En 2016, a las ciudades fronterizas de Tijuana y Mexicali arribaron entre mayo y noviembre, cerca de 17 mil personas de origen haitiano que solicitaban su ingreso a Estados Unidos de América. El arribo fue reportado por las autoridades y prensa como inesperado; sin embargo, su recepción pudo haber sido planeada, ante la movilidad, lenta pero visible, de contingentes provenientes de Centro-américa, Brasil y Chile, considera Ulises Villafuerte Guillén, antropólogo social e investigador del fenómeno migratorio.
En entrevista para Saberes y Ciencias, Villafuerte Guillén expone algunas de las causas que han forzado a los haitianos a salir de la isla y señala las estrategias y motivos que subyacen en la migración; además de la integración de quienes temporalmente estarán en territorio mexicano y quienes han visto una posibilidad de destino de establecimiento permanente.
La migración haitiana, contrario a lo que se mediatiza, no es una movilidad espontánea ni dada al calor de alguna coyuntura política; se caracteriza por ser organizada, y financiada a través de las redes de apoyo y solidaridad, con recursos familiares, remesas y grupos de créditos. El desplazamiento es planeado y viable en momentos de menor tensión social.
La migración es “una apuesta subalterna”, considera el investigador, en tanto existe una inversión de recursos e incertidumbre sobre el logro de su objetivo; condiciones que dependen de las características del viaje —si los “coyotes” cumplen el trato—, y de si serán aceptados en el lugar de destino, con riesgos de seguridad, de que sean deportados, que las condiciones para una integración laboral no sean lo que esperaban o en el caso más extremo, la muerte.
El contexto sociopolítico de Haití y los motivos de la migración
El lugar común de un sector de la academia y de los medios de comunicación, puntualiza Guillén, es que identifican el terremoto de 2010 como el punto de inflexión en la historia de la isla donde se intensifica el fenómeno migratorio hacia Estados Unidos; sin embargo, las causas de la migración haitiana son multifactoriales.
Si fuese el caso, apunta el docente, se podría decir que la epidemia de cólera y el huracán Matthew que azotó a la isla en 2016, han forzado el desplazamiento; sin embargo, la migración tiene múltiples causas estructurales e históricas, como la desigualdad, pobreza, concentración de la riqueza y los servicios, exacerbados por las consecuencias de los desastres ambientales y la crisis política.
Los desplazamientos no acontecen, explica, en los momentos críticos, dado que hay mayores dificultades de movilidad, acceso y el encarecimiento de productos y servicios, y pocas posibilidades de financiamiento; se requieren condiciones coyunturales óptimas para la salida del país.
Las motivaciones de la migración haitiana son laborales y de mejor calidad de vida, y no ven, una vez migrado, la posibilidad de retorno, por las condiciones sociopolíticas y económicas de la nación caribeña.
Más allá de una migración de refugiados, sin negar la violencia que existe en el país, subraya el científico social, las personas en movilidad de origen haitiano tienen como principal motivación la cuestión laboral, lo que buscan son empleos, sin demeritar sus causas y aspiraciones.
“Lo más duro es que huyen de un país donde hay poco que ver al futuro; es decir, no hay salarios buenos, hay nepotismo, a las universidades son muy difíciles de entrar, la privada es casi inaccesible a la mitad de la población y las públicas son muy competidas para pocos espacios. La aspiración es poder hacer una vida, una vida que no es vivible o pensable en Haití”.
El desplazamiento es posible por las redes de apoyo
La imagen de una isla en caos es lo que predomina en los medios de comunicación que reportan la situación política de Haití, igualmente parece su migración. Sin embargo, sostiene el doctor por la Dalhousie University, para que una persona pueda realizar la ruta migratoria hacia Estados Unidos u otro posible destino hay detrás una red de apoyo familiar, vecinal y comunitaria que colabora en la recaudación de los recursos económicos, además de las remesas y grupos de crédito para financiar el viaje.
Es una planeación e inversión que realizan las familias, a quien mandan va como repositorio de todas las esperanzas de los que se quedan, la idea de que el que se va, logre llevar a la mamá, a los hijos y a otros familiares. Se mira a un hombre solo en movilidad, pero es la representación de un colectivo que tiene sus esperanzas en encontrar una residencia que le ofrezca oportunidades de empleo y vida digna.
