Uno de los más grandes retos que los seres humanos debemos de enfrentar se refiere a la transición demográfica y epidemiológica, cuyos conceptos son fáciles de expresar, pero difíciles de comprender. El diccionario de la Real Academia Española (RAE), dentro de varias definiciones, especifica que la palabra transición posee como significado la: Acción y efecto de pasar de un modo de ser o estar a otro distinto. En efecto, cuando analizamos la dinámica poblacional y sus enfermedades se percibe con claridad que se está dando un cambio particularmente dramático, que nos afecta en formas que pronostican una gran cantidad de retos, desafíos, pruebas y, sobre todo, contradicciones.
Una serie de factores se relacionan íntimamente con lo que está sucediendo. Los adelantos científicos y tecnológicos, aunados a las políticas poblacionales, han tenido un impacto determinante en la organización y estructura de las poblaciones a nivel mundial; sin embargo, esto no se ha presentado en una forma equilibrada ni mucho menos equitativa. Tenemos que valorar distintos cambios en la esperanza de vida, las variantes en natalidad, la forma en la que crecen los grupos sociales y la enfermedad con la respectiva mortalidad.
El concepto de transición epidemiológica surgió alrededor de los años 40, con una serie de modificaciones que han dado como resultado una controvertida búsqueda que explique lo que ha sucedido, lo que está pasando y lo que acontecerá.
Uno de los factores determinantes que puntualizan estos fenómenos es la edad poblacional que demográficamente se refleja en necesidades de inversión que impacte en el crecimiento y desarrollo, favoreciendo un panorama de mejoría en la calidad de vida y un estado de bienestar.
Hablando en términos prácticos, cuando los índices de natalidad y mortalidad se encuentran equilibrados, no hay un crecimiento pues aquellos que fallecen son sustituidos por quienes nacen. Si en un momento dado, se genera una mortalidad temprana y una alta natalidad, se forma un rejuvenecimiento poblacional. Contrariamente, si hay una mortalidad importante y una muy baja tasa de fecundidad, se da un envejecimiento del grupo social, con un muy bajo porcentaje de niños que sustituirían a los fallecidos. Si llegase a estar equilibrado el número de muertes con el de nacimientos se va a dar un incremento sustancial en las edades centrales, pero una mortalidad tardía y una baja tasa de fecundidad, condiciona un grave problema de envejecimiento con una inversión en la pirámide poblacional, es decir, muchos ancianos y pocos jóvenes que deberán cargar a cuestas el peso de la gente mayor.
En general, la tasa bruta de mortalidad mundial bajó de 40 por mil a menos de 10 por mil. La tasa de fecundidad descendió de 50 por mil a menos de 10 por mil y la esperanza de vida, aumentó de 30 a más de 70 años, marcando un problema de gravedad que se puede ir percibiendo en países desarrollados y por supuesto, con una proyección en México que puede ya verse en una serie de alarmas que deben de analizarse con un escrutinio particularmente delicado, de modo que puedan establecerse adecuadas políticas de inversión en salud, que en la actualidad dista mucho de ser satisfactorio.
En el 2012 el gasto total en salud en México representó el 6.2 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB). Este porcentaje se encontraba entre los más bajos de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrrollo Económico (OCDE) sólo por encima de Estonia y Turquía y muy por debajo del promedio de los países de la OCDE de 9.3 por ciento.
El Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación 2023, evaluado por el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), analizó el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación (PPEF) 2023. En materia de salud, se proyecta una asignación de 874 mil 796 millones de pesos (mdp), que representa un aumento de 5.7 por ciento en términos reales en comparación con lo aprobado para 2022.
Esto representa el mayor presupuesto de la última década, y una inversión pública de 30 mil 498 mdp para obra pública, capital y otras partidas de inversión. En contraste, en programas presupuestarios enfocados al suministro de medicamentos y vacunación se plantean recortes de recursos. De igual forma, hay una disminución en los recursos destinados a la rectoría del Sistema de Salud (es decir, a la formulación, administración, vigilancia de políticas y emisión de normatividad). Invertir en clínicas no es suficiente si dicha inversión no se acompaña de materiales y suministros médicos que permitan la atención a la salud.
La estrategia de cobertura universal de salud plantea retos administrativos al contemplar recursos para el Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi), el programa presupuestario IMSS-Bienestar (a cargo del Instituto Mexicano del Seguro Social) y la reciente creación del organismo no sectorizado del mismo nombre.
El 31 de agosto de 2022 el Ejecutivo Federal emitió un decreto para la creación del organismo público descentralizado denominado “Servicios de Salud del Instituto Mexicano del Seguro Social para el Bienestar”. Su objetivo es brindar a las personas sin afiliación a las instituciones de seguridad social, atención médica integral y hospitalaria gratuita, así como medicamentos y demás insumos asociados. Sin embargo, esto no es suficiente.
Nos encontramos en una fase de transición, en la que aún debemos de enfrentar problemas como mala nutrición, enfermedades infecciosas (es decir, enfermedades transmisibles), alta mortalidad por accidentes, causas violentas y suicidios que se combinan con enfermedades crónico degenerativas como enfermedades del corazón, infartos cerebrales, diversos tipos de cáncer, enfermedades metabólicas dentro de las que sobresale la Diabetes, problemas nerviosos como ansiedad y depresión, con un largo etcétera que muestra un panorama particularmente complejo en su abordaje.
Si a lo anterior le agregamos un incremento en el número de personas mayores que requieren para vivir dignamente un sistema de pensiones sólido y suficiente, se llega muy fácilmente a la conclusión que, de no establecer políticas adecuadas de inversiones públicas que generen riqueza bien distribuida, caeremos en una problemática de carácter extremadamente complicado.
Errores en la planeación con un inequitativo ingreso, generan incertidumbre sobre cómo lograr una adecuada cobertura universal en la salud, dejando a la población mayoritaria sin seguridad social, en condiciones de vulnerabilidad y sin un acceso efectivo al sistema de pensiones que ya se refleja en una necesidad de generar ingresos, cuando por la edad, cada vez es más difícil aspirar a tener un nivel de vida decoroso, que se refleje en la palabra bienestar y que prolonga injustamente, el tiempo para trabajar sin aspiraciones a una jubilación, más que digna, justa, equitativa y por supuesto, necesaria.