Una nota aclaratoria: dejé de ser parte de la Escuela de Economía de la entonces UAP (EE) desde el año de 1987. Lo que significa que la descripción de mi vivencia en ese centro académico no se resume sino en un conjunto, parcial, de souvenirs, de los cuales yo privilegiaré algunos. Además, no se deberá esperar de ellos una coherencia interna.
Ingresé a la EE en el año 1978. En ese momento trabajaba allí mi conciudadano, el profesor Michel Hector, quien yo consideraba como un acompañante mío. Mis primeras impresiones en la EE fueron que se respiraba unos aires de tranquilidad y de seriedad y trabajo al mismo tiempo. Desde mis primeros días me sentí integrado al ambiente general, y tomé la decisión de dar lo mejor de mí mismo.
No tardé mucho en descubrir, con satisfacción, la predominancia de la ideología de izquierda, cosa alentadora para mí. Dicha predominancia la llevaba el Partido Comunista, pero —hecho extraño en nuestra América— no se expresaba a mi parecer en manifestaciones de fuerza, ni de exclusión partidista, salvo, siempre de acuerdo a mi punto de vista personal, en contadas circunstancias aisladas. Dicha impresión se confortaba con la personalidad del rector Alfonso Vélez Pliego, el cual parecía un hombre abierto, muy sencillo.
Lógicamente, no habían faltado años de luchas intestinas, luchas por el poder. Principalmente político, a veces violentas. Sin embargo, cuando se habla de luchas por el poder, se me viene a la mente esta sentencia de Augusto Blanqui: “Nadie reina inocentemente”. En todo caso, no me tocó a mí sino una pequeña parte de esa época. Además, me pareció que varias de las violencias que conoció la UAP, la EE en particular, tuvieron como blanco el Estado, nacional o regional.
Cabe aquí una reflexión personal sobre el Sindicato Unitario de Trabajadores de la Universidad Autónoma de Puebla (Suntuap). Con una mirada retrospectiva, más bien superficial, tiendo a pensar que el Suntuap tenía una actuación bastante efectiva como sindicato, especialmente por su combatividad en la defensa de los intereses de la institución universitaria. Sin embargo, me quedó una confusión acerca de la contienda con el profesor Víctor Manuel Caamaño Cano. Me fui de la EE sin aclarar el caso. La verdad es que elegí guardar la “neutralidad” al respecto, sin jamás hablar del asunto a mi amigo Caamaño, neutralidad, confieso, que me dejó en una posiciòn de comodidad… pido que la comunidad universitaria me absuelva de mi silencio al respecto… Prefiero guardar del Suntuap el recuerdo de la marcha hacia el D. F. En esta circunstancia me di la satisfacción, no puedo decir por qué motivo, de hacer la totalidad del viaje de un solo tirón, sin pausa ninguna, ni siquiera de un simple minuto.
Sigamos con la narración de mi “vivencia” en la EE. Mencioné al principio el ambiente de relajación que conocí en la EE. Primero, con respecto a los estudiantes. Ha sido un placer dictar mis clases a los estudiantes simpáticos. No faltaban ciertas veces bromas con sabor mexicano. Puedo agregar que me podía considerar como simples compañero.a.s con la inmensa mayoría de ellas y ellos. Me solidarizaba con los muchachos en las “tomas” de autobuses para ir a las manifestaciones de calles. ¡Cómo no recordar el día en que llegué a dar una clase en pleno centro de la ciudad de Puebla en ocasión de una huelga a carácter político!
Acerca de mis amigos profesores. Las reuniones de profesores se desarrollaban en un ambiente de serenidad y compañerismo. Nunca yo había registrado allí querellas, disputas, más bien “picardías mexicanas”. Yo disfrutaba de los “combebios” en la cantina los días de paga. Sufran que les traiga a la mente el triste recuerdo de los amigos Víctor Espíndola Cabrera, Víctor Manuel Caamaño Cano, Carlos Sarmiento y la amiga Aleida Ilieana.
Para terminar, me complace traer a colación dos episodios que me parecen muy caracterizados del ambiente democrático que reinaba en la EE y que me importaron mucho. El primero se refiere a la introducción en la EE de un proceso de investigación científica. Al centro de dicho proceso se encontraba el compañero Carlos Montes Cisternas, hombre serio intelectual y políticamente, además muy trabajador. Me acuerdo de que al principio me resistí a integrar el grupo de trabajo de dicho proyecto. Lo extraño es que hasta el momento presente no llego a captar la razón de mi posición. Fue de parte mía pura puerilidad y un sectarismo que no descansaba sobre ningún motivo serio.
El otro episodio: una elección que se llevó en la Sala de Asamblea de la EE. Me acuerdo a quién o quiénes se elegía. Me acuerdo solamente de que se llevó a cabo un debate político de alto nivel. Creo que uno de los candidatos era del PRI. Dicha elección puede considerarse como un ejemplo claro de ejercicio democrático.