No es arbitrario ni azaroso los destinos a los que llegan las personas en movilidad de origen haitiano, hay detrás una lectura de las coyunturas que le permiten tener como destinos lugares de puertas abiertas o donde no ocurre la deportación, migrantes pioneros que pasan las voz sobre rutas y ciudades.
“Si quieren irse a Dominicana es muy cerca, pero si quieren irse a Bahamas o Jamaica, es en botes peligrosos, a Nicaragua y Ecuador se necesita un boleto de avión, todo requiere de una planeación, la movilidad de los haitianos no es una migración mecánica”. La ruta migratoria de las personas en tránsito puede llevarles meses de desplazamiento y los costos oscilan entre los dos mil y cuatro mil dólares por persona.
Las rutas de movilidad, Brasil, Chile, Centroamérica y México, una larga travesía hacia Estados Unidos
En la década de los 80 del siglo pasado, sucedieron migraciones en el marco de la dictadura, hacia Estados Unidos, Canadá y Francia. Sin embargo, esta es una migración distinta por los recursos económicos necesarios para la movilidad. Una vez concedido el asilo y la nacionalidad, algunos mandaron a traer a otros familiares. Nueva York, Florida, Massachusetts, Georgia, Nueva Jersey, Connecticut y Pensilvania son las ciudades estadounidenses donde existe presencia haitiana; Montreal y Quebec en el caso de Canadá.
Los posibles destinos de migración se planean y también se sostienen por las redes de apoyo. Hay migrantes pioneros que informan sobre las rutas y ciudades por las que es viable tener una estadía temporal en su viaje hacia Estados Unidos. Así es como las personas en movilidad haitiana que han emigrado a República Dominicana, Bahamas, Chile, Brasil, Ecuador, Colombia y México, acota Villafuerte.
Quienes salen, en su mayoría varones, con buena salud, y que parten de un núcleo familiar, tienen un recurso de remesa exterior detrás un sostén, un padrino, un padre o madre, un hermano, alguien que salió antes y que envían por ellos. El movimiento de poblaciones es dinámico, entonces va cambiando conforme se cierra la frontera, algunos haitianos que llegaron a Tijuana en 2016 venían de Ecuador porque había una política de libre visado.
“No les pedían visa, un avión directamente de Puerto Príncipe, o de República Dominicana a Ecuador,” de Ecuador tomaban autobuses y cruzaban de forma no autorizada por Perú, para llegar a las fronteras brasileñas”.
En las ciudades en las que radican temporalmente van de mano de obra barata, y aunque algunos de ellos tengan títulos universitarios, no pueden aplicar sus credenciales académicas y se emplean en el sector de servicios.
En 2016 se observa la movilidad de las personas haitianas de Brasil a México, ahí cruzaron Sudamérica y Centroamérica, donde atravesaron la selva de Darién, que es frontera entre Colombia y Panamá. Este es un territorio inhóspito que se ha convertido en una ruta de tránsito de migrantes sudamericanos, africanos y haitianos, en los que lamentablemente muchos han perdido la vida dadas las condiciones peligrosas de la selva y el río.
La integración
En 2016 los puestos migratorios de Tapachula, en el sur, y la frontera norte del país, Tijuana y Mexicali, se saturaron de ciudadanos haitianos con la intención de solicitar protección internacional en los Estados Unidos.
Ante el desbordamiento de la demanda, organizaciones sociales y asociaciones de la sociedad civil participaron de la atención de este grupo, que significó una alta concentración de haitianos en estas ciudades, que implicó un grado de complejidad por las demandas de bienes y servicios. Además de la barrera idiomática, los problemas de nutrición y demanda de trabajo, servicios públicos y salud, que necesitó ser atendida. Albergues y ONG funcionaron como punto de contención sin estar directamente relacionados con el gobierno, describe Villafuerte. El número de haitianos que deciden permanecer en México o solicitar el refugio en nuestro país aún es muy bajo. Sin embargo, algunos de ellos establecieron en las ciudades fronterizas iglesias, negocios, ONG, restaurantes y peluquerías. “En México, las personas de origen haitiano sufren el racismo y la discriminación, muchas veces veces velado, desde el lenguaje, como el uso de diminutiuvos, en Tijuana yo vi mucho eso, como se les llama negritos, por ejemplo, pero también la explotación laboral, que siempre es un riesgo de la migración laboral”.