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Acuarios y zoológicos: utopía de la conservación

“La naturaleza tiene la clave a nuestras satisfacciones intelectuales, cognitivas y aún espirituales”. Edward O. Wilson

No todo lo que brilla, es oro… Desde hace tiempo escuchamos hablar de los problemas ambientales que hoy en día aquejan a la humanidad; sin embargo, hay algunos problemas que se mencionan en mayor medida que otros, debido a que hay ciertos temas para los que apremia su resolución.

En ocasiones anteriores en esta columna hemos hablado sobre el calentamiento global, la contaminación, el derecho al agua, pérdida de ecosistemas y especies en peligro de extinción, por mencionar algunos temas. En el caso de las especies en peligro de extinción se han creado diversas estrategias para lograr su conservación, como la creación de áreas naturales protegidas, programas de divulgación de la ciencia y educación ambiental, monitoreo de las especies en vida silvestre, así como la creación de zoológicos y acuarios, siendo estos últimos reservorios de especies vivas y de la conservación de una parte de la diversidad genética de algunas especies. No obstante, estos espacios en muchas ocasiones han sido tema de críticas, ya que en algunos casos se han convertido en sitios con fines de lucro para los dueños de dichos lugares, o también han sido criticados por no contar con las condiciones necesarias para el desarrollo de los organismos.

Bueno fuera que esto se quedara en críticas, lamentablemente estas situaciones afectan directamente a los animales, ya que los espacios o encierros no cumplen en muchos casos con el tamaño necesario; seguramente al visitar alguno de estos sitios, han notado cómo los mamíferos se la pasan moviéndose de un lado a otro, al principio pareciera que al organismo le gusta ser visto; sin embargo, las investigaciones en etología (biología del comportamiento) han mostrado que este tipo de movimientos o conductas están relacionados con estrés causado por la falta de espacio. En otros casos se ha documentado cómo el encierro causa estrés en diferentes especies de aves, como en algunas guacamayas, pues ellas mismas se arrancan las plumas; y hablando de anfibios, peces y reptiles, muchas veces reflejan su malestar dejando de comer (anorexia), hasta llegar a la muerte; lamentablemente en algunos de estos lugares al suceder esto, sólo los remplazan por un individuo nuevo.

Pero, entonces, ¿qué se puede hacer? Si bien, para que estos espacios funcionen adecuadamente se requiere de un gran número de personas comprometidas con la conservación y bienestar animal, como biólogos y veterinarios que hagan los planes de manejo y conservación de las especies; personas que sólo se dediquen a la limpieza de los encierros, así como otras que preparen dietas exactas y balanceadas para cada especie; guías capacitados, además de contar con equipo de educadores ambientales y divulgadores de la ciencia quienes estén encargados de desarrollar programas educativos, diseñar cédulas de información de las especies y talleres o actividades de divulgación de la ciencia dentro del lugar. Esto con el objetivo de que, al finalizar el recorrido, el visitante además de haber pasado un rato de entretenimiento, también se lleve la información necesaria y coherente del espacio que acaba de visitar, de las especies y su importancia y que comprenda cuáles son los programas de conservación en los que están trabajando y, entonces y solo entonces, podríamos levantar las manos y aplaudir porque estos lugares están haciendo lo correcto. Si bien existen lugares que están haciendo bien las cosas, siempre es necesario analizar y recordar la importancia de tener objetivos claros que permitan a los zoológicos y acuarios cumplir con su verdadera vocación.

Querido lector, si en su próxima visita a un zoológico o acuario observa que los espacios no cuentan con lo mínimo para la conservación de las especies y solo son sitios de lucro, le invitamos a que levante la voz y denuncie ante las autoridades competentes, porque solo así una de las utopías de la conservación se hará realidad.

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