La primera parada fue en la Escuela Primaria Rural Ricardo Flores Magón, en Pozo de Balderas, a media hora de San Miguel de Allende. La pequeña entrada estaba adornada con un arco de globos negros que representaban el cielo oscuro y, sobre ellos, habían pegado estrellas y cohetes espaciales. A uno de los lados, como soportando el arco de globos, el letrero de Bienvenida.
De esta manera empezó la ruta de las presentaciones del libro Mil soles lejanos, de Antonio Ramos Revillas, en esta región de Guanajuato.
Al ingresar, los estudiantes y profesores, que estaban formados a ambos lados del angosto pasillo, detrás de una valla (hecha con palos de escoba clavados en botes rellenos de cemento, tiras de papel colgando de palo a palo, a modo de cadena, y la punta de cada palo adornada con modelos de los diferentes planetas), muy emocionados, nos gritaron la bienvenida. Así ingresamos, Antonio, autor del libro; Ade, supervisora de la zona escolar; Elenita, la ATP; Érika Burgos, creadora y promotora del evento, y yo, que sólo fui de palero, por si había preguntas de astronomía en las presentaciones.
Visitamos otras cuatro escuelas en San Miguel, San Mike para algunos locales, en las que hablamos con decenas de niños disfrazados de astronautas, miramos tendederos de los que colgaban dibujos del Sol, la Luna, los planetas; nos inclinamos sobre mesas llenas de maquetas de observatorios, el sistema solar y cohetes espaciales. En cada escuela habías pilas de libros artesanales que contenían diversos textos escritos por los infantes. Representaron la historia del libro mediante obras de teatro, títeres y poesía coral, y declamaron, leyeron en voz alta y hasta cantaron poemas inspirados en la obra. Pero también averiguaron sobre el sistema solar y sus planetas, los observatorios, las constelaciones, los asteroides, las estrellas, los viajes al espacio, la luz, los colores y… las enfermedades.
Y es que el libro, Mil soles lejanos, es la historia de Ulises, un niño que padece la llamada enfermedad de “los hijos de la Luna” (xeroderma pigmentosa), por lo que no puede exponerse a la luz del sol, ya que corre el riesgo de dañarse, incluso la vista, por lo que “vive” de noche. Es durante una de esas noches que conoce a su vecino, un astrónomo, y entabla una amistad que se vuelve muy sólida a pesar de la diferencia de edades.
Ulises, haciendo honor al viajero de la Odisea, quiere viajar al espacio, en particular a la Luna. Así que ha leído decenas de historias sobre la exploración del espacio, sobre el universo y sobre la Luna. Tiene una colección de naves espaciales y ha fabricado su propio cohete, con el que emprenderá su mayor aventura y… y aquí me detengo, para no vender más trama, así podrán adquirir y leer esta formidable historia, como ya lo han hecho, al menos, un millar de estudiantes de la Zona Escolar 82 de la Secretaría de Educación de Guanajuato. Cada uno de los estudiantes recibió su libro, algunos fueron adquiridos por los padres de familia, pero otros más fueron donados por la fundación Libros para Todos que desde hace varios años promueve la lectura en San Miguel.
Y ya que andábamos por los Caminos de Guanajuato, cerramos como José Alfredo, “ahí nomás tras lomita”, en la plaza principal de Dolores Hidalgo, con cerca de 500 estudiantes de aproximadamente 10 escuelas de la zona, y público en general. Decenas y decenas de preguntas, hasta para mí, mostraron lo que una narración bien hecha puede generar en nuestros estudiantes. No sólo despertar la pasión por la lectura o por la medicina, sino también el interés en ciencias como la astronomía o la exploración espacial.
Agradezco esta experiencia, que ya me está inspirando para varios proyectos, en particular a Érika Burgos, de Una Casa de Palabras, quien me comentó del proyecto hace casi un año, y que desde entonces lo ha estado empujando en todos lados para llegar a más chavitos. Esta ruta de presentaciones es el arranque del programa Leer, Escribir y Compartir, que seguramente tendrá mucho éxito.
Desde luego que también agradezco a los enlaces de la SEP que ya mencioné arriba, a Libros para Todos, a los profes, a los chavitos y, desde luego, a Toño, por escribir esta historia y por aguantar vara.
Y ya entonado, quisiera despedirme también con José Alfredo, con una canción que parecería haber sido compuesta, aunque los envidiosos seguramente lo negarán, para los astrónomos:
Deja que salga la luna
Deja que se meta el sol
Deja que llegue la noche
Pa que empiece nuestro amor
Deja que las estrellitas
Me llenen de inspiración…