La economía ha sido vista como un área de estudio reservada para para los expertos; no obstante, de manera empírica todos los seres humanos hacemos economía, administramos lo que tenemos según nuestro contexto y preferencias. Nuestros recursos pueden ser materiales e inmateriales, así como nuestras preferencias y necesidades. Por ejemplo, el tiempo y el dinero son dos recursos, uno inmaterial y otro material, y lo asignamos según los requerimientos, necesidades y exigencias continuas en diversos ámbitos como son el familiar, escolar, laboral, de amistad, de pareja, pero también de ocio y esparcimiento, culturales. Aguado y Palma (2012) señalan que autores clave en la ciencia económica como Smith, Jevons, Marshall y Keynes, no incluyeron en sus obras el tema de la cultura pero es paradójico que señalaran que el acceso a la cultura por parte de los individuos lograría su desarrollo cognitivo y mayor sensibilidad, lo que lograría una “buena sociedad”.
Por otro lado, la cultura es una palabra que puede generar confusión, encierra en el imaginario colectivo significados amplios, y tal vez escasamente concretos y particulares, pero es normal que esa palabra genere vaguedad, como bien señala Throsby (2008, p. 23). “Cultura es una palabra empleada en diversos sentidos en el uso cotidiano, pero sin un significado básico tangible o generalmente aceptado. En el plano erudito, se relaciona de una forma u otra con conceptos e ideas que tienen lugar en el ámbito de las humanidades y las ciencias sociales, pero a menudo se presenta sin una definición precisa y en formas que difieren tanto entre disciplinas como dentro de cada una de ellas.” Efectivamente se puede asociar la palabra cultura a diversas áreas, y para no abonar a esa complicación tendremos que hacer la pertinente aclaración sobre a qué nos referimos cuando mencionamos ese amplio concepto. La cultura la ligamos a su vertiente de bienes y servicios creativos, artísticos, productos simbólicos que satisfacen nuestra necesidad de ocio, recreación y esparcimiento, identidad, así como de conocimiento.
Los bienes y servicios culturales pueden ser de diversa naturaleza como son el cine, la literatura, los museos, la música, las artesanías, el teatro, arquitectura, fotografía, etcétera. Incluso algunas clasificaciones, como la que realiza el Departamento de Cultura, Medios y Deporte del gobierno del Reino Unido indica que el software, los videojuegos y los servicios computacionales también entran dentro de ese conjunto de productos culturales. Habría que discutir si efectivamente pueden considerarse como parte de ese grupo, habrá voces a favor y en contra.
Si bien la cultura tiene ese matiz de subjetividad y percepción, como en el caso de los videojuegos, ya que cada persona tiene sus propias preferencias simbólicas impregnadas por su historia, familia, contextos, formación, experiencia, etcétera, lo cierto es que hay una amplia oferta para disfrutar y llenar esa necesidad que tenemos los seres humanos de consumir cultura, o de crear, en el caso de los artistas.
Por otro lado, en pocas ocasiones se le otorga a la cultura esa íntima relación con la economía, pero representó 3.1 por ciento de PIB mundial, y generó 6.2 por ciento del empleo del mundo en 2021 (UNCTAD, 2022). Desde el punto de vista de los creadores o artistas, son personas que también necesitan recrear sus condiciones de vida, necesitan comer, vestir, pagar la renta, etcétera, por lo que requieren de un ingreso para reproducir sus condiciones de vida y seguir trabajando, creando. El trabajo artístico, sin embargo, tiene sus peculiaridades que a veces pueden poner en tensión a las clásicas herramientas que posee la ciencia económica, y que en ocasiones no sirven a la hora de analizar el complejo mundo cultural. Por ejemplo, dos cantantes, bajo las mismas circunstancias en un evento, pueden producir en 20 minutos con su voz un canto que se transforma en un servicio y que puede ser intercambiado por dinero. Pero, ¿ambos cantantes recibirán la misma remuneración por el mismo periodo de trabajo? Se supondría que sí porque por el mismo trabajo ambos tendrían el mismo ingreso. No obstante, la respuesta es más complicada porque intervienen elementos como el mercado, género musical, fama e historia de cada cantante, etcétera, además de la percepción de los escuchas, su subjetividad, etcétera.
Es decir, la cultura es un campo que la ciencia económica no termina por abordar cabalmente debido a las complejidades que encierra un bien o servicio simbólico debido a esa subjetividad que existe desde el inicio de su producción hasta que se da su realización o su consumo, no existen aún las herramientas precisas para calcular la producción de manera fiel. También cabe señalar que los economistas recogen y calculan principalmente la producción que se lleva a cabo en la economía formal, y el mundo cultural no se da exclusivamente ahí, existen muchas producciones que se dan al margen de la economía capitalista, sin el ánimo de lucro. Los artistas o creadores buscan satisfacer esa necesidad a través de su actividad artística, la que incluso desarrollan en paralelo a otra actividad laboral.
Del lado de la demanda, en los países en desarrollo no estamos acostumbrados a valorar en su justa dimensión a la cultura, y tampoco a pagar por ella, ya que existen otras necesidades más apremiantes. Estamos habituados a consumir básicamente lo colectivo, un bien público por cual no hay que pagar, y tal vez dar una cooperación cuando son demostraciones en vivo.
La escuela tampoco es un espacio que ayude a formar públicos, no se incentiva la apreciación, el conocimiento de las diversas expresiones artísticas, y tampoco se impulsa a aprender, ejercitar y manifestarse artísticamente. No ha existido en la historia una política cultural a nivel nacional que impulse la cultura en los niños y jóvenes. Tal vez por eso se crece con la idea de que la cultura no es relevante, no debe tener un precio, y tampoco se debe asociar a lo monetario, lo cual puede ser materia de un debate.
Así, la cultura y la economía tienen una relación indisoluble la cual no es ajena a complicaciones, incluso desde su misma conceptualización, el impacto en la vida de las personas que tienen acceso a las diversas expresiones, la forma de producción, distribución, cambio y consumo representan otra faceta pertinente de análisis, así como la concentración geográfica y económica de la cultura es una situación a revisión, pero también merecen atención las expresiones culturales mesoamericanas propias de los diversos rincones del país que han sido avasalladas y negadas por la cultura occidental, y que los diversos pueblos siguen custodiando como una forma de resistencia.
En fin, la cultura es consustancial al ser humano, así como el ejercicio de la economía en el día a día, existe un terreno amplio por cubrir por parte de los economistas, y con ayuda de las diversas ciencias sociales se puede avanzar en la comprensión de las diversas facetas y dinámicas propias de esa compleja relación.
Referencias
Aguado, Luis y Palma, Luis. (2012). “Una interpretación metodológica sobre la incorporación de los bienes y servicios culturales al análisis económico”, Colombia: Lecturas de Economía, No. 77.
Throsby, David. (2008). Economía y cultura. México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta).
United Nations Conference on Trade and Development (UNCTAD). (2022). Perspectivas de la Economía Creativa. Naciones Unidas. https://unctad.org/system/files/official-document/ditctsce2022d1_overview_es.pdf