En la actualidad no es novedad saber que nos enfrentamos al fenómeno del desempleo y la precariedad laboral en la que se ha visto trastocado al sector más vulnerable de la sociedad; con esto nos referimos el grupo social sin estabilidad, seguridad y derechos laborales básicos. Según Vosko (2006), la precariedad laboral se encuentra alineada al discurso de la relación laboral capitalista sobre la flexibilización, este último encubierto con la idea de promover la competitividad, adaptabilidad y la creación de más empleos; muy conveniente a una lógica social de inmediatez neoliberal, en beneficio de la figura del contratista o empresario.
El gremio artístico es uno de los tantos sectores que se ha caracterizado por enfrentar desafíos en términos de oportunidades de empleo, estabilidad financiera y seguridad social dada las características de su producción simbólica. Por tanto, es importante cuestionarnos qué sucede con las mujeres artistas visuales en México. Según Lamas (2000), el género se ha vuelto imprescindible en los debates actuales más trascendentales que ponen como punto medular el papel de las mujeres en la sociedad, las maneras de construir las identidades y los procesos simbólicos imbricados en los géneros, por lo que el trabajo artístico visual no deja de ser un campo donde las condiciones laborales de las mujeres adquieren múltiples dimensiones.
El campo del arte y la cultura no están desligados de estos procesos, en este sentido, en nombre de la libertad creativa se siguen aceptando propuestas laborales precarias, con un doble reto respecto al género, sumando a la asimetría histórica entre capital y trabajo desplegada en los espacios sociales de estas ocupaciones. Si bien es cierto que durante el siglo XX en México, el número de mujeres que se integraban a las filas de las escuelas de arte aumentó de forma gradual, mujeres como Frida Kahlo, Olga Costa, María Izquierdo, Celia Calderón y Lilia Carrillo se desarrollaban en el campo de la pintura, en conjunto con otras artistas europeas que traían una idea diferente de hacer arte como Leonora Carrington, Remedios Varo, entre otras, todas ellas perteneciendo a la Joven Escuela de Pintura Mexicana (Eder, 1982: 254), hasta ese momento las mujeres eran un grupo selecto. Sin embargo, en la vida cotidiana actual de las mujeres artistas visuales siguen estando presentes los estereotipos de género, la doble jornada laboral y el cercamiento que las estructuras dominantes siguen limitando.
Según el Informe del Registro Nacional de Espacios, Prácticas y Agentes Culturales, (2019); el cual nace con la necesidad de contar con información pública y actualizada sobre la situación cultural del país; el 43.62 por ciento de las mujeres de la muestra se dedican a las artes plásticas y visuales, a diferencia de los hombres con un 56.38 por ciento, existe una importante presencia masculina a diferencia de la literatura o la práctica artesanal en donde las mujeres juegan un papel predominante, ya que estas disciplinas podrían estar relacionadas con los roles de género tradicionalmente atribuidos a las mujeres. Asimismo, es relevante reconocer que las mujeres artistas visuales presentan su trabajo artístico en espacios privados (60.91 por ciento frente a 39.09 por ciento), por lo que hay que analizar los factores que llevan a las mujeres a permanecer en este tipo de espacios; podría relacionarse a la falta de infraestructura, falta de tiempo para trasladarse o incapacidad para hacerlo debido a realizar otras tareas domésticas, (Informe del Registro Nacional de Espacios, Prácticas y Agentes Culturales, 2019)
Por lo anterior, se invita a reflexionar sobre las mujeres artistas, galeristas, gestoras coleccionistas, sobre sus condiciones laborales, conocer el posicionamiento del género en función de las distintas disciplinas del arte, con sus respectivos medios de producción, distribución y consumo. Más allá de seguir apuntando en la misma dirección de la inserción laboral y los mercados de trabajo, se incentiva a que las investigaciones académicas se adentren sobre cómo se construye socialmente la ocupación artística visual de las mujeres, parte del desafío de los trabajos no clásicos, se busca que explique las subjetividades implicadas en la construcción de su identidad laboral y cómo esta converge con la identidad socialmente asignada.
Se necesita un marco que establezca políticas públicas realistas para conciliar a las mujeres artistas con las tareas socialmente asignadas al cuidado. Dado que muchas de estas mujeres se encuentran en situaciones de multiactividad, autoempleo o trabajo informal; es crucial implementar políticas públicas efectivas que las apoyen en entornos laborales no tradicionales ni asalariados, permitiéndoles continuar su desarrollo profesional en diversos ámbitos. Las instituciones culturales tienen la responsabilidad de abordar estas disparidades, ofreciendo oportunidades para el crecimiento profesional y la expresión artística. En México, uno de los desafíos constantes para estas instituciones es promover la participación y crear espacios donde las diversas voces de las mujeres puedan contribuir al panorama laboral.
Referencias
Vosko, L. F. (2006). Precarious Employment: Understanding Labour Market Insecurity in Canada. McGill-Queen’s Press.
Eder, R. (1982). Las mujeres artistas en México. Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, 251–260. https://doi.org/10.22201/iie.18703062e.1982.50tomo2.1144
Informe del Registro Nacional de Espacios, Prácticas y Agentes Culturales (Telar: Espacios, prácticas y agentes culturales, pp. 40–49). (2019). https://telar.cultura.gob.mx/
Lamas, M. (2000). El género la construcción cultural de la diferencia sexual.