El suelo es fundamental para la conservación de los ecosistemas y mantener la vida en el planeta. Un suelo con cubierta vegetal genera materia orgánica que a su vez favorece la proliferación de macro, meso y microorganismos (Fig. 1a). Estos se encargan de descomponer la materia orgánica, liberar nutrientes y almacenar el carbono en el suelo (FAO, 2022). La cubierta vegetal protege al suelo evitando que se erosione, reduce la evaporación y mantiene la humedad, haciendo al suelo fértil. La humedad del suelo es indispensable para el movimiento de nutrientes del suelo hacia la planta, que se facilita por la actividad microbiana.
Un suelo saludable permite la producción
de alimentos fundamentales
para la vida humana y de los ecosistemas.
Si el suelo se degrada puede afectar la economía y el bienestar alimentario de las familias (FAO, 2022). La degradación del suelo reduce la productividad agrícola ya que disminuye su fertilidad. Puede aumentar la vulnerabilidad alimentaria si se suma el impacto del cambio climático (Sims et al., 2021). Algunas de las causas que degradan los suelos son: el cambio de uso de suelo y vegetación, prácticas agrícolas inadecuadas (excesiva mecanización, sobrepastoreo, siembra en laderas y a favor de la pendiente, uso intensivo de agroquímicos, etcétera), eventos hidrometeorológicos extremos (sequías e inundaciones), así como el cambio en las variables del clima (Sims et al., 2021).
De acuerdo con la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación entre 2015 y 2019 el mundo perdió al menos 100 millones de hectáreas de tierras sanas y productivas cada año (UNCCD, 2023). En México, según el Informe Nacional de Acciones contra la Desertificación, Degradación de Tierras y Sequía de 2022, la superficie de suelo degradado en el periodo 2000-2015 fue de aproximadamente 56.7 por ciento del territorio nacional, mientras que en el periodo 2016-2019 fue de 15.2 por ciento (CONAZA-UACh, 2023). Si la degradación del suelo continúa a través del tiempo, puede llegar a la desertificación en zonas con climas áridos, semiáridos o subhúmedos secos (Fig. 1b).
La Organización de Naciones Unidas advierte que
“las tierras se están degradando más rápido de lo que podemos restaurarlas”.
La sequía es un fenómeno complejo y de evolución lenta que se produce en diferentes escalas de tiempo. Se caracteriza por una reducción de la disponibilidad de agua, lo que provoca efectos en cascada sobre los medios de vida de las personas y los sectores económicos (UNDRR, 2021). Por ejemplo, en agricultura la escasez de lluvia durante la temporada de crecimiento de los cultivos impacta el rendimiento, por bajo almacenamiento de la humedad y movimiento de nutrientes desde el suelo. Además, aumenta la evapotranspiración, lo que ocasiona que la planta entre en estrés hídrico. Al no existir suficiente materia orgánica en el suelo, la actividad de los macro, meso y micro organismos disminuye. Esto ocasiona un decremento en la cantidad de nutrientes y carbono orgánico almacenados en el suelo. Así, se alteran las propiedades químicas, físicas y biológicas del suelo y disminuye su fertilidad. Cuando la sequía se combina con la degradación y/o desertificación de tierras un mayor número de personas se ven afectadas, sobre todo, aquellas poblaciones ya vulnerables a riesgos perjudiciales para los medios de subsistencia (UNCCD-FAO. 2020). Para México (CONAZA-UACh, 2023) se reporta que:
“…la población que vive en tierras degradadas es del orden
del 69 por ciento de la población total (86.9 millones).
Además, prácticamente 8 de cada 10 mexicanos ha vivido con algún
tipo de sequía (leve, moderada, grave o extrema) en los últimos 20 años”.
La adopción de técnicas agrícolas sostenibles tales como el uso de coberteras o abonos verdes; labranza cero o mínima labranza; obras de captación de agua de lluvia y retención de sedimentos; uso de biofertilizantes (compostas, biocarbón, bocachi, humus, etcétera); rotación y diversificación de cultivos; así como el uso de tecnologías agroforestales, son claves para evitar la degradación de tierras. Se puede mantener la producción agrícola al mantenerse estable la humedad del suelo y el movimiento de nutrientes en el mismo (UNCCD-FAO, 2020). Si se aumenta la materia orgánica del suelo se mejora la actividad microbiana, los nutrientes y el carbono orgánico, lo que conlleva a mejor fertilidad del suelo (FAO, 2022) (Fig. 1c). Por lo tanto, las técnicas agrícolas sostenibles son fundamentales para mantener la producción agrícola ante los embates de la sequía y lucha contra la degradación y desertificación de tierras.
Referencias
UNCCD. (2023). Global Drought Snapshot 2023. The Need for proactive action. Disponible en: https://www.droughtglobal.org/
CONAZA-UACh (2023). Informe nacional 2022 de acciones contra la desertificación, degradación de tierras y sequía en México. Resumen Ejecutivo. Comisión Nacional de Zonas Áridas. Saltillo, Coahuila. 10p. https://www.researchgate.net/publication/374673915_Resumen_Ejecutivo_Informe_Nacional_Mexico_2022_de_Degradacion_de_Tierras_Desertificacion_y_Sequia
FAO. (2022). Th estate of the world’s land and water resources for food and agriculture: Systems at breaking point (SOLAW 2021). https://www.FAO.org/land-water/solaw2021/en/
UNCCD-FAO. (2020). Land degradation Neutrality for Wáter Security and combatting Drought. Bonn, Germany. https://openknowledg.fao.org/handle/20.500.1
UNDRR. (2021). Informe Especial sobre la Sequía 2021. Resumen para responsables de políticas. Informe de Evaluación Global sobre la Reducción del Riesgo de Desastres.
https://www.undrr.org/media/72528/download?startDownload=20240521
Sims, NC, Newnham, GJ, Inglaterra, JR, Guerschman, J., Cox, SJD, Roxburgh, SH, Viscarra Rossel, RA, Fritz, S. y Wheeler, I. (2021). Guía de buenas prácticas. Indicador ODS 15.3.1, Proporción de tierra degradada sobre el área total de tierra. Versión 2.0. Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación, Bonn, Alemania.