En la comunidad de la Santísima Tenexyecac, en San Felipe Ixtacuixtla, Tlaxcala, la alfarería se destaca como la principal actividad económica y artesanal. Cientos de familias se especializan en la creación de una amplia gama de productos de barro, como cazuelas, ollas, molcajetes, platos, jarros vidriados y comales. El proceso comienza con la preparación del barro, que se amasa y moldea para darle la forma deseada. A continuación, se alisa y se perfilan los bordes utilizando una piedra y un torno. Se incorporan las asas y se deja secar la pieza antes de proceder a la cocción. Esta última etapa tiene lugar en un horno de piedra a temperaturas superiores a 600 grados centígrados. Al finalizar, se aplica un esmalte para proporcionar a la pieza un acabado brillante y distintivo.
Pero más allá de la visión romántica de la alfarería y el deseo de preservar la cultura y la tradición, es esencial considerar también la salud y el bienestar de los artesanos. Con este enfoque, es fundamental abordar la problemática desde tres perspectivas complementarias: a) con perspectiva de género, b) con perspectiva de cuidados y c) con perspectiva de la gerontología social. Estas dimensiones permiten enfocar de manera integral las trayectorias de salud y de cuidados de los artesanos. La perspectiva de género ayudará a identificar cómo las desigualdades afectan a los diferentes grupos dentro de la comunidad de artesanos. La perspectiva de cuidados permitirá examinar las condiciones laborales y las prácticas preventivas necesarias para proteger su salud. Y finalmente, la perspectiva de gerontología social contribuirá a comprender las necesidades específicas de los artesanos mayores y cómo su salud se ve afectada por años de exposición a riesgos. Integrar estas perspectivas es crucial para desarrollar pedagogías de los cuidados en el curso de vida que garanticen tanto la preservación de la tradición como el bienestar de quienes la mantienen vivan.
Desde estas perspectivas, se coloca al centro de los cuidados a aquellos que preservan las tradiciones: los artesanos que han mantenido esta herencia a lo largo de generaciones. Sin embargo, estos trabajadores enfrentan riesgos significativos debido al uso de materiales peligrosos como el plomo y otros metales durante la fabricación de sus productos. Incluso, en julio de 2018 en el Periódico El Sol de Tlaxcala y posteriormente en octubre de 2023, el Periódico de Tlaxcala publicaron los artículos “Viejos, enfermos y con plomo en sangre, los alfareros de Tlaxcala” y “Alfarería, un arte que le cuesta la vida a los alfareros”, allí nos presentaron que quienes elaboran con sus manos las piezas de barro tienen entre 60 y 80 años de edad, y de acuerdo con el informe Estratégico Cuenca del Alto Atoyac Tlaxcala y Puebla, Región de Emergencia Sanitaria Ambiental, el 90 por ciento de los alfareros en Tlaxcala presentan altos niveles de plomo en la sangre, debido a que siguen manipulando de manera directa el esmalte que sirve para dar brillo a las cazuelas, lo que conlleva graves riesgos para la salud. El plomo, conocido por su “efecto silencioso”, es particularmente preocupante porque, aunque está presente en el medio ambiente, una de las principales fuentes de exposición son las piezas de barro esmaltadas con él, conocido como la técnica de la greta o vidrio plomado. Sin embargo, el riesgo no se limita al producto terminado. La exposición a estos materiales peligrosos ocurre a lo largo de todo el proceso de elaboración de la alfarería.
Investigaciones recientes han revelado que muchos artesanos sufren problemas significativos de salud relacionadas con la exposición prolongada al plomo y otros metales, incluyendo daño renal y cardiovascular, trastornos nerviosos y neurológicos y síntomas como dolor de cabeza, irritabilidad, depresión, cambios de humor. Además, experimentan debilidad muscular, pérdida de memoria, anemia, cólicos abdominales, diarreas y disminución de la capacidad cognitiva. Incluso, desde el 2015 el Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías (Fonart) presentó un informe en el que se buscaba convencer a los artesanos que paulatinamente abandonaran la utilización de dicho compuesto. Pero para algunos artesanos, se resistieron al cambio debido a costumbres y prácticas ancestrales; otros señalaron un atraso en el uso de la tecnología y una falta de estrategias para prevenir estos riesgos, a pesar de que ya son conscientes de los peligros; y otros también hicieron manifiesto la baja de ventas debido a que “…los consumidores no compran la alfarería si no tiene el mismo brillo”, pese a ello la seguridad de los artesanos es y deberá ser preocupación prioritaria.
Ahora bien, al cruzar el contexto de la alfarería desde la construcción sociocultural de la masculinidad, es posible analizar los aprendizajes de género de la identidad masculina y los factores de riesgos asociados en el trabajo, especialmente en hombres mayores. Las normas y expectativas de género tradicionales imponen una presión constante para cumplir con los mandatos de resistencia y fortaleza, lo que a menudo lleva a los alfareros a minimizar e incluso ignorar los riesgos para la salud, como es el caso de la alta exposición al plomo. En muchas culturas se espera que los hombres no se quejen ni busquen ayuda médica, incluso cuando enfrentan problemas graves de salud. Esta perspectiva cultural convierte a la masculinidad en un factor de riesgo y en problema de salud pública, y es observable al analizarse las trayectorias de salud de los alfareros mayores. La prevalencia de la tradición en la identidad masculina puede llevar a estos artesanos a priorizar la continuidad de su trabajo sobre su bienestar personal. Ante la aparición de enfermedades, incluso cuando son graves, es común que opten por “aguantar”, lo que se traduce en no buscar atención médica preventiva, evitar seguir tratamientos médicos e incluso no reconocer síntomas de enfermedad, perpetuando así una estructura de cuidado que prioriza el deber/proveer/sostener sobre la salud.
Desde la perspectiva de la gerontología social, se reconoce la importancia de preservar los saberes ancestrales; pero también es crucial incluir un enfoque integral que incluya pedagogías de los cuidados sobre los factores de riesgo para la salud, con un cambio en la percepción de la masculinidad. Esto incluye una labor fehaciente por parte de profesionales en gerontología social, quienes deben aplicar una perspectiva de cuidados que abarque no solo a las personas mayores, sino a lo largo de todo el curso de vida. Es esencial que este enfoque considere tanto la preservación de habilidades y técnicas tradicionales de la alfarería, que se transmiten intergeneracionalmente, como la evaluación de cómo las normas de masculinidad impactan la salud de los alfareros. Integrar estos aspectos es fundamental para lograr un futuro en el que la tradición cultural y el bienestar de las personas se apoyen mutuamente, asegurando que la riqueza de las prácticas ancestrales se mantenga sin comprometer la salud y la calidad de vida de quienes las practican.
En conclusión, es evidente que la percepción y la concepción de los cuidados varían significativamente entre generaciones. Los hallazgos del proyecto de investigación “Vejeces periféricas. La construcción de las identidades masculinas en el curso de vida: vejez, género, cuerpo y cuidados” han mostrado que los hombres mayores, en particular aquellos involucrados en la preservación de la cultura y el trabajo sin retiro, tienden a resistirse a la adopción de medidas de protección laboral, como el uso de equipos de protección personal, la ventilación adecuada en los lugares de trabajo y el uso de materiales menos tóxicos. En contraste, las generaciones más jóvenes muestran una mayor conciencia respecto a la asistencia médica y la prevención temprana de enfermedades, incluyendo la realización periódica de exámenes de salud. Esta diferencia subraya la importancia de implementar pedagogías de cuidados que aborden los contrastes generacionales y promuevan prácticas seguras a lo largo del curso de vida. Al integrar estas perspectivas, es posible garantizar que la tradición de la alfarería se preserve de manera segura, protegiendo tanto la salud de los artesanos como su invaluable contribución cultural. De este modo, se logra un equilibrio entre la preservación de un legado cultural y el bienestar de quienes lo mantienen vivo, asegurando un futuro en el que la tradición y la salud coexistan armoniosamente.