Las ciudades no solo albergan la vida de miles de personas, también pueden ser comprendidas como organismos que transforman, consumen y desechan recursos para satisfacer sus necesidades. Esto puede denominarse metabolismo urbano, un concepto que surgió para estudiar la manera en que las ciudades interactúan con su medio, asimilando su funcionamiento al de un sistema abierto que introduce flujos de materia y energía, los degrada y los expulsa (Wolman, 1965). En concordancia con el enfoque de metabolismo urbano se puede integrar la arquitectura bioclimática, en la búsqueda de lograr que las ciudades sean más sustentables y resilientes, particularmente en el contexto de cambio climático.
A medida que las ciudades se han desarrollado, estas no solo han incrementado su tamaño o extensión, también lo ha hecho su consumo; más energía, materiales, alimentos o agua potable han convertido a las ciudades en espacios que transgreden el entorno. Con ello se puede comprender el metabolismo de la ciudad de Puebla. Una ciudad en permanente transformación, ligada a las cadenas globales de valor, pero también, una ciudad con historia y cultura que muestran el constante reflejo de las dinámicas políticas, económicas, sociales, culturales y ambientales. ¿De dónde provienen y a dónde van los flujos en Puebla?
En la ciudad la entrada de flujos muestra una tensa relación con el entorno externo, a medida que esta ha crecido, su demanda de materia y energía se ha incrementado. Entre 2018 y 2021 el municipio produjo 43 por ciento de la energía del estado (gobierno de Puebla, 2024). Sin embargo, esto no eliminó el déficit, ya que para suministrar la demanda mensual de más de 200,000 MWh, el estado importa hasta el 85 por ciento de la energía que consume (Conahcyt, 2025).
Un caso similar se presenta en los recursos hídricos. Se estima que el consumo promedio asciende a los 200 litros por habitante, no obstante, el metabolismo es desigual y la brecha muestra que en los estratos de mayor nivel el consumo es de 203 litros, mientras que en los de menores recursos es de 140 (Grupo Victoria, 2024). Especialistas coinciden en que se trata de una “bomba de tiempo” porque el déficit es de hasta 28.3 hm3, el consumo promedio anual de 450 mil personas en el país (García Vilchis y César Ramírez, 2024).
¿En qué se gastan los recursos su consume la ciudad? Esta interrogante concierne no solo a la planeación urbana, sino a las capacidades de adaptación de una ciudad que se enfrenta a problemáticas como el cambio climático. Desde la segunda mitad del siglo XX con la llegada de empresas nacionales e internacionales se ha impulsado un proceso de crecimiento, transformación y transnacionalización. En 2024 las exportaciones ascendieron a 3 mil 240 millones de dólares (USD) de productos alimenticios y farmacéuticos, autopartes, automotores, donde el principal mercado son los Estados Unidos (32.3 por ciento), seguido por China ( 20.9 por ciento) (SE, 2024).
El sector industrial es tan relevante que casi dos tercios de la demanda total de energía corresponden a sus instalaciones y sólo el 25 por ciento al sector residencial. El consumo per cápita se encuentra por debajo del promedio nacional con 1,746 kWh de electricidad al año y su eficiencia es alta, considerando que por cada dólar producido se utilizan 0.204 kWh, cifra similar a la de ciudades estadounidenses (Gobierno del estado de Puebla, 2024).
Así como se reconoce la importancia de las empresas para la economía, también es importante concebir que ello ha provocado un aumento de los déficits. A medida que el crecimiento urbano se ha prolongado, la tenencia de la tierra y uso del suelo para actividades de cultivo y ganadería ha disminuido. El Instituto Municipal de Planeación (Implan) muestra que en una década el suelo para actividades agrícolas ha disminuido de 8 mil 600 a 7 mil 800 ha.
Finalmente los desechos del metabolismo en Puebla describen los flujos de salida, los cuales permiten comprender el proceso entrópico. Esto significa que los materiales y energía utilizados no pueden reincorporarse en la misma calidad y cantidad en que son consumidos, porque todo uso implica degradación.
Entre ellos se pueden mencionar la contaminación del aire, ocasionada no solo por fenómenos naturales, sino también por la actividad industrial y la movilidad urbana que ha provocado el aumento de material particulado. Estudios del programa ProAire identifican la incidencia de estos sobre enfermedades cardiovasculares, cardiopulmonares, cancerígenas e isquémicas en las personas (Gobierno de Puebla y SMADSOT, 2021). Los datos indican que el promedio de días con mala calidad del aire se cuadruplicó desde 2016.
Otro de los flujos de desecho más preocupantes es la contaminación del Río Atoyac. La Comisión Nacional del Agua (Conagua) muestra que de los 130 sitios instalados para el monitoreo de contaminación en la cuenca, 96 por ciento superan los niveles seguros (Pérez, 2024). Ello no sólo impacta a la Zona Metropolitana, 22 municipios y hasta 2 millones de personas han sido afectadas. La contaminación es resultado del vertido diario de hasta 146 tn de materia orgánica, 62 tn de sólidos suspendidos y hasta 14 kg de metales pesados lanzados a su caudal (Leal Juárez, 2016). Mostrando que los desechos no desaparecen, sólo encubren su salida.
¿Qué nos dice el metabolismo de la ciudad de Puebla? Primero, que el metabolismo urbano es muestra de las dinámicas tanto económicas como políticas y sociales. El retrato de sus elementos no busca condicionar o limitar el desarrollo urbano, sino orientarlo, al reconocer que un cambio en lo que se introduce provoca un cambio en lo que se desecha cuestionando los discursos de sustentabilidad sin transformación.
Segundo, es importante concebir a la ciudad como parte del medio natural, trastocada y transformada, pero con el mismo valor ambiental que el de otros espacios. Finalmente, la expresión del metabolismo no sólo se compone de la relación material de los flujos, también lo hace de las condiciones intangibles, como la manera en que las personas se relacionan, habitan y se apropian de la ciudad.
Fuentes de consulta
Consejo Nacional de Ciencia, Humanidades y Tecnología (CONAHCYT). (2025). Plataforma Nacional de Energía, Ambiente y Sociedad – Módulo Electricidad.
García Vilchis, A. L., & César Ramírez, V. H. (2024). Escasez de agua en Puebla: Una bomba de tiempo. Saberes y Ciencias.
Gobierno de Puebla; Secretaría de Medio Ambiente, Desarrollo Sustentable y Ordenamiento Territorial. (2021). Programa de gestión de calidad del aire y de acción ante el cambio climático del Estado de Puebla.
Gobierno del estado de Puebla. (2024). Estrategia de eficiencia y transición energética del Estado de Puebla. Agencia de Energía del Estado de Puebla
Grupo Victoria. (2024). Gastos y consumo de agua por habitante en México. MGB.
Instituto Municipal de Planeación de Puebla (IMPLAN). (s. f.). Economía. En Puebla en datos.
Leal Juárez, M. F. (2016). Contaminación del río Atoyac. Infografías animadas. IBERO Puebla.
Pérez, G. (2024). La población del área metropolitana de Puebla es la que se encuentra en mayor riesgo por leucemia linfoblástica y cardiopatías congénitas de la Cuenca del Alto Atoyac. Círculo de escritores, IBERO Puebla.
Wolman, A. (1965). The Metabolism of Cities. Scientific American, 213.