La globalización fue impulsada por Estados Unidos (EE. UU.) para favorecer sus exportaciones y sus flujos de inversión; ese país era hegemónico en lo militar y en lo económico y la apertura y liberalización de otras economías le era funcional. En economías abiertas, quien tiene menores costos de producción y precios competitivos a los bienes y servicios exportados por el hegemón o a los producidos en EE. UU. puede incordiarlo. China es ya la primera potencia económica con base en el poder adquisitivo de su PIB, encabeza la producción manufacturera mundial, es el segundo en inversión extranjera directa y en exportaciones y puede ser el líder en la emisión de una divisa mancomunada alterna al dólar.
Las importaciones de bienes producidos en China se originan porque sus precios son menores a los internos o a los importados de otros países; en una estrategia de desarrollo endógeno, el proteccionismo y la estrategia de crecimiento industrial solían ser una de las opciones; en economías globalizadas y dependientes financiera y tecnológicamente, la empresa que importa suele también ser la que exporta en un contexto de ausencia de estrategias de promoción industrial. Gravar en EE. UU. las importaciones procedentes de México afectaría tanto al consumidor final norteamericano como a las empresas extranjeras establecidas en México. Los acuerdos comerciales establecidos por México, EE. UU. y Canadá desde 1994 tuvieron, entre otros, el objetivo de favorecer el comercio regional y garantizar la rentabilidad de las empresas extranjeras exportadoras fincadas en México y de aquellas empresas que exportan sus bienes o inversiones a México.
Desde la vigencia del primer acuerdo comercial trilateral en 1994 entre los tres países de Norteamérica, México ha tenido un saldo en balanza comercial positivo en seis años y negativo en 25 años, el resultado final de 31 años de libre comercio ha sido un déficit comercial de 176 mil 438 millones de dólares (INEGI. Balanza Comercial de Mercancías de México), ese saldo se ha fondeado con entrada de divisas; es decir, con ahorro procedente de otros países, principalmente EE. UU. Los déficits en balanza comercial son entrada de divisas y cuando la moneda en curso es la emitida por el hegemón, no hay muchas complicaciones para EE.U.U. Si hay otra divisa competitiva, los déficits de la balanza comercial pueden ser pagados por dicha divisa y el potencial superávit de nuestra balanza sería porque la mayor parte de las exportaciones serán hacía el nuevo país hegemón y su valor sería mayor a las importaciones procedente de ese país. Los saldos en balanza comercial no dependen tanto del arancel, sino de la competitividad industrial, del ahorro generado y de la divisa. Si los países de América comercian más con China es por el precio de sus productos y por las crecientes inversiones productivas procedentes de ese país. Lo que está en disputa es la hegemonía de EE. UU. y los magnificados problemas migratorios y de narcotráfico pretenden la alineación de América bajo el liderazgo de Donald Trump.