Reescribiendo narrativas políticas a través de hilos y agujas: Resignificación política de bordados y tejidos creados por mujeres en Puebla

· Rosa Borrás. Foto: Guadalupe de la Luz

· Rosa Borrás. Foto: Guadalupe de la Luz

En México las violencias se han exacerbado. Los medios de comunicación y las redes sociales informan continuamente sobre desapariciones forzadas, homicidios, feminicidios, violaciones y una cantidad ingente de abusos. Estos eventos son tan recurrentes que se han tornado cotidianos; pareciera que ya a nadie sorprende la cantidad de víctimas que crece día a día y la impunidad con la que se llevan a cabo estos actos.

Escuchar los testimonios de las y los familiares de las víctimas es suficiente para comprender la dolorosa realidad de la revictimización y la violación sistemática de los derechos humanos que tanto víctimas directas como indirectas padecen en la búsqueda de justicia.

No obstante, en este escenario sociopolítico existen actoras y actores sociales que se esfuerzan por mantener viva la memoria, realizando actividades para recordar a las víctimas. El documento, de próxima publicación, Reescribiendo narrativas políticas a través de hilos y agujas: resignificación política de bordados y tejidos creados por mujeres en Puebla, da cuenta de esto. El artículo explora el caso de las bordadoras que comenzaron a colectivizarse a partir del movimiento Bordando por la Paz.

A lo largo del documento se estudia cómo las bordadoras otorgan un nuevo sentido político al tejido y al bordado puesto que estas actividades han sido denostadas por el canon estético tradicional, que las relegó como artes menores o decorativas, asociadas a labores domésticas realizadas por mujeres en espacios de confinamiento, como hogares y conventos. Esta percepción se acentuó sobre todo en el siglo XIX, particularmente cuando su elaboración no respondía a fines económicos, sino que eran entendidas como actividades inherentes a la construcción de la feminidad.

Se analiza cómo los movimientos feministas y de mujeres han rescatado el arte del bordado, emancipándolo de su connotación de arte menor y reconociendo su capacidad narrativa, utilizándolo para crear conciencia social sobre la violencia que se vive en nuestro país y, a su vez, como una forma de honrar a las víctimas, haciendo notar que no son cifras, sino que se trata de personas reales cuya situación no debe ser invisibilizada. En Puebla se han realizado principalmente bordadas colectivas en memoria de las víctimas de feminicidio.

El documento aborda la experiencia de las bordadoras a través de una entrevista semiestructurada hecha a la artista Rosa Borrás, una de las coordinadoras del movimiento Bordando por la paz, Puebla. Las preguntas realizadas a la bordadora fueron generadas a partir de los siguientes ejes temáticos: 1) arte y movimientos sociales; 2) origen y objetivo del artivismo textil en la ciudad de Puebla; 3) impacto social; 4) desafíos que afronta el artivismo textil en la región; 5) visión futura; 6) participación diferenciada de mujeres y hombres en el movimiento; y 7) conexión personal con el movimiento. Esto con el fin de obtener una mayor comprensión sobre la dinámica de los grupos de bordadoras en Puebla, sus objetivos, motivaciones y desafíos.

A lo largo de la entrevista, Rosa Borrás enfatiza que el arte es una poderosa herramienta para concienciar a la población, no es ajena a que el arte no debe tener necesariamente un fin utilitario, pero sí considera que el arte ligado a los movimientos sociales es capaz de transmitir los mensajes de una manera más sensible, siendo capaz de llegar a los sentidos y al entendimiento, no de una forma meramente racional. Para Rosa, los lenguajes artísticos son poderosos y reconoce que en México hay mucha tradición de arte utilizados como mensajes políticos, acción, llamado a la conciencia y educación.

La conciencia social que se pretende despertar a través de este arte implica reconocer que vivimos en un contexto de violencia que nos daña a todas y a todos, no sólo a las víctimas directas y a sus familiares; que estamos en un momento histórico en el cual cualquier persona puede desaparecer forzadamente o ser víctima de cualquier tipo de violencia aunque no tenga ningún nexo son el crimen organizado, lejos de la idea revictimizatoria en la cual las víctimas son necesariamente culpables de la violencia vivida.

Durante la entrevista, Rosa narra que en 2011 se creó el colectivo Fuentes Rojas, en la Ciudad de México, dando pie al movimiento Bordando por la Paz y la memoria. La creación del colectivo derivó de la llamada guerra contra el narco, que se iniciara en 2006, durante el sexenio del expresidente Felipe Calderón Hinojosa, hecho que ha dejado una gran cantidad de personas muertas y desaparecidas en nuestro país.

En Puebla, el movimiento Bordando por la paz adquirió un sentido propio porque se bordan, sobre todo, casos de víctimas de feminicidios. El feminicidio se define como el homicidio de una mujer debido a su género. Las normas sociales preestablecidas que dictan cómo deben ser y comportarse las mujeres son los motivos de género que se presentan como justificaciones para este atroz hecho, es por ello que se trata de una forma de violencia estructural devenida del sistema patriarcal y las relaciones de poder que éste entraña. Las víctimas de feminicidios son mayormente asesinadas por sus esposos o parejas sentimentales; sin embargo, también existen casos de feminicidios perpetrados por otros familiares o personas cercanas a ellas, de tal manera que muchas veces se alegan celos, desobediencia y actitudes desafiantes de las mujeres hacia su autoridad y control. Así, la violencia feminicida se distingue de otros tipos de violencia.

Las bordadas colectivas realizadas en Puebla visibilizan a cada una de las víctimas, se cuenta su historia y se exige justicia. Las bordadoras ocupan el espacio público y promueven la conciencia social sobre la violencia feminicida.

No obstante, es importante señalar que a pesar de ser formas pacíficas de activismo social, algunas bordadoras y bordadores han sido intimidados, en este sentido el testimonio de Rosa demuestra que la lucha contra el olvido y la exigencia de justicia son reclamos vigentes que el Estado debe afrontar, que existen deudas sociales sobre las que es necesaria una pronta rendición de cuentas, por ello los movimientos sociales incomodan, porque es la cara consciente de la sociedad frente a la violencia sistémica.

 

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