se producen en la dialéctica entre movilidad e inmovilidad. Más bien, obstáculos superados o no acompañan las decisiones que toman en su tránsito migratorio. Aunque los modelos de control son muy distintos en cada país, las experiencias migrantes sí marcan una temporalidad entre las prácticas gubernamentales y las prácticas de movilidad migrantes asociados a la espera y los procesos de desaceleración.

Por tanto, la espera se integra al ejercicio del poder como inversión en el juego social y se experimenta como una de sus formas privilegiadas. Siguiendo la línea de Bourdieu (1999), la espera implica sumisión y modifica la conducta de quien está pendiente de la decisión esperada. De esta manera, mientras dura la expectativa, los jugadores hacen de lo deseado el mecanismo de sujeción a través del vínculo entre tiempo y poder. Este tiempo de espera opera mediante el sometimiento al poder de los otros, o sea, esperando (en una permanente y rápida sucesión de esperanza y desaliento) que otros tomen decisiones sobre sus vidas y se rindan, en efecto, a la autoridad de los otros (Auyero, 2013: 182).

Por otro lado, la siempre inminente relocalización, así como las decepciones e ilusiones, construyen una crónica de la espera que Auyero y Swistun (2008) nos la presenta como una de las maneras en la que los habitantes del lugar experimentan la sumisión. Sin duda, para estos autores el frustrante tiempo de espera y la esperanzada espera son las maneras en las que los habitantes experimentan la sumisión. Dicho de esta forma, si la experiencia de la espera se reduce a la sumisión, entonces solamente funciona como mecanismo de dominación al margen de los agenciamientos individuales y colectivos de las personas en movilidad. No obstante, estaría bien rescatar la espera y sus vínculos con las relaciones de poder para comprender la complicidad estatal en la situación dramática de los migrantes, situando la experiencia desde las nuevas distribuciones del movimiento y de la espera (Sassen, 2020).

Se podría decir, entonces, que se trata de experiencias diferenciales de la espera que se mueven entre estrategias de adaptación y/o creación de formas de resistencia y las estrategias de ralentización y manipulación producidas en el ejercicio de las relaciones de poder. Esperando en la movilidad, los migrantes reinventan sus estrategias de lucha diaria en un campo de tensiones donde proliferan las jerarquías, los límites y el control.

* [email protected]

 

 

 

 

Referencias Bibliográficas

 

Auyero, J. (2013). Pacientes del Estado. Buenos Aires: Editorial Universitaria de Buenos Aires.

 

Auyero, J., & Swistun, D. A. (2008). Inflamable: Estudio del sufrimiento ambiental. Buenos Aires: Paidós.

 

Bourdieu, P. (1999). Meditaciones Pascalianas. Barcelona: Editorial Anagrama.

 

Conlon, D. (2011). Waiting: feminist perspectives on the spacings/timings of migrant (Im)mobility. Gender, Place & Culture, 18(3), 353-360.

 

Cordero, B., Mezzadra, S., & Varela, A. (2019). América Latina en movimiento. Migraciones, límites a la movilidad y sus desbordamientos. México: Traficantes de Sueños.

 

Correa, V., Bortolotto, I., & Musset, A. (2013). Geografías de la espera. Migrar, habitar y trabajar en la ciudad de Santiago, Chile. 1990-2012. Santiago de Chile: Uqbar Editores.

 

Foucault, M. (1995). Historia de la Sexualidad. 1 La voluntad de saber. México: Siglo XXI editores.

 

Lindón, A. (2014). El habitar la ciudad, las redes topológicas del urbanita y la figura del transeúnte. En D. Sánchez González & L. Á. Domínguez Moreno (Eds.), Identidad y espacio público. Ampliando ámbitos y prácticas (pp. 45-77). Barcelona: Gedisa.

 

Parrini Roses, R., & Flores Pérez, E. (2018). El mapa son los otros: narrativas del viaje de migrantes centroamericanos en la frontera sur de México. Íconos. Revista de Ciencias Sociales (61), 71-90.

 

Sassen, S. (2000). Spatialities and Temporalities of the Global: Elements for a Theorization. Public Culture, 12(1), 215-232.

 

Schwartz, B. (1974). Waiting, Exchange, and Power: The Distribution of Time in Social. American Journal of Sociology, Vol. 79(4), 841-870.

 

Tonus, J. L. (2018). Migrantes e refugiados: à (a) espera de uma narrativa? Let. Hoje, 53(4), 476-483.

 

 

 

Más Articulos