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HAWC. Cómo trabajar a 4 mil 100 metros de altura y no morir en el intento

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Trabajar en HAWC es toda una experiencia. No es solo la ciencia, ni los detectores de rayos gamma, ni las noches despejadas con un cielo tan estrellado que parece una simulación de computadora. No, trabajar aquí es un reto físico y mental que pocos lugares pueden igualar.

HAWC está a 4 mil 100 metros sobre el nivel del mar, en la cima del volcán Sierra Negra. Esto significa que la cantidad de oxígeno en el aire es mucho menor que en la ciudad y eso se siente desde el primer paso que das al descender del vehículo. Caminar unos metros puede hacerte jadear como si hubieras corrido una maratón. Pensar con claridad también se vuelve más difícil, lo que en un laboratorio de la ciudad resolverías en cinco minutos puede tomarte el doble de tiempo. Y luego está el frío. La temperatura promedio ronda apenas unos pocos grados centígrados, y en invierno puede bajar a -10°C con facilidad.

Una de las primeras cosas que aprendes al trabajar en HAWC es que cualquier tarea, por sencilla que parezca, se vuelve un desafío. ¿Atornillar algo? En la ciudad te toma dos minutos, aquí, con el viento helado congelándote las manos, puede tomarte 15 minutos. Los dedos dejan de responder, pierdes sensibilidad y terminas metiendo las manos dentro de la chamarra, pegándolas a tu cuerpo y esperando a que recuperen movilidad antes de seguir. Repetir este proceso 10 veces para una sola pieza se vuelve desesperante, pero es parte del trabajo.

Al principio, antes de que se construyeran los edificios que ahora forman parte del sitio, no había ningún tipo de lugar para resguardarse. Los primeros años fueron especialmente complicados, sin baños, sin un lugar donde calentarse, sin mucho más que el viento y el espacio abierto. Cuando finalmente llegaron los edificios prefabricados, tuvieron que ser transportados en camiones por caminos angostos y sinuosos. Para que pudieran pasar fue necesario cortar algunos cables de electricidad en el pueblo cercano, dejando a una parte de la comunidad sin luz por unas horas. Finalmente logramos instalar lo que ahora es el edificio del Counting House y el edificio utilitario, donde también están los baños (un lujo impensable en los primeros años del observatorio).

Pero si algo nos ha puesto a prueba en HAWC han sido los eventos climáticos extremos. Hemos enfrentado tormentas de nieve que destruyeron techos, huracanes que pusieron a prueba la estructura del observatorio, incendios forestales que arrasaron con cableado y tuberías e incluso terremotos que sacudieron el sitio y generaron fugas de agua en nuestros detectores. Uno de los momentos más críticos fue cuando una tormenta tropical pasó por la región, dejando el camino de acceso completamente intransitable, pero logramos bajar a tiempo gracias a nuestro protocolo de seguridad.

El incendio de 2023 fue otro gran desafío. El fuego avanzó rápidamente por la ladera del volcán y alcanzó el sitio de HAWC, destruyendo cables de alta tensión, fibra óptica y tuberías. La mitad de los detectores fueron dañados por el fuego y la recuperación tomó meses y requirió el esfuerzo de todo el equipo.

A pesar de todos estos desafíos, trabajar en HAWC también tiene sus recompensas. Las vistas desde la cima de la montaña son impresionantes. El amanecer pintando el Pico de Orizaba de tonos dorados es una imagen que nunca cansa. Las noches despejadas, con la Vía Láctea extendiéndose sobre nosotros, son un recordatorio constante de por qué estamos aquí.

El trabajo en la cima de Sierra Negra es duro, desafiante y a veces francamente agotador. Pero también es emocionante, lleno de aprendizajes y sobre todo de historias que contar. Y al final del día, cuando bajas de la montaña, con el cuerpo adolorido y las manos congeladas, no puedes evitar sonreír, porque sabes que has pasado otra jornada en uno de los lugares más increíbles del planeta.

